La nueva legislación sobre patentes que propone
la EPO supondría un grave peligro para la industria del software
en Europa. Pero hay más.
JAVIER
CANDEIRA | MADRID
Especial para EL MUNDO
La legislación europea sobre patentes está a punto
de cambiar, y la EPO
(Organización Europea de Patentes) planea aprovechar la ocasión
para eliminar los límites a la patentabilidad, y hacer legales
las patentes de software. Muchos ciudadanos y profesionales europeos,
entre los que me encuentro, nos oponemos a la patentabilidad del
software.
La Alianza Eurolinux está recogiendo firmas en
una petición
por una Europa libre de patentes de Software. Como nadie puede
saber de todo en este mundo, y no se puede esparar que los internautas
firmen algo que no entienden, o con lo que no saben si están de
acuerdo, lo mejor será explicar por qué las patentes de
software son una mala idea. Pero antes de nada, la propiedad intelectual.
Propiedad intelectual e industrial
Existen tres tipos de propiedad intelectual e industrial:
el copyright, las marcas y las patentes. Resumiendo, y a grandes
trazos, cada una de ellas cubre una franja distinta del abanico
de usos comerciales e industriales.
Las marcas
Una marca distingue a un comerciante de otro. Es un nombre
único, y la reserva por parte de una persona o empresa se realiza
para evitar que se pueda generar un error. Renault no permite
que otros fabricantes de coches usen ese nombre, o Nike que otros
fabricantes de ropa deportiva usen su trazo distintivo del mismo
modo que una pareja no le pone el mismo nombre a dos de sus hijos:
para poderse distinguir. En el entorno informático, no puede haber
dos sistemas operativos que se llamen MacOs, ni dos programas
de edición de imágenes que se llamen Photoshop.
El copyright
El copyright es un derecho artificial que prohibe copiar
literalmente un texto, fonograma, imagen o programa de ordenador
(entre otras cosas). Usted puede repetir las ideas que doy en
este artículo, pero no puede reproducir el artículo en su integridad,
a no ser que yo se lo autorice. El copyright, mal llamado derecho
de autor, es el derecho de reproducción o copia de algo, y su
resultado es un objeto (o texto, o sonograma, etc.) duplicado
del original.
Las patentes
Las patentes son monopolios artificiales otorgados a una
persona o empresa para la explotación de una invención. Su propósito
es doble: por un lado, fomentar que los nuevos inventos se publiquen,
en vez de mantenerse como secreto industrial. El secreto industrial
hace que los competidores tengan que "inventar" por segunda vez
los aparatos que ya existen, lo que se considera una forma ineficiente
de usar los recursos. Con las patentes, el inventor tiene un incentivo
económico (el monopolio de un invento, explotable mediante la
venta de licencias de uso) para hacer públicos sus descubrimientos,
y de ese modo se incentiva la creatividad industrial.
El segundo objetivo del sistema de patentes es la protección del
débil frente al fuerte. Si un inventor particular o una pequeña
empresa inventan algo, tienen en la patente un instrumento que
les ayude a sobrevivir y competir con las grandes empresas. Sin
las patentes, las grandes empresas podrían usar su poder económico
e industrial y sus economías de escala para expulsar del mercado
a los pequeños "davides".
¿A quién pertenecen las ideas?
La legislación actual prohíbe patentar una idea, o registrar
el copyright de una idea. Se entiende que las ideas son de todos.
No es este momento de discutir el copyright, pero en el caso de
las patentes sólo se pueden registrar métodos o mecanismos, no
ideas. Esta es la razón por la que la legislación europea prohíbe
patentar software. El corazón del software es lo que se llaman
algoritmos, las 'recetas' matemáticas para convertir unos datos
en otros según una serie de pasos preestablecidos. Y un algoritmo
es una idea. Sin embargo, y aunque la legislación de patentes
excluye explícitamente de las invenciones patentables al software
y a los algoritmos, tanto en los EEUU como en Europa ya hay patentes
de software, sólo que no se les llama así.
Los patentadores utilizan un subterfugio lingüístico, describiendo
en sus solicitudes "sistemas, mecanismos o dispositivos de hardware
que incorporan un sistema de control almacenado en un bla bla
bla". Como ven, las palabras "software", "algoritmo" o "programa"
no aparecen por ninguna parte, y sin embargo una lectura cuidadosa
de la patente revela que lo que se está patentando es un algoritmo,
o sea: una idea. A menudo el subterfugio llega tan lejos que los
patentadores 'traducen' el algoritmo en hardware, presentan a
la oficina de patentes un diagrama, y se retiran a esperar a que
algún incauto intente implementar el algoritmo.
Como si se deseara añadir insulto al daño, muchas de las patentes
de software concedidas en EEUU son trivialmente obvias. Las reglas
que determinan si algo es patentable o no excluyen de la patentabilidad
"cualquier invención que sea la solución obvia al problema dado
para una persona versada en la materia" (la cita no es literal,
pero se entiende, que es lo importante).
Y con esto empezamos nuestras 10
razones para oponerse a las patentes de software:
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