EL MUNDO / Domingo 7 de mayo de 2000 / Número 32
 

Juan Villalonga había apostado fuerte por la fusión con la holandesa KPN. El Gobierno se ha empleado por primera vez a fondo, contactando directamente con algunos de los consejeros de Telefónica. Era una buena operación para la operadora española, que se hubiera convertido en la segunda de Europa, con el 62% del capital de la resultante.

LA RUEDA DE LA FORTUNA Jesús Cacho
El final de la escapada

Jesús Posada, ex ministro de Agricultura por obra y gracia de los servicios prestados en Castilla y León, volvió aquella noche muy contento a casa. Faltaban pocos días para que se hiciese pública la composición del segundo Gobierno del PP, y una pregunta lo mantenía en vilo: ¿consideraría Aznar que ya había saldado la deuda de honor que mantenía con él? Aquella noche pudo, por fin, dormir tranquilo: el presidente le había comunicado que iba a ser ministro de Defensa.
Pero a Jesús Posada se le heló la sangre en las venas cuando, el mismo 27 de abril, en el corto espacio de tiempo transcurrido entre las dos visitas que Aznar realizó ese día a Palacio, recibió una llamada anunciándole que se había producido un cambio de planes y que tenía que aceptar otro destino.
– Pero... ¿dentro del Gabinete? -preguntó con un hilo de voz.
– Sí, sí, por supuesto.
– Ah, muy bien; en ese caso, donte tú quieras.
Se trataba del Ministerio de Administraciones Públicas. Hasta aquí, los datos contrastados. A partir de aquí, la interpretación de los mismos, interpretación de la que parece colegirse que Su Majestad sigue teniendo mucho que decir en el nombramiento del ministro de Defensa, aunque esta vez, y en contra de lo ocurrido en mayo del 1996 con Eduardo Serra, debió limitarse a elegir entre el abanico de futuros ministrables que le presentó Aznar. El Rey optó por Federico Trillo, a quien el cambio de Justicia por Defensa produjo un entusiasmo perfectamente descriptible, el mismo que el propio Trillo ha provocado entre el alto mando militar.
Peor sería haber quedado fuera del Gobierno, como temía Posada. El caso es estar en la pomada, mojón en foto de familia, lucir cartera, aunque algunos, borrachos de poder, estarían dispuestos a dar dinero por situarse lejos del ojo público. Es el caso de Juan Villalonga (JA), el hombre que, desde Mario Conde a esta parte, más ha convulsionado el gallinero patrio.
Animado por el relativo éxito obtenido en el Comisión Delegada del miércoles 26 de abril, JV se atrevió a presentar en consejo el proyecto de fusión con la holandesa KPN. Desde los tiempos en que su amigo Ben Verwaayen, actual vicechairman de Lucent Technologies, era el hombre fuerte de la operadora holandesa, le tenía echado el ojo a KPN. Por tamaño, era la verdadera opción de un Villalonga dispuesto a despistar al personal con operaciones más o menos ficticias como la de BT. Estaba decidido a echar el resto con los tulipanes.
Tan sobrado va este hombre por la vida que planteó uno de los consejos más problemáticos de los últimos años a través de videoconferencia. Porque JV está en Miami, y no está dispuesto a dejar Miami hasta que Adriana Abascal, ex de Emilio Tigre Azcárraga, no dé a luz a la hija de la pareja, cosa que está a punto de producirse. Y cuando, en la tarde del jueves 4, algún consejero, cabreado con el ninguneo, quiso hacerle ver lo inadecuado del sistema dada la importancia del asunto a tratar, JV respondió que en ningun caso estaba dispuesto a dejar sola a su amada en tan apurado trance.
JV confiaba demasiado en su poder de persuasión. El consejo, sin embargo, no pudo empezar con peor pie cuando, poco antes de su inicio, se hizo pública la carta dirigida por Rato a su homólogo holandés, Gerrit Zalm, exigiendo la venta, “irreversible e inmediata”, del 43% que el Gobierno de La Haya mantiene en KPN, como condición sine qua non para autorizar su fusión con Telefónica.
El Gobierno Aznar hizo algo más que contestar con cajas destempladas a la atenta misiva que el propio Zalm había dirigido a Rato el 3 de mayo: por primera vez se empleó a fondo, hablando con los accionistas de referencia y algunos de los consejeros llamados independientes.
