EL MUNDO / Domingo 1 de abril de 2001 / Número 74
 

romboMERCADOS

EL ÚLTIMO DURO Carmen Llorente
El sufrido pequeño inversor

El pequeño inversor. Aquel ciudadano español de clase media que tiene parte de sus ahorros en acciones -son ya ocho millones, la mitad de la población activa- está harto de ser utilizado y no ser tenido en cuenta. Se siente indefenso y maltratado dentro de la gran maraña bursátil, en la que las grandes instituciones y los accionistas mayoritarios hacen y deshacen a su antojo.

Que al presidente de una empresa le interesa en un momento determinado vender su compañía. Lo hace sin tener en cuenta al accionista minoritario, ni preocuparse de que éste obtenga el mejor precio posible en la operación. Que una empresa ya no quiere seguir cotizando en Bolsa, lanza una OPA de exclusión a bajo precio, dejando sin alternativa alguna de elección al sufrido pequeño accionista.

Eso sí, cuando hay una gran OPV (oferta pública de venta) la empresa se lanza a la captura del pequeño inversor, necesario en muchos casos para poder sacar todo el papel deseado al mercado. Durante los últimos años hemos visto cómo, repetitivamente, en las numerosas colocaciones realizadas, la compañía ampliaba a su antojo el tramo minorista en el caso de que no tuviera suficiente demanda en el institucional.

Pero si la oferta de venta contaba con suficiente apoyo institucional, se olvidaba por completo del pequeño accionista, al que dejaba sólo un número minoritario de acciones.

Y esto sin olvidar que en una OPV, el inversor particular hace una oferta de compra en la que sólo conoce el precio máximo de venta. Mientras el institucional lanza abiertamente su precio. “Estoy dispuesto a entrar a tanto, sino no me interesa”.

Pero el pequeño inversor no es tonto. Va aprendiendo a fuerza de palos. Sabe ya que todo lo que sale a Bolsa no es bueno y que es muy importante el precio de venta.

Así, en la OPV de Iberia, en plena crisis bursátil y cuando muchos inversores acumulan importantes minusvalías de anteriores colocaciones, muchos pequeños ahorradores que acudieron a la colocación revocaron sus órdenes de compra al saber que el precio máximo era un tanto elevado y que se ampliaba el tramo minorista por la falta de demanda en el institucional.

Poco a poco el pequeño inversor, antes limitado al depósito bancario o a la imposición a plazo fijo, va aprendiendo a sobrevivir en el gran océano bursátil. Ha perdido dinero y en ocasiones se ha sentido un tanto engañado y maltratado. Sabe ya que OPV no es siempre sinónimo de buena inversión y, cada vez, es más precavido y selectivo a la hora de acudir a una colocación.


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