EL MUNDO / Domingo 5 de noviembre de 2000 / Número 53
 

El Gobierno está decidido a imponer fuertes condiciones a Endesa e Iberdrola para dar el visto bueno a su fusión. A la preocupación por las desinversiones de activos exigibles por Economía, se une en las empresas el temor al papel ante Moncloa, menos decisivo de lo que muchos pensaban, de Manuel Pizarro. Hay pelea para rato.

LA RUEDA DE LA FORTUNA Jesus Cacho
SuperEndesa y los siete enanitos

Pasó la hora de las celebraciones. Para Rodolfo Martín Villa e Íñigo Oriol llegó el momento de la verdad, la hora de hacer bueno ese proyecto de gran empresa que figura en el frontispicio de la mayor fusión industrial de la Historia de España. Convertirla en realidad frente a las exigencias del Ejecutivo y de las autoridades de la competencia. La pelota está ahora en el tejado del Gobierno.
En el puente de mando de ambas empresas hay cierto temor a que los requisitos de Economía hagan inviable la operación. “Esta es una fusión que Rato ve posible siempre y cuando dibuje una estructura más competitiva del sector”, asegura Luis de Guindos. “Que se preparen Martín Villa y Oriol, porque las condiciones van a ser muy duras. No vamos a aceptar que nos vendan un par de cosas y a correr. Que no tengan la más mínima duda: De faenita de aliño, nada de nada”.
“Cuando vinieron a contarme el proyecto les expuse claramente nuestra filosofía: si venís con esta operación bajo el brazo, os vamos a obligar a meter el bisturí de forma drástica, porque después del episodio Fenosa-Cantábrico estamos metidos de hoz y coz en una posición sobre el mercado eléctrico que no nos permite más margen de maniobra que la defensa de los consumidores”, señala el propio Rato. “Lo que pasa es que ellos vinieron con parte de los deberes hechos, abriéndonos puertas que en aquella operación estaban cerradas. Dicho lo cual, el Gobierno se va a colocar alguna medalla a costa de esta fusión. Desde el punto de vista político, está claro que no sólo no vamos a dejarnos una pluma en esa gatera, sino que vamos a llevarnos algo”.
“La clave va a estar en saber qué mix de activos están dispuestos a vender, qué grupos de generación se sacan de Iberdrola y cómo se adjudican y a quién. Porque no vamos a admitir que vendan la chatarra”, asegura una autoridad de la competencia. “No aceptaremos un modelo eléctrico compuesto por super- Endesa y los siete enanitos, que haga de la competencia una ficción. La madre del cordero va a estar, pues, en la exigencia de poner a la venta un mix que sea competitivo, del que puedan sacar tajada no sólo empresas extranjeras sino también españolas. Porque, al final, los únicos que podrán echarle un pulso en serio a la nueva Endesa serán Unión-Fenosa, con el BSCH detrás, y Gas Natural (Repsol), con el BBVA”.
A la fusión le queda mucho camino por delante. Economía remitirá esta semana la correspondiente notificación al TDC, con fecha tope en el 18 de noviembre. Luego, el tribunal tiene dos meses para emitir opinión, y el Gobierno otro más antes de llevarlo a Consejo de Ministros. Cuatro meses en total.
La preocupación por las desinversiones que pueda exigir Economía es compartida en ambas empresas. “Endesa e Iberdrola representan sólo el 5% del mercado europeo, donde hay tinglados mucho más grandes”, asegura Íñigo Oriol. “El señor Brufau dice que Gas Natural se ha abierto a la competencia, siendo así que la ley le permite mantener hasta el 70% de sus activos de distribución. Nosotros vamos a sumar el 78,5% de la distribución eléctrica. Tendremos que negociar ese porcentaje, pero ¿hasta qué tope? Tomemos como referencia lo que se ha hecho con el gas en las medidas liberalizadoras de junio. ¿Por qué los eléctricos han de ser menos que el gas, cuando están más divididos y han bajado mucho más los precios que el gas? Esta es una buena operación, pero hay que hacerla viable, porque se trata de hacer una empresa competitiva a nivel mundial”.
¿Piensa Rato lo mismo que Montoro sobre la fusión? ¿Y lo mismo que José María Aznar? Durante una cena celebrada en el Palacio Real con motivo de la visita de Mohamed VI a Madrid, Aznar, ante testigos, saludó a Oriol de esta guisa:
