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Trailer de la película

 

Un ogro de 41.000 millones

por BEATRIZ SARTORI (MAGAZINE)

Está en boca de todos y su orondo y verde protagonista se ha convertido en el actor más cotizado del año. Shrek cuenta las aventuras de un ogro que, en compañía de un asno, intenta rescatar a una princesa recluida en un castillo. Dirigida por dos realizadores noveles, Andrew Adamson y Vicky Jenson, respaldada por la minuciosa producción de los estudios DreamWorks –fundados en 1994 por los poderosísimos Steven Spielberg, David Geffen y Jeffrey Katzenberg–, la película se ha destapado como un auténtico fenómeno. Desde su primera proyección, el pasado 12 de mayo en la sección oficial a concurso del Festival Internacional de Cine de Cannes –en la que desde Peter Pan (1953) no competía ningún filme animado–, la cinta se ha considerado una obra maestra. Camino de convertirse en uno de los títulos más rentables del año, es la responsable de que la supremacía de Disney en el terreno de los largometrajes de animación haya quedado en entredicho, y también el instrumento de venganza de Jeffrey Katzenberg.

Hace siete años, este genio de Disney se enfrentó al supremo Michael Eisner para que le concediese un nuevo puesto, pero acabó dando un portazo, demandando al estudio –al ganar el pleito cobró una indemnización de miles de millones de pesetas, que hicieron de él uno de los hombres más ricos de la industria de los dibujos animados– y fundó DreamWorks, donde se encarga del sector de animación. Con 50 años, su privilegiada imaginación ha creado ya películas tan singulares como HormigaZ y Rebelión en la granja y prepara cuatro títulos más: Spirit: Stallion of Cimarron, Tusker, Madagascar y, con plastilina, la fábula de Esopo La liebre y la tortuga.

A raíz de aquel contencioso, se dice que Katzenberg sólo vive para humillar a sus anteriores compañeros y las bromas acerca de las películas tradicionales de Disney en Shrek parecen confirmarlo, aunque él lo ha negado insistentemente: “No hay ninguna intención en ese sentido. Es verdad que se parodian algunos de esos cuentos, pero simplemente por dos razones: porque ofrecían posibilidades cómicas y porque están en la mente de todos, puesto que hemos crecido con ellos”.

En la relativamente breve historia de DreamWorks, Shrek es ya, a las siete semanas de su estreno, la película que más dinero les ha proporcionado, y eso que cuentan en su haber con hitos como Gladiator, American Beauty y Salvar al soldado Ryan. Estrenada el 18 de mayo en Estados Unidos, el primer fin de semana superó los 7.980 millones de pesetas, desbancando al filme del momento, El regreso de la momia, y recaudando más de la mitad de los 11.400 millones de pesetas invertidos para su realización. Desde ese día y hasta el 24 de junio, la cifra alcanzaba los 40.850 millones, superando una barrera, la de los 38.000, que, a juicio de la industria cinematográfica, marca la diferencia entre una película de éxito sin más –como la citada El regreso de la momia, hasta la fecha con unos 37.240 millones, y un taquillazo.

Para los expertos, el tirón de taquilla no sólo hay que buscarlo en su calidad, sino también en el nuevo auge que parece vivir el cine familiar. Sus otros competidores han sido Spy Kids, de Robert Rodríguez y protagonizada por Antonio Banderas, y la colosal Pearl Harbor, que aterrizó en las pantallas con pésimas críticas y que ha hundido al estudio Disney en un momento crítico sin precedentes en su historia.

Abrumados por las cifras de una cinta que, para colmo, no goza de un presupuesto abultado (sus 11.400 resultan casi una ganga en comparación con el coste de Toy Story, unos 17.100 millones, y Tarzán, alrededor de 28.500), los analistas consideran que, en un año, con los beneficios de derechos de emisión por televisión –vendidos a la cadena NBC por 5.700 millones de pesetas y por 19.000 para el resto del mundo–, vídeo y DVD, se batirá el récord de los 76.000 millones. Una cantidad que, por ejemplo, El rey león, la película de animación más rentable de la historia con unos 70.870 millones, ni siquiera rozó, seguida por Toy Story, casi con 46.740 millones, y Aladdin, con unos 41.230 millones.