El BBVA, con Uriarte al frente, no necesitaba estímulos adicionales para descalificar una operación que diluía considerablemente su paquete sin la recompensa de una buena prima. Tras el breve e intenso noviazgo de aquel pacto que conmocionó la precampaña electoral, la guerra entre el superbanco y el presidente de Telefónica está de nuevo en su punto álgido, guerra a muerte, hasta el punto de que JV ha tratado de vengarse de la afrenta de esa vicepresidencia que le fue finalmente negada, acercándose a su competidor, el BSCH de Botín, con ofertas a cual más ventajosa.
Como ocurrió en los momentos más dramáticos de la peripecia Conde, JV está ahora dando palos de ciego, tomando decisiones apuradas contra el reloj, iniciativas al borde del precipicio que acabarán conduciéndole al abismo, aunque ninguna tan insultante como la ya famosa videoconferencia.
Es evidente que habiendo manifestado el Gobierno holandés su intención de desprenderse cuanto antes de su participación en KPN, comprometiéndose, además, a no disponer de sus derechos de voto el tiempo que tardara en hacerlo, debía haber otras razones por las que el Gobierno Aznar se opusiera a la fusión. Las razones, en la mente de todos, tienen nombre propio.
Lo cual no deja de ser un escándalo grande, como grande es el riesgo que asume el Gobierno de Madrid, porque esa sería, desde casi todos los puntos de vista, una espléndida operación para Telefónica, la única, dentro de un contexto europeo, que permitiría asegurar un cierto grado de españolidad de la sociedad resultante, al tiempo que posibilitaría el acceso de la operadora española al mercado de la telefonía, sobre todo la móvil, de la UE. Aznar eligió mal al amigo, y las consecuencias de ese error va a pagarlas ahora Telefónica.
Así se escribe la Historia de una operación fallida que hubiera convertido a Telefónica (62% del capital de la resultante)en la segunda operadora europea, una sociedad cuya razón social iba a estar en Madrid, sometida a las leyes españolas, con el consejo repartido al 50%, pero con el voto de calidad del presidente (consejero delegado holandés), que iba a ser siempre un español. Se trataba, en realidad, de la compra de KPN por Telefónica, pero también de la fuga definitiva de Villalonga, algo que ha forzado a todos a quitarse la careta.
A última hora del jueves, JV pidió a cara de perro el voto del consejo, y con esfuerzo logró sacar adelante la votación por mayoría simple (12 a 8 –BBVA, Caixa , Maximino Carpio y César Alierta–), lo cual venía a significar una derrota en toda regla. Para darla esquinazo, propuso continuar el consejo el día siguiente, esperando que alguien cambiara de posición. Intento vano. El viernes 5, y con los holandeses de KPN delante, no fue preciso votar. La Caixa, que había llegado dispuesta al sí, se afianzó en el no. En tales condiciones, nadie podía dar un duro por el éxito de una operación que, de partida, contaba con la oposición de los accionistas de referencia y del Gobierno español. De ello tomó buena nota la propia KPN, que en la misma sede de Gran Vía 28 anunció la renuncia unilateral a la fusión.
Más que un revolcón, Juan Villalonga ha recibido una cornada mortal de necesidad al inicio de la temporada taurina, que es cuando más graves suelen ser las cogidas. Una cornada que, aquí y ahora, debería significar la renuncia al cargo, la dimisión.
A Villalonga, al Gobierno y al BBVA no les queda más salida que vestir el santo de esa dimisión de manera honorable, para tratar de minimizar en lo posible las múltiples y variadas consecuencias del estropicio. Porque aquí todo el mundo juega con las cartas marcadas, todos tienen vergüenzas que ocultar, unos han contabilizado gloriosas plusvalías gracias a Villalonga, y otros pueden haber recibido favores (alguien se vanagloriaba días atrás en Gran Vía de que JV estaba más seguro que nunca, “porque a éstos les hemos financiado la campaña”) de los que tendrían que dar muchas explicaciones.
Al final, todo apunta a que la salida de Villalonga será el resultado de un pacto a tres bandas. ¿Se agotó el hilo de la cometa?


www.nueva-economia.com