–Y ¿qué dice Íñigo de la fusión?
–Sé que me estoy dirigiendo al presidente del Gobierno de España –contestó el aludido–, y por eso tengo que responder que no sé de qué me hablas, presidente...
Todavía no se había hecho pública la operación, y pocos de los presentes hubieran imaginado en Aznar una frivolidad semejante si la cosa no hubiera estado madura de algún modo, si el Gobierno fuera contrario a la operación. Quienes, dando esto por sentado, piensen, sin embargo, que la fusión ha encontrado en Moncloa a su gran valedor podrían llevarse un chasco. No es así como las cosas funcionan con José María Aznar, algo que, al parecer, ha podido comprobar el propio Manuel Pizarro estos días.
En efecto, un recelo añadido, una preocupación más sutil, más difusa que la tijera de Rato, se ha extendido en las últimas jornadas por los cuarteles generales de Endesa e Iberdrola, y es que, contra de lo que muchos creían, Pizarro no es el hombre de Aznar en esta historia, por más que sea él quien figure como heredero de la operación.
–¿Entonces, nos hemos equivocado todos?
–No. Pero Pizarro no es exactamente lo que parece –aseguran en el entorno presidencial–. Y los que han confiado en él como correa de transmisión se han equivocado. La operación no tiene en Manolo el valedor seguro que muchos habían supuesto, aunque muchos son también los que piensan que si Pizarro quiere peces, tendrá que mojarse ahora el culo. Lo cual quiere decir que hay pelea política y recorrido por delante.
Fue el de Iberdrola quien primero se dio cuenta de que algo fallaba. Era Pizarro quien lo garantizaba todo, o al menos eso le dijo su partenaire en la operación. Oriol le creyó porque, cansado de luchar contra su primo, necesitaba creerlo, y de repente resultó que no, o no tanto, pero bueno, Manolo, ¿no eras tú el encargado de hablar con FG? ¿Cómo se explica entonces el número que estos tíos del BBVA me han montado en mi Consejo? Coño, a ver si ahora nos monta el Gobierno una parecida...
Dudas e incógnitas por doquier. Incoherencias, contradicciones y palos de ciego también en el Ejecutivo, de las que se hacía eco esta semana Financial Times en un editorial crítico con Aznar. ¿Marjorie Scardino saliendo en defensa de su amigo Rato, “caído en desgracia” según el diario? Temor en Endesa e Iberdrola, desconcierto en el Gobierno y cambios en el mundo empresarial, con realineamiento general de alianzas tras el maremoto eléctrico. ¿Cómo se está gestionando en la sede de Azca la contradicción existente en la cúpula entre un FG deudor de Pizarro y un Ybarra enemigo declarado de Oriol? Pelea también entre Isidro Fainé y Antonio Brufau en una Caixa obligada a optar entre Repsol o Iberdesa, con un Vilarasau en progresivo fuera de juego.
Los bancos de negocios siguen trabajando. Los bufetes, también. Uría & Menéndez, por parte de Endesa, y Clifford Chance, por Iberdrola. Aunque para bufete el que se ha echado al coleto el ilustre Alfonso Cortina, alucina vecina, nada menos que Matías Cortés ha estado asesorando al presidente de Repsol, metido en el despacho del presidente de Repsol día y noche mientras don Alfonso deshojaba la margarita de opar o no a Iberdrola.
Un Cortina, convertido, según Oneto, en “representante de la nueva beautiful que rodea al PP” que, además de quedar como perdedor, ha explicitado en demasía su derrota, situación delicada, si no peligrosa, tratándose de una empresa tan atractiva para las grandes multinacionales petroleras como Repsol. El rumor está en el mercado.
Y Oriol de ganador. Un ganador dispuesto a rentabilizar la victoria antes de tiempo. “Íñigo lleva 40 años en puestos de responsabilidad”, asegura el propio Oriol, “y no ha metido el cazo en ningún sitio. Yo no me he llevado el pastón de Villalonga y he aumentado el valor cuatro veces”. El de Iberdrola ha establecido a toda prisa un sistema de stock options, que él y sus directivos podrán cobrar antes de formalizarse la fusión, algo que se ha negado a hacer Martín Villa, todo un ejemplo de coherencia hasta el final. Y es que la virtud es aburrida. Y además cotiza a la baja.


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