Un cuento al revés. El argumento de Shrek no puede ser más tópico y, a la vez, más atípico. La acción presenta a un ogro de encendido color verde y generosas curvas, con halitosis y mal carácter, que vive plácidamente en una ciénaga. Sus hábitos domésticos son de lo más discutibles (utiliza la cera de sus pabellones auditivos para elaborar velas con las que alumbrarse), y los sociales, inexistentes: odia a cualquier bicho viviente, sobre todo, si se trata de personajes procedentes de cuentos clásicos. Y, precisamente, sus desgracias comienzan cuando Pinocho, Blancanieves con sus siete enanitos y Cenicienta, entre otros, se instalan en sus dominios al ser expulsados de las tierras del malvado Lord Farquaad. Indignado, Shrek llega a un acuerdo con el pequeño tirano para que sus inesperados huéspedes regresen a su hogar: rescatará a la princesa Fiona de las garras del dragón que la custodia. Así, Farquaad conseguirá casarse con ella, que todos le rindan pleitesía al haberse desposado con una integrante de la realeza y dominar un reino que él imagina al más puro estilo Disneyworld.

Los elementos que hacen de esta premisa argumental “un cuento de hadas subversivo y una comedia irreverente”, como lo define Katzenberg, son las parodias de los personajes de Disney que salpican la historia y las características poco habituales de sus personajes. A saber: Shrek, lejos de ser odioso, despierta ternura por su falta de sensiblería y los exabruptos con los que paraliza los intentos de cantar de uno de sus acompañantes en el rescate, el Asno; Fiona está hartísima de ser guapa, no es lo que se dice demasiado femenina y pelea como la Trinity de Matrix. Además, esconde un terrible secreto, que la hace desaparecer por las noches, y no tiene inconveniente en demostrar su crueldad.

Con estas variantes sobre los estereotipos clásicos, los autores han transmitido una moraleja que preside toda la cinta: la necesidad de cada uno de ellos y, por tanto, del espectador, de aceptarse tal como son, obviando las apariencias físicas. También se han alejado del sello Disney, según lo explica Katzenberg: “Ellos hacen cuentos edulcorados y musicales, que todavía siguen el patrón que estableció Walt Disney. Nuestras producciones animadas, como HormigaZ y El príncipe de Egipto, rompen con esta idea. Son diferentes, originales y siempre sorprenden”.

Voces famosas. Uno de los aciertos del equipo de Dream Works ha sido la elección de las voces que dan vida a los personajes en la versión original. Michael Myers, el intérprete de Austin Powers, aporta su acento escocés al personaje de Shrek. Sustituyó al actor original, Chris Farley, muerto prematuramente en 1998 tras una vida de excesos. Myers no quedó conforme con la primera grabación y pidió una segunda. El capricho supuso un gasto adicional de unos 800 millones de pesetas sobre el presupuesto.

El fiel escudero, Asno, se expresa a través de Eddie Murphy, que repite tras prestar su voz al dragón Mushu en Mulan. Y la angelical Cameron Díaz da su peculiar entonación a la princesa Fiona. “Ha sido una de las experiencias más liberadoras de mi vida. Pude hacer todas las locuras sin tener que ponerme maquillaje y con el pelo hecho un asco en una coleta”, ha declarado la actriz. En la versión española, la pareja protagonista tendrá las voces del dúo Cruz y Raya.

Otro de los elementos que confieren a esta obra un aspecto nuevo es la banda sonora. Una vez más, y en contra de los dictados de Disney, en ella no aparecen canciones melódicas ni temas de amor al uso compuestos por los artistas fijos de la casa del ratón Mickey (estilo Alan Menken, sir Tim Rice o Elton John), sino que ha fichado a gente con un tinte más moderno, como Smash Mouth o Joan Jett.

