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 DIRECTORIO   Domingo 13 de junio de 2004, número 226
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LA RUEDA DE LA FORTUNA
Endesa-Gas Natural: historia de una fusión por obligación
El eléctrico está llamado a ser el sector en el que el nuevo Gobierno realice sus ensayos empresariales. Acuciado por la presión de la opinión pública, La Caixa está casi obligada a llevar adelante la fusión entre Endesa y Gas Natural. Manuel Pizarro hace 'lobby' en Madrid entre las huestes del PP, y cuentan que ya tiene aliados en la sede de Génova.
Por Jesús Cacho

El pasado viernes 4 de junio, en La Finca de la Casa de Campo, se celebró una de esas bodas capaces de reunir a la plana mayor del empresariado patrio: las bodas del hijo de Enrique Alvarez, un tipo muy apreciado en los ambientes del dinero, segundo que fue durante años de Manuel Soto, hoy a la vera de Emilio Botín en el consejo del SCH, y luego su sustituto al frente de Arthur Andersen. ¡Oh que tiempos aquellos en los que pronunciar la mítica doble A era sinónimo, más que de rigor en la gestión de un negocio, casi un detalle de elegancia, un signo de distinción! Naturalmente, como Soto abría todas las puertas, incluida las del Banco de España de Mariano Rubio, los ricos españoles pagaban la minuta de los arturos casi con gusto. Incluso daban propina. Luego las cosas empezaron a torcerse, porque el personal se dio cuenta de que no era oro lo que relucía en AA, hasta terminar en la desaparición de la firma.


En la boda del hijo de Alvarez estaba todo el mundo, de la empresa y de la política (del PSOE no, que el nuevo poder todavía no frecuenta los salones, aunque todo se andará), con dos asuntos girando en la noria de todas las conversaciones: cuánto tiempo les queda en el cargo a los presidentes de las antiguas empresas públicas, hoy supuestamente privadas, y cuánto aguantará Pedro Solbes en funciones de bombero al frente de la economía española.

Por culpa de las europeas y del deseo de ZP de permanecer agazapado para no perjudicar sus opciones electorales, España transita desde el 14-M con una especie de Gobierno a medio gas -curioso laissez passer sobrecogido por las salidas de tono de algunos ministros/as- que todo el mundo espera pase a mejor vida a partir de mañana mismo. La declaración de esta semana -enésima rectificación- según la cual no se tocará la tributación de las plusvalías ha sido altamente valorada por el mercado, por cuanto permite imaginar que declaración de principios tan importante no ha podido ser realizada a humo de pajas y sin el apoyo expreso del presidente del Gobierno. Porque ésa es la clave, la incógnita que el mundo económico quiere ver despejada cuanto antes: ¿Hasta qué punto la política de Solbes va a contar con el pleno respaldo de Zapatero? Como las alegrías duran ahora lo que un caramelo a la puerta de un colegio, esa sensación de optimismo se enfrió de inmediato al oír al propio ZP rectificar a Solbes y anunciar que habrá reforma fiscal en el segundo año de la legislatura.

En el terreno empresarial, el nuevo Ejecutivo apenas ha movido ficha hasta que, esta misma semana, provocó el relevo de Pedro Mielgo por Luis Atienza en la presidencia de Red Eléctrica, un indicio para la mayoría de una verdad como un templo: El Gobierno ZP meterá la cuchara allí donde pueda. Poco que objetar: el PP colocó a Mielgo; el PSOE hace lo propio ahora con Atienza. Seguimos en las mismas: la colusión entre lo público y lo privado, o la inveterada vocación del poder político a meter mano en la gestión de las grandes empresas. La operación de REE (al margen de la preocupación que Solbes pueda alimentar en torno a los problemas judiciales de Emilio Botín, que el próximo sábado afronta la junta del SCH con el aval de haber sido el peor valor del Ibex en lo que va de año) indica que el eléctrico va a ser el campo donde el Gobierno ZP va a desplegar sus maniobras orquestales en lo económico.

