EL MUNDO / Domingo 5 de noviembre de 2000 / Número 53
 

romboHECHOS & IDEAS

EL HILO CONDUCTOR John de Zulueta
Surrealismo vasco

Con la noticia casi semanal este verano y otoño de un atentado de ETA, en los últimos almuerzos de trabajo la conversación siempre versa sobre el problema vasco. El propietario de una importante cadena hotelera me confesó que tiene establecimientos esparcidos por todo el país, pero ninguno de ellos en el País Vasco. “Demasiadas amenazas”, afirma. Otros empresarios, que trabajan en la región, como Alfonso Basagoiti, presidente del Círculo de Empresarios Vascos, se quejan de “una sensación de desamparo y abandono”. Y, entretanto, ETA sigue recaudando de aterrorizados empresarios, con la precisión de la mafia siciliana, un impuesto revolucionario. La situación es tan surrealista como algún cuadro de Dalí.
Es, en efecto, irreal ver a un joven rebelde vasco dando patadas a un ertzaina hasta dejarlo prácticamente en coma, con un vídeo grabado de los hechos, y enterarse luego de que ha sido absuelto por los tribunales. Siete años más tarde, este alborotador se convierte en el terrorista asesino de un médico militar y de un político y en cómplice del asesinato de un fiscal. ¿Y no era surrealista observar el sábado pasado una multitudinaria manifestación en San Sebastián a favor de la "desobediencia civil"? ¿Y cuántas veces hemos visto en el telediario los ataúdes de terroristas, cubiertos con la ikurriña, paseados por pueblos para que los aclame el populacho? No es de extrañar que muchos hombres de negocios miren al País Vasco como un agujero negro a evitar.
Si algún día las verdes colinas de Euskadi han de ser el lugar que albergue la versión española de Silicon Valley, el clima político tiene que caldearse muchos grados. Los bienes vascos de la Era Industrial: empresas metalúrgicas, astilleros, altos hornos, plantas de energía hidroeléctrica tienen poca importancia en la creciente nueva economía. Con comunicaciones instantáneas globales, las nuevas empresas y servicios de la era de la información pueden ser selectivas sobre su ubicación. Unos profesionales locales bien entrenados son esenciales, pero el éxodo de trabajadores cualificados es constante en el País Vasco. Solamente cuando la situación política pase del surrealismo de Dalí al realismo de un Antonio López entrarán en acción los inversores en masa. Quieren ver unos cuantos años de convivencia pacífica. Los 14 meses de tregua fueron un comienzo. Y el turismo se está incrementando gracias a las maravillas arquitectónicas de Frank Gehry, Norman Foster y Rafael Moneo. Le sigue la inversión privada a cuentagotas. Aunque algunas cadenas hoteleras nacionales se muestran aún reacias a invertir en la región, el grupo Sheraton, con apoyo local, acaba de anunciar la construcción de un nuevo establecimiento cerca del Guggenheim. Por lo menos los turistas podrán dormir tranquilos.


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