EL MUNDO / Domingo 7 de mayo de 2000 / Número 32
 

romboEMPRESAS

TELECOS EN EUROPA / El proyecto de fusión de la holandesa KPN y Telefónica se ha ido al traste por la negativa del Gobierno español a aceptar la titularidad pública de aquélla y el rechazo del BBVA. El Ejecutivo y la entidad financiera han avisado a Juan Villalonga de que controlarán muy de cerca todas sus decisiones

El tropiezo holandés de Villalonga
KPN rompe las negociaciones con Telefónica por la negativa del Gobierno y el BBVA a apoyar la fusión

BALTASAR MONTAÑO

La estabilidad del sillón presidencial de Juan Villalonga, máximo ejecutivo de Telefónica, está viviendo sus horas más bajas, después de que su dueño haya sufrido una de las semanas más negras de su fulgurante carrera profesional.
La semana comenzó relajadamente para Villalonga. El presidente de Telefónica disfrutaba del maravilloso clima de Miami, mientras en la madrileña calle de Gran Vía, donde está la sede central de Telefónica, caían chuzos de punta, toda una premonición de lo que se le avecinaba. La operadora holandesa KPN y Telefónica reconocían la existencia de negociaciones para sellar una fusión que crearía la novena operadora de telecomunicaciones mundial y la cuarta europea, con una capitalización bursátil por encima de los 24 billones de pesetas.
Desde Miami, Juan Villalonga pudo comprobar cómo la Bolsa respaldaba plenamente la operación: Telefónica cosechaba el pasado martes una subida histórica, un 9,23% en una sola sesión, que elevaba el valor de la compañía en 1,23 billones de pesetas, hasta los 14,5 billones. Villalonga, quizá confiado ante esos datos, decidó no coger el avión y seguir los acontecimientos desde su retiro americano, mientras el Gobierno español y el BBVA se disponían a coger el toro por los cuernos y a atar, de una vez por todas, en corto a Villalonga, cuya errática estrategia al frente de la compañía ha traído excelentes resultados bursátiles, pero turbulencias innecesarias que han dañado la imagen de la compañía, y al propio Ejecutivo.
El día D se fijaba el pasado jueves, en el que se convocó el consejo de administración que debía decidir sobre la operación. Villalonga, dispuesto a comprobar directamente el funcionamiento de las redes de telecomunicaciones intercontinentales, decidió seguir el consejo por videoconferencia desde Miami. Y tanto que las redes funcionaron perfectamente, pues la vídeo-conferencia hubo de aguantar las más de seis horas que duró el consejo, en el que los representantes del BBVA dejaron claro que el presidente, al que veían en un gran monitor ante la mesa del consejo, lo iba a tener difícil. Villalonga empezó a verle las orejas al lobo, mientras KPN comenzaba a impacientarse.
No es de extrañar dado que varios miembros del Gobierno, con el vicepresidente y ministro de Economía Rodrigo Rato a la cabeza, bombardearon desde principios de semana la operación. El Ejecutivo no estaba dispuesto a aceptar que Telefónica se fusionase con una empresa en la que el Estado holandés controla un 43%. De haberse llevado a efecto la operación, Telefónica hubiera controlado un 60% de la nueva empresa, mientras que el resto estaría en manos de KPN, lo que confería al Estado neerlandés un 17% de la principal empresa española.
La cosa iba a más y Rato envío una carta a su homólogo holandés en la que señalaba que éste “mantiene una participación excesivamente amplia en KPN, por lo que para que se produjera la operación sería necesario que abandonara su posicición como accionista principal de forma irreversible e inmediata”. O lo que es lo mismo, o se privatiza KPN rápidamente o no hay operación. Aunque Telefónica es una empresa totalmente privada, el Gobierno español mantiene la golden share (acción de oro), que le permite vetar determinadas decisiones estratégicas de empresas que antes fueron públicas.
El proyecto de fusión comenzaba a periclitar y desde Telefónica empezaba a pensarse en una salida intermedia, que descartaba la fusión total y apostaba por la creación de una sociedad conjunta para el negocio de la telefonía móvil, que tendría un valor de unos 18 billones de pesetas y una cartera de clientes de 35 millones a finales de este año. Tanto la fusión completa como la unión en móviles eran bien vistas por los analistas, ya que con KPN, Telefónica cubría con creces un flanco hasta ahora desierto, el europeo, con la ventaja añadida de que la estrategia en móviles de KPN y Telefónica son coincidentes, pues ambas quieren participar en las subastas y concursos europeos para las nuevas licencias UMTS. Todo ello aderezado con el mantenimiento de la españolidad de la nueva empresa, que sería controlada en un 60% por Telefónica.
Pero había un escollo que, a la postre, se ha mostrado insalvable, a saber, la titularidad pública de KPN. Pero no sólo eso. El Gobierno ha querido dejar claro que Juan Villalonga manda menos que antes y ya no va a volver a campar a sus anchas por las procelosas aguas de un sector tan estratégico como el de las telecomunicaciones. Y mucho menos si este campar afecta negativamente al Gobierno y a su presidente, José María Aznar, que fue el que tomó la decisión de nombrarle presidente de Telefónica en junio de 1996.

