El vicepresidente de Sony se enfrenta a sus
clientes
JAVIER
CANDEIRA | MADRID
Especial para EL MUNDO
"Lucharemos en las playas, lucharemos en los puntos
de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos
en las colinas; nunca nos rendiremos"
Winston Churchill, Primer Ministro Británico,1940
"Bloquearemos a Napster en sus fuentes - lo bloquearemos
en vuestra compañía de cable, lo bloquearemos en vuestra compañía
telefónica, lo bloquearemos en vuestro [proveedor de internet],
lo bloquearemos [pondremos un firewall] en vuestro PC "
Steve
Heckler, Vice-Presidente de Sony Pictures Entertainment, 2000
Siempre es provechoso robarle una cita a Winston Churchill. Y
en este caso podría ser algo merecido, porque Churchill se la
había robado antes a Clemenceau. Pero le vienen grandes al señor
Heckler, Vicepresidente de Sony, los pantalones de don Winston,
y habría hecho bien, en este caso, en aplicar a Napster y las
tecnologías análogas las palabras que el Primer Ministro Británico
dedicó a Rusia: "un acertijo envuelto en un misterio dentro de
un enigma".
Heckler no se entera. Con demasiada frecuencia tenemos que decir,
refiriéndonos a ejecutivos de la industria del cine y la música,
"éste no se entera", y aquí tenemos la ocasión perfecta. Pero
como no hay que hablar mal de alguien sin decir también algo bueno,
al menos podemos concederle la virtud de la sinceridad.
En sus declaraciones, que no tienen desperdicio,
Heckler deja bien claras dos cosas: la primera, que la lucha contra
Napster no es por los pobrecitos músicos cuyos derechos (y capacidad
de control) están siendo pisoteados: la guerra de las discográficas
contra Napster es una lucha a cara de perro por proteger sus ingresos.
Es algo que todos sabíamos ya, pero se agracece oirlo de sus labios.
Segundo, deja bien claro que su enemigo es su público.
Su apóstrofe no es una arenga como la de Churchill, es una amenaza,
proferida en segunda persona. Esos "bloquearemos vuestros
PCs" es algo que este comentarista, sentado en su casa tan tranquilo,
traduce como "dice que bloquearán nuestros PCs". Y ese
"nosotros" somos todos los consumidores occidentales de productos
de entretenimiento.
Pueden intentar bloquearnos los PCs, los videos y los reproductores
de CD. Y de hecho lo han intentado, lo están intentando y seguirán
haciéndolo por dos caminos, el legal y el tecnológico. Pero antes
de ver cómo lo van a intentar, examinemos las razones por las
que no les va a resultar fácil:
El dedo en el dique
a) Napster no es más que la proverbial punta del iceberg. El 99%
restante del hielo se llama "redes peer to peer", o conexiones
entre iguales. El propio Napster no almacena ninguna canción,
sino que se limita a mantener la base de datos y la gestión de
conexiones de los usuarios, que están intercambiándose las canciones
entre sí.
Es posible cerrar Napster, porque es un servicio comercial y
porque tiene un punto débil, el servidor central del que todos
los usuarios dependen para identificarse ante el sistema y compartir
sus catálogos de canciones.
La misma situación ocurre con Scour,
el sistema de intercambio de videos, canciones e imágenes. Pero
hay una segunda generación de sistemas "entre iguales", como Gnutella
o Freenet, diseñados
para impedir la censura de cualquier tipo, incluida la "censura"
que resulta de la prohibición de distribuir material bajo copyright
ajeno.
Estos sistemas no dependen de un servidor central, sino que sus
nodos se autoregulan entre sí. Están diseñados para tolerar los
fallos (caída de un nodo, supresión voluntaria o accidental de
la información), y para optimizar el tráfico. Pretender salvar
su estructura de negocio actual cerrando Napster es creer que
de verdad pueden salvar el valle metiendo el dedo en el primer
agujero que se abre en el dique, y dar por hecho que no se abrirán
más.
Por la misma razón no pueden bloquear el intercambio de ficheros
en los ISPs. El precio de los discos duros está cayendo, y se
prevé que crezca el ancho de banda doméstico. Los ISPs tendrán
información centralizada de empresas, pero los particulares tendrán
su nodo (ni cliente, ni servidor, tan sólo un nodo en una red
distribuida entre iguales) en su casa.
Los bits son anónimos
b) No pueden bloquearlo en los proveedores de cable o de acceso
a internet. Los bits son anónimos, y mucho más si van en conexiones
cifradas. Si se puede esconder un .exe cambiándole la extensión
por .gif, la forma en que los protocolos seguros (los mismos que
se usan para transmitir los datos de tarjeta de crédito en una
compra online) encapsulan la información hacen imposible
saber qué tipo de datos son los que viajan por el cable.