El esbozo inicial de los protagonistas y de la historia es mérito de Walter Steig, un ilustrador norteamericano que trabajó para la prestigiosa revista New Yorker y que hasta los 61 años no publicó su primer libro para niños. En 1990, con 83, editó Shrek!, un librito de 26 páginas acompañado de dibujos que cayó en manos de uno de los productores de DreamWorks, John H. Williams, a través de sus hijos. Los ingeniosos juegos de palabras de sus protagonistas y los defectos y características humanas que poseían las criaturas y animales del texto cautivaron a sus socios, que encargaron a Terry Rossio y Ted Elliott, los guionistas de Aladdin, su adaptación cinematográfica. Coincidiendo con el estreno de la película, Ediciones B publica en España el libro del que partió la idea y otro que alienta el culto al filme: Las mejores escenas de Shrek.

Una vez que el guión estaba en marcha, llegó la parte más complicada: redefinir la anatomía de los protagonistas. Plasmados con un trazo simple y con colores chillones por Steig, los estudios realizaron más de 50 figurines en plastilina antes de decidirse por un Shrek notablemente más gordo que el original y, según cuentan los más maldicientes, sospechosamente parecido a Michael Eisner, el jefazo de Disney. Una plantilla de 275 animadores se dedicó durante cuatro años a ultimar una cinta generada enteramente por ordenador. Los diferentes sistemas desarrollados por DreamWorks han permitido dotar a los objetos y personajes de texturas extraordinariamente parecidas a las reales.

Las revolucionarias técnicas empleadas, que han supuesto los avances más significativos en el campo de la animación, son principalmente dos: el sistema facial, utilizado por primera vez en HormigaZ, que ha dotado a Shrek de la cualidad de ocultar sus sentimientos, esto es, dice una cosa pero en su rostro se adivina que piensa otra, y el FLU (Fluid Animation System), que recrea la densidad y el comportamiento de elementos como el agua o el barro.

Así, partiendo de los monigotes de plastilina, se dibujaron los personajes y, gracias al programa facial, se recreó la calavera de cada uno. A continuación, y mediante un simulador, se recubrió de los músculos y la piel, programada para responder al movimiento de los primeros como lo haría un rostro humano, con los mismos defectos y líneas de expresión. Para el cuerpo el proceso fue el mismo: diseño del esqueleto, músculos, piel para las zonas descubiertas y tejidos para la ropa, que se arruga y cambia de color por el efecto de la luz.

Hiperrealismo. Como ejemplo de la minuciosidad que hay detrás de cada escena, sirva un ejemplo: cada uno de los iris de los personajes se trabajó por separado, con el objetivo de que reaccionasen a la iluminación diseñada para cada momento, al igual que los 60.000 pelos que configuran a Asno y los hilos que cuelgan de la túnica de Shrek. El resultado, que pudo llegar a ser mucho más realista, hiperfotográfico incluso, según Katzenberg, se desechó porque no lo consideraron apropiado para envolver este peculiar cuento de hadas.

Si trabajosa fue la puesta a punto de los personajes, sólo para Fiona se necesitaron 27 animadores que inventaron para ella hasta una forma de caminar. Tampoco se descuidó el entorno, que cuenta con el récord de situar la acción en 36 escenarios distintos, una variedad de localizaciones de la que no había disfrutado ninguna otra película de este tipo. Además de 2.550 extras: 1.000 para la secuencia de un torneo y otros 1.500 para la de la boda, todos diferentes gracias a un archivo de cabezas, tipos de cuerpo, pelo, rostros y ropa que se combinaron para dotar a cada uno de cierta individualidad. Tras este proceso, no es extraño que, según aseguran sus creadores, cada segundo de la película precisase de un día de trabajo de equipos de hasta 25 personas. Tras cuatro años de elaboración, la inversión ha merecido la pena. Como ha proclamado el crítico Todd McCarthy en Variety, “Shrek es una obra maestra y un clásico desde el momento en que se estrenó”.


El ogro: Alberto Cairo; La princesa: Olalla Cernuda; El príncipe: José Luis de Vicente


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