Fracaso definitivo
La sesión maratoniana del jueves no desembocó en ninguna decisión sobre la operación, pero sirvió para que el BBVA también dejara clara su posición. La entidad financiera se ha distanciado en las últimas semanas de Villalonga, pese a haber firmado una gran alianza, el pasado febrero, con la operadora para los negocios relacionados con las nuevas tecnologías. El BBVA controla un 9,2% de Telefónica y quiere ejercer el poder que le corresponde como principal miembro del núcleo duro, en el que también está La Caixa, con un 5%. Ambas entidades financieras se mostraron muy reticentes a la operación en el consejo del jueves, actitud que se convirtió en rechazo en la prolongación de éste el viernes.
Pese a lo que se le venía encima, Villalonga no viajó a Madrid y siguió el consejo del viernes por vídeo-conferencia. La distancia (los cerca seis mil kilómetros que separan Miami de Madrid) y la frialdad de la vídeo-conferencia no ocultaron la intranquilidad del presidente de Telefónica, que vio como se le escacapaba la operación a lo largo de las poco más de tres horas que duró el consejo.
Los peores augurios se cernieron sobre uno de los principales proyectos de fusión en la Europa de las telecomunicaciones, con el permiso de la unión entre la británica Vodafone y la alemana Mannesmann, con una OPA valorada en más de 23 billones. La noticia estallaba a media tarde del viernes y no precisamente en España. En la sede de Gran Vía se producía la negativa del núcleo duro a la operación, pero la noticia se desvelaba en Amsterdam, mientras Telefónica guardaba el más absoluto de los mutismos. KPN emitió un comunicado en el que afirmaba que había “decidido romper las conversaciones con Telefónica sobre la creación de una empresa conjunta. Aunque la mayoría de los miembros del consejo ejecutivo de Telefónica ha aprobado la operación, el voto contrario por parte de un importante grupo minoritario dentro del consejo [en clara alusión a los componentes del núcleo duro] ha afectado negativamente a la confianza de KPN en el éxito futuro de la nueva compañía. KPN cree que una operación de este calado requiere un compromiso total”.
Por su parte, la operadora española se limitaba a emitir un escueto comunicado en el que señalaba que “Telefónica y KPN han decidido hoy de común acuerdo terminar las conversaciones de integración de sus respectivos negocios por considerar que no concurren las circunstancias idóneas para alcanzar el éxito de la operación”.
Primero el Gobierno y después el BBVA y La Caixa aguaban la fiesta a Villalonga. No sólo la fiesta del presente sino la del futuro más cercano. La lección infligida por éstos al ejecutivo de empresa más poderoso de España pone en entredicho su modelo de gestión al frente de Telefónica y le augura un porvenir de decisiones limitadas. El Gobierno y el núcleo duro han demostrado que han atado en corto a Villalonga, después de que no pudieran hacer nada para impedir el buen término del plan de stock options ideado por el equipo del presidente y del que se beneficiaron cien directivos o la desorbitada compra de la productora de televisión holandesa Endemol por un billón de pesetas.
Telefónica y KPN hubieran creado la novena teleco del mundo, con una envidiable implantación en Europa, gracias a KPN, y Latinoamérica, gracias a Telefónica, así como en el segmento de la telefonía móvil, con la creación de un gigante con más de 35 millones de clientes. Ahora ambas habrán de buscar nuevos aliados para afrontar las costosas licencias de UMTS, algo que en Telefónica se antoja bastante complicado por las reticiencias del BBVA.

Gráfico
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