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ALBERTO
CAIRO
La pequeña fama que se ha creado Stuart Gordon en el
cine fantástico y de terror más sanguinolento
proviene de su primera película, Re-Animator (1985),
que en su momento causó un buen revuelo por el desenfado
con el que mostraba degollinas, mutilaciones y desmembramientos
varios, dentro de una trama enloquecida en la que se daban
la mano H.P. Lovecraft (autor del relato que la película
adapta -es un decir…-: Herbert West: reanimador), el
cine adolescente y la comedia negra. Re-Animator fue un éxito,
en parte gracias a la publicidad gratuita que le hacían
los espectadores más sensibles: algunos llegaron incluso
a declarar que habían tenido que salir de la sala de
proyección en las escenas más duras. Más
de quince años después de su estreno, Re-Animator
se recuerda como una peliculita divertida y aceptable. Sus
buenos resultados originarían una secuela, La novia
de Re-Animator, dirigida por Brian Yuzna, muy inferior a su
predecesora, tanto en lo humorístico como en lo terrorífico.
Después de su primer film, Stuart Gordon se instaló
en el campo del directo a vídeo, monopolizado por productoras
semiindependientes (como la Full Moon). En 1986 dirigió
otra película vagamente inspirada en Lovecraft, From
Beyond (en España Re-Sonator), que partía de
una idea interesante, la convivencia de dos universos paralelos
en la misma realidad, uno el que conocemos, y el otro habitado
por extrañas y agresivas criaturas, pero la trama desembocaba
en un delirio de mal gusto, sangre y vísceras, destrozando
por completo sus posibilidades de convertirse en una obra
digna. Dolls (1987), en cambio, mostraba un poco más
de cuidado en el guión y el ritmo.
A partir de finales de los ochenta y principios de los noventa,
Gordon se lanzó a una carrera productiva algo errática.
Robot Jox (1991) es una historia de duelos de robots gigantes
que pasó sin pena ni gloria. El pozo y el péndulo
(1991), a pesar de ir directa al vídeo, dejaba entrever
un regocijo en lo malsano que la elevaba unos puntos por encima
de la pura mediocridad. Fortaleza infernal (1993), es uno
de esos intentos de convertir al más bien inexpresivo
Christopher Lambert en una estrella del cine de ciencia ficción
y aventuras, pero se estrella por la poca entidad de su personaje
protagonista, por la endeblez de sus villanos y por los giros
sin sentido en el guión. Space Truckers (1997), por
su parte, transformaba a un gesticulante Dennis Hopper, que
acababa de salir del calvario de Waterworld (el principio
del fin de Kevin Costner), en un camionero espacial con malas
pulgas. Algo de humor grueso, chistes fáciles y una
trama sin pies ni cabeza la convierten en un producto de interés
para el coleccionista o el fan, pero poco más.
Según los primeros críticos que la han visto,
Dagon, la película que Gordon está a punto de
estrenar para la Fantastic Factory, y con la que regresa a
los mundos ominosos y oscuros de su amado H.P. Lovecraft,
es su mejor trabajo hasta la fecha. A juzgar por el trailer,
por lo menos ha cuidado la ambientación (esa bruma
eterna, esa lluvia persistente), y la presencia de Paco Rabal
puede dar al conjunto del film algo de entidad. Ya veremos.
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