Esto me recuerda a las declaraciones del Alcalde de La Coruña,
allá por 1996, cuando Prisa y Telefónica se unieron para hacer
la operadora de cable Cablevisión. En un argumento medieval, decía
el buen alcalde que impediría que pasaran bajo sus calles las
imágenes televisivas. La pregunta que podía hacérsele es cómo
iba a poder separarlas de las conversaciones telefónicas que discurrían
por los mismos hilos de fibra óptica.
Nada es incopiable
c) Lo pueden intentar bloquear en nuestros PCs, aunque la
historia ha demostrado que nada es incopiable. De hecho, una de
las reglas de la tecnología digital es que si algo se puede leer,
se puede copiar.
En una reunión
de programadores de Macintosh, uno de los programas ganadores
de su concurso (no se me extrañen; son cosas que hacen los programadores)
era un programa que tomaba un texto en pantalla, le hacía OCR
(reconocimiento óptico de caracteres, lo que se usa para introducir
textos automáticamente en el ordenador mediante un scanner) y
lo leía por el altavoz gracias a un sintetizador de voz. Como
ven, no hay libro digital que pueda ser protegido frente a esta
inventiva.
Del mismo modo pueden hacer formatos de sonido incopiables, pero
no pueden evitar que alguien haga un driver (programa que
guía un dispositivo de hardware) de tarjeta de sonido que, además
de mandar la música a los altavoces, la copie al disco duro. Y
es que la seguridad es lo opuesto de la versatilidad y potencia.
El ordenador más seguro es el que está apagado y desconectado
de la red, y el único fichero incopiable es el que no se distribuye.
Puñetazos al aire, o el espíritu de la multitud
Leyes recientes, como la DMCA o Digital Millenium Copyright Act,
intentan extender el poder del copyright más allá de los derechos
privados de los ciudadanos. Sería otro artículo el que intentara
desentrañar si la DMCA atenta contra la libertad de expresión,
pero baste decir que si el público copia es que no hay una noción
social de que esto sea negativo, y cambiar sus hábitos será difícil,
haya leyes o no las haya.
Lo que sí que se puede intentar es fabricar aparatos que no
puedan copiar, o reproductores que no acepten material copiado.
Esto es una paradoja envuelta en una contradicción dentro de una
trampa para osos. Para fabricar productos de consumo lo bastante
baratos, y que calen en el público, hay que utilizar elementos,
formatos y protocolos estándar, y las herramientas de copia acabarán
por tener un precio lo suficientemente bajo como para llegar al
público.
La seguridad es lo opuesto de la potencia, y algo que intentarán
es que compremos dispositivos más simples, que sólo hagan una
cosa, y que no tengan la versatilidad de un PC. Cambiando cada
pocos años el formato de almacenamiento, intentarán ir siempre
un paso por delante de su público. Este intento puede salir como
el tiro por la culata: véase la escasa o nula difusión del Minidisc
fuera de Japón. Y de todos modos, aún no se ha descubierto ningún
sistema incopiable.
Las consolas Playstation pueden modificarse para aceptar CDs
copiados en casa, y pese a los intentos de la industria cinematográfica
de restringir sus títulos geográficamente para poder aplicar distintas
políticas de precios, en Europa un
70% de los reproductores de DVDs están modificados para aceptar
películas de cualquier zona. Antes de cambiar sus hábitos,
la gente es capaz de gastar tiempo y dinero en modificar la tecnología
que le venden.
Pero el mejor ejemplo puede ser el del DiVX. El
DiVX fue un intento de vender DVDs limitados, que requeirían
comprar una contraseña antes de poderlos ver. El público interpretó
que le estaban cobrando dos veces por lo mismo, alquilándoles
remotamente algo que ya habían comprado, y el formato DiVX fracasó
estrepitosamente, porque los consumidores no son tontos.
Los consumidores quieren cosas baratas y fáciles, pero también
compatibles, no sólo con otros aparatos, sino con sus hábitos,
su estilo de vida y su sentido común. Si al consumidor le parece
normal copiar música y dársela a sus amigos, o a desconocidos,
se buscará una forma para seguir haciéndolo, y a la porra con
lo que piense Sony.
Como también comentaba un
contribuyente de Slashdot, "Si Sony me quiere poner un
firewall en el PC, yo les pondré el firewall en mi cartera".
El consumidor vota con su cartera. Y lo hace todos los días,
en las calles, en sus casas y en los centros comerciales. Y si
sé algo de los consumidores es que ellos sí que no se rendirán.
Heckler, más te vale ir pensando algo
nuevo. Y rápido, que el dique hace aguas por todas partes.
FORO:
Sony y su salida del tiesto
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