EL MUNDO / Domingo 9 de abril de 2000 / Número 28


 

HECHOS & IDEAS

Los autores, profesores del Instituto de Empresa, analizan la carrera, en muchos casos precipitada, hacia la digitalización que domina a las empresas españolas e internacionales, y proponen un modelo de actuación que pasa por entender realmente los cambios que representa la 'nueva economía'.

TRIBUNA DE LA ECONOMÍA Ricardo Pérez Garrido / Julián de Cabo Moreno
La importancia de llamarse E-rnesto

La fiebre Internet viene siendo una constante en el mundo financiero español de los últimos meses, gracias primero a Terra y luego a BBVA y BSCH. Las primeras páginas de los diarios (económicos o no) se han ocupado intensamente de las subidas bursátiles protagonizadas por las acciones de compañías que han anunciado, de forma más o menos difusa, su intención de añadir una e- a sus operaciones. Tanto que, sin duda ­y más tras los últimos sucesos­ podemos anunciar que la tan cacareada nueva economía ha hecho su entrada en España.

Vistas como conjunto, si algo han tenido en común las noticias que han venido provocando las alzas bursátiles ha sido el anuncio de que, próximamente, las compañías protagonistas "harían algo en Internet". Y lo curioso es que el mercado parece tratar con igual entusiasmo algo que se prevé sólido ­como el proyecto sudamericano del BSCH apoyándose en la compra de Patagon­ que a situaciones que a algunos analistas les parecen lindantes con el surrealismo económico, como cuando Telepizza sube más de un 30% porque anuncia que va a hacer algo en Internet, sin ­digamos con generosidad­ clarificarlo mucho.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico se considera un fracaso que Palm, la productora del 90% de los asistentes personales digitales del mercado americano, suba en su primer día de cotización sólo un 150%. Y es que, claro, visto desde la óptica Internet, Palm produce ladrillos, y cuando una empresa fabrica productos tangibles, sus cuotas de mercado y proyecciones de beneficios devienen fácilmente predecibles. La consecuencia es simple: con ese lastre, sus márgenes de crecimiento sólo le permiten un PER actual de 1.300.

Llevando la reflexión un poco más allá de los datos concretos, es interesante ver como la tecnología se usa cada vez más para enviar señales al mercado. Probablemente sea ésta la mejor forma de reconocer la entrada de esta nueva economía. Un ejemplo válido que envuelve a dos de las diez compañías más capitalizadas de España: Telefónica y Terra: pese a que la segunda ha anunciado pérdidas por 28.000 millones de pesetas en su primer año, la primera está mucho más valorada por los mercados desde que actúa con decisión en el nuevo escenario. Un segundo ejemplo ­norteamericano en este caso­ es el de SABRE, una filial de American Airlines que ya vale dos veces mas que su matriz. Tomen nota los inversores locales a la hora de valorar el más cercano caso de Amadeus e Iberia.

Este es un nuevo mundo de salidas a bolsa millonarias, donde los bancos de inversión ya no son los únicos actores. Es fácil recordar las imágenes de miles de personas haciendo cola en Hong Kong para hacerse con algunas de las acciones de la primera gran privatización de un portal chino. La razón es diáfana: si hace unos años lo que se utilizaba era un fichaje estrella al modo de cualquier equipo de fútbol, o una reducción de costes, o un proceso de BPR, hoy la señal favorita para el mercado es "hacer algo en Internet".

Una señalización de este tipo, como hemos visto, puede transformarse en una enorme subida en bolsa, la captación de fondos para seguir creciendo, ganando mercado, que es de lo que se trata. Todo el mundo quiere tomar posiciones para la nueva edad de oro, y en muchas ocasiones sin tener muy claro el dónde, el cómo y ni siquiera el porqué.

En el ámbito profesional el mensaje está muy claro: si no eres capaz de hacerte con stock options en tu siguiente puesto de trabajo asegúrate de que, al menos, tu título tiene una e­ delante. Es la mejor manera de ganarse un puesto en la lista de espera para mejorar/cambiar de trabajo.

Lo mismo sucede con las compañías. Para defender el tan aireado valor para el accionista debes poner una e­ en tus negocios, aunque no tengas demasiada idea de cómo o para qué hacerlo. Seguro que encontrarás a un grupo de consultores dispuestos a ayudarte por una ­nada módica­ cantidad de dinero...

Pero, tanto en uno como en otro caso, la parte difícil del asunto es responder a las expectativas de mercado. Es decir, ¿tienes realmente un plan que especifica como quieres ser e­ dentro de seis meses? (si tu plazo son más de seis meses es que no tienes ni idea de lo que estás hablando). Y seguramente cuando llegues a ese maravilloso modelo de negocio que has diseñado, toda tu competencia esta un par de pasos mas allá... asumiendo que no estemos en el país de los e-ciegos.

¿Alguna receta? Esa es la pregunta del millón, y tiene un tajante SÍ como respuesta. El problema es que no hay una sola, sino unas cuantas. Tantas como se deriven de hacernos las dos preguntas esenciales en este nuevo ámbito: (1) ¿puedo hacer mejor las cosas que ya hago? (mejor para mi cliente, se entiende); o (2) ¿me permite el nuevo medio hacer cosas que antes no eran factibles y que benefician a mis clientes actuales o me traen mas clientes ­rentables­...? Y una vez que tomemos nota, podremos dar el paso siguiente: hacer un dibujo de donde queremos estar. Pero a lápiz, porque habrá que retocarlo permanentemente.

Si actuamos así, y si a estos puntos de partida les sumamos el conocimiento profundo de las ineficiencias de nuestro sector o negocio, y la sensibilidad para saber qué puede hacer la tecnología Internet por remediarlas, estaremos mucho más cerca del éxito. Más concretamente, estaremos ante dos posibles escenarios: nuevos negocios, o nuevas proposiciones de valor para los mismos clientes, que es donde acaban todos los buenos proyectos.

Y si ése es el camino en el plano individual y en el de las empresas, en el ámbito colectivo hace falta que el cambio en hábitos de consumo que se lleva fraguando durante los últimos tres años (multiplicando por diez los internautas españoles, entre otras cosas), se convierta en un verdadero arranque del comercio on-line. Por último, hace falta que los valores tecnológicos en bolsa dejen de ser una minoría y pasen a ser un parte fundamental del panorama económico, quizás con la tan anunciada bolsa tecnológica.

Cuando todos los cambios enumerados en los párrafos anteriores sean una realidad podremos decir que ha llegado la nueva economía a España, algo que otros países ya pueden decir desde hace un tiempo (Estados Unidos y los países escandinavos sin duda son un ejemplo). Mientras tanto, asistamos maravillados a la toma de posiciones de las grandes empresas tradicionales del mercado español de cara a la transformación que ­esperemos en bien de todos­ se nos viene encima.

 


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