EL MUNDO / Domingo 5 de noviembre de 2000 / Número 53
 

romboHECHOS & IDEAS

Jaime Velasco
Air Europa, o la esperanza frustrada de la liberalización aérea

El 31 de enero de 1994, Air Europa, una entonces pequeña compañía de vuelos charter creada por el empresario del transporte Juan José Hidalgo, escribió una página imborrable en la historia del transporte aéreo español. Aprovechando la liberalización del sector, los aviones de Air Europa inauguraron sus servicios regulares entre Madrid y Barcelona, plantando por primera vez cara a Iberia en su línea más rentable. Los siguientes meses fueron el escenario de una pugna feroz por el mercado interior del transporte aéreo, con Air Europa y Spanair abriendo nuevas rutas, y obligando a Iberia –que entonces presidía Juan Sáez, actual director general de Air Europa–a reducir sustancialmente sus precios para evitar una mayor erosión de su hasta entonces cautivo mercado.
A lo largo de aquélla dura batalla, Juan José Hidalgo, el empresario salmantino que comenzó su carrera fletando autobuses para llevar emigrantes a Alemania, personificó todas las virtudes de la apertura a la competencia del mercado aéreo, con sus ventajas para el usuario en forma de tarifas más bajas y capacidad de elegir. En los dos primeros años de liberalización, las dos aerolíneas privadas arrebataron a Iberia el 36% del tráfico entre Madrid y Barcelona, y cuotas menores en otros trayectos.
Sin embargo, las cosas no tardaron en torcerse. Desde mediados de 1997, con las pérdidas operativas en subida libre y los costes fuera de control, el grupo comenzó a pisar el freno de lo que hasta ese momento había sido una carrera por captar cuota de mercado. La estrategia de recortes aplicada por Juan Sáez tras su llegada al grupo culminó en enero de 1998 con la firma de un acuerdo con Iberia, por el que la aerolínea de la Sepi se hacía cargo de buena parte de la flota de Air Europa, y de los aviones nuevos a cuyo pago no podía hacer frente la compañía de Hidalgo. Aquel pacto, por el que Hidalgo tiraba la toalla y se echaba en brazos de su gran rival, selló el principio del fin para Air Europa, cuya situación financiera siempre ha sido débil. En el último ejercicio, cerrado en octubre de 1999, presentó un escasísimo beneficio neto de 307 millones sobre una facturación de 88.158 millones, y un endeudamiento de 27.422 millones frente a unos fondos propios de 5.427 millones. En el sector se da por seguro que la empresa ha entrado en pérdidas en el último ejercicio.
En Iberia, el desenlace se interpretará seguramente como un triunfo. Para los usuarios, no parece que haya motivos para la alegría. De hecho, Aena ya ha expresado su preocupación por el golpe a la competencia que supone el acuerdo de absorción, y su disposición a revisar los slots, o derechos aeroportuarios, de ambas compañías para evitar situaciones de dominio. Seguramente, la nueva situación será positiva para Spanair, que queda ahora como única competidora de Iberia. La liberalización aérea no ha sido un completo fracaso –al menos, Iberia ha aprendido a competir en el mercado interior–, pero se ha quedado muy lejos de las expectativas.


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