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 Miércoles, 24 de Noviembre de 2004 Diario del Navegante | Ariadna 
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SEDE DE MICROSOFT EN REDMOND
El cuartel de Bill Gates

Cuando un ordenador se enciende en cualquier parte del mundo, es más que probable que lo que aparezca en la pantalla se haya diseñado, pensado o desarrollado aquí. Una visita a la sede de Microsoft basta para comprender que se trata de algo más que una 'fábrica'.

PABLO ROMERO (enviado especial)

SEATTLE.- Redmond, una pequeña ciudad algo desangelada a 20 minutos de Seattle, se desparrama entre colinas y bosques frondosos. En mitad de este idílico paisaje, con el nevado monte Rainier al fondo, Microsoft tiene sus tripas repartidas en más de 50 edificios, entre árboles y césped perfectamente recortado.

Nada menos que 35.000 personas venidas de todo el mundo trabajan en este lugar, donde se cuece la tecnología del futuro: una auténtica comunidad orgullosa de su trabajo, que adoran con pasión.

En este lugar se diseña y desarrolla el 'software' que hace funcionar a nueve de cada 10 ordenadores del mundo.

Vista aérea del Campus

El llamado Campus de Redmond de Microsoft, pese a no ser una universidad, tiene una apariencia similar: tiene tres grandes áreas diferenciadas, separadas por una autopista, diez enormes cafeterías donde se sirven almuerzos (una de ellas tiene un trozo del Muro de Berlín), un gimnasio y varios campos de deportes. Todo está diseñado para 'vivir' aquí.

Las edificaciones se identifican con un número aparentemente sin orden. Así, los diez primeros edificios (el siete no existe) son los más antiguos, la mayor parte de los cuales tienen forma de equis para aprovechar mejor la luz. A partir de ahí, se suceden sin un orden aparente hasta el 127, que contiene el museo y la tienda Microsoft.

Lo primero que sorprende a quien visita la sede de Microsoft es que no hay una 'entrada' al Campus, no hay grandes carteles ni vallas ni puertas. Llama la atención la aparente falta de medidas de seguridad, sobre todo teniendo en cuenta la obsesión estadounidense por los ataque terroristas. No obstante, el casi invisible sistema de vigilancia es muy sofisticado, y miles de cámaras registran cualquier movimiento en todo el recinto. A los edificios sólo se puede acceder con una tarjeta de empleado, que dispone de un chip de identificación; cualquier trabajador, sea de donde sea, puede tener acceso a casi todas las dependencias de la sede de Microsoft.

Además de las medidas de seguridad, existen normas estrictas que rigen de un modo u otro la vida en el Campus. Por ejemplo, no sólo está prohibido fumar en el interior de los edificios, sino que para encender un cigarrillo el fumador tiene que separarse al menos diez metros de la entrada.

Los pasillos son interminables.

Con calma

Millones de líneas de programación se escriben a diario en esta 'ciudad del software'. Sin embargo, el ambiente es de tranquilidad absoluta, no hay ruidos, nadie parece tener prisa. Tampoco hay horarios. Entre los amplios aparcamientos y los edificios hay un goteo constante de empleados. Desde adolescentes con granos hasta hombres de cierta edad, desde jóvenes con camisa recién planchada hasta veinteañeros con aspecto de genio loco, con gafas gruesas y abrigo de cuero gastado. Todos ellos van y vienen en un ambiente casi aséptico, donde no se ve ni siquiera un papel en el suelo.

Cada una de las plantas de los edificios dispone de una completa cocina, en donde hasta los vasos de papel son marca Microsoft. La obsesión de la empresa por el reciclaje salta a la vista en este lugar, ya que los grandes cubos de basura clasificada ocupan casi la mitad de la encimera. En la pared de enfrente, hay grandes neveras llenas de todo tipo de refrescos (Coca Cola o Pepsi, no se hacen distinciones) y chucherías a disposición de todos.

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  • La casa del mañana, según Microsoft

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