EL MUNDO / Domingo 12 de mayo de 2002 / Número 127 | |
HECHOS & IDEAS
La crisis de las televisiones de pago en toda Europa ha abierto caminos en España que antes parecían imposibles e incompatibles con los principios sobre los que se asentaba un negocio cuyas expectativas han defraudado. En este sentido, la fusión de las plataformas digitales de Telefónica y Prisa ha surgido más desde la necesidad que desde la oportunidad. Telefónica, cuyos números se deterioran por momentos, en línea con lo que sucede en el sector en toda Europa, tenía poco margen de maniobra. Sus resultados, más que mejorar por la obtención de mayores rendimientos en otros negocios, podían aliviarse atajando la sangría (420 millones de euros cada año) que representaba Vía Digital en sus cuentas. Para Alierta, cada vez era más difícil presentarse ante sus accionistas con negocios ruinosos que lastraban su desarrollo. Algo similar ocurría con Sogecable y su Canal Satélite Digital. Por tanto, desde el punto de vista empresarial, la fusión contaba con argumentos suficientes y no es necesario ser un mago de las finanzas para adivinar que traerá un ahorro de costes importante. Pero, ¿desde cuándo los problemas financieros de una empresa o un sector son un argumento suficiente para saltarse los principios de liberalización, competencia, pluralidad e interés general? Nunca. Sobre todo cuando esos problemas financieros son fruto de decisiones empresariales líbremente asumidas. ¿Es posible que se dé el visto bueno a una fusión de las dos plataformas cuando hace sólo unos meses se vetó la compra de Quiero TV por Sogecable?
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