La operación Endesa-Gas Natural-Agbar comienza a tomar vuelo sobre el gigantesco globo lanzado por El País. Una fusión que puede terminar saliendo incluso en contra del pensamiento inicial de sus protagonistas, o al menos de alguno de los más significados.Es el caso de Antoni Brufau, presidente de GN, a quien nunca gustó Endesa por razones varias: porque en su mix de generación predomina el carbón, materia que casa mal con el gas, y ello por mucho que las exigencias de Kioto, que colocan a la eléctrica contra las cuerdas, obliguen a renovar su parque, lo que por otro lado adelanta la necesidad de inversiones muy costosas, con los problemas laborales añadidos causados por el cierre de las minas. Al carbón hay que añadir el riesgo latinoamericano que sigue causando a Endesa dolores de cabeza sin cuento. Para recordar el sufrimiento inherente a la aventura ahí está Repsol todos los días en prensa, o la propia Caixa a cuenta de Aguas Argentinas. Eran justamente los grandes atractivos que animaron la OPA sobre Iberdrola: escaso riesgo latinoamericano y práctica ausencia de carbón.

La sorpresa de los hombres fuertes de La Caixa -más pendientes del futuro de Cortina en Repsol, pieza de caza mayor, que de otra cosa- ha sido comprobar como la fusión se ha ido consolidando en la opinión pública, de modo que en cuanto Fornesa o Brufau o incluso Fainé se asoman por la Diagonal, la salutación es obligada, felicitaciones por doquier, ¡qué bueno lo vuestro, qué pedazo de operación, manda collons la que vais a montar, que bien para Cataluña!, al punto de que los aludidos ya no saben si desmentir al prójimo o aceptar los parabienes con franciscana humildad.El resultado es que la pelota está en el tejado de La Caixa, casi obligada a llevar adelante la operación por presión de esa opinión pública, a resultas de lo cual sus gestores viven una situación cercana a la esquizofrenia, conscientes de que esa no es la mejor opción, de la necesidad de enjaretar en el orden práctico una fusión por absorción de GN por Endesa (¡a ver quién es el guapo que explica en las Ramblas que una empresa madrileña se coma Gas Natural!), y de las dificultades de contentar a todo el mundo a la hora de fijar la sede social... Lo único que tienen claro es que el nuevo Gobierno y la opinión pública, no digamos ya la prensa, están dispuestos a aceptar ahora mismo cualquier operación de concentración que propongan. El cuándo y el cómo es harina de otro costal, seguramente para cuando el trigo esté ya en la panera, de decir, después del verano.

Si alguien en Caixa tiene dudas, ahí está Manuel Pizarro para disiparlas. El presidente de Endesa, responsable de los nombramientos de muchos de los altos cargos del PP, parece estar empleándose a fondo en tareas de lobby por Madrid a favor de la fusión, básicamente entre sus amigos de la nueva dirección del PP. El rechazo frontal inicial de Martínez Pujalte ha sido silenciado. Con la habilidad que le caracteriza, Manolo vende la bondad de la operación por doquier. Y dicen, de buena tinta, que tiene ya su quinta columna en la calle Génova, mayormente en los predios de Carlos Aragonés, el discreto Rasputín del PP. De modo que la fusión está en marcha, en contra incluso de la pereza de Brufau, con Fornesa y Pizarro, futuros copresidentes, a los mandos.

«¡Aquí hay tomate...!», dicen en un PP contaminado, dividido entre los Aragoneses y los que piensan que estamos ante un modelo encubierto de renacionalización de las empresas por vía de las Cajas de Ahorros, mayormente de una, La Caixa. Quienes tal advierten recuerdan el intento de Luis de Guindos, apoyado por el propio Aznar, de limitar en la Ley Financiera los derechos políticos de las Cajas al 3%, asunto que Rato dinamitó. La tesis apunta a que el Estado privatizó el sector público, y por la puerta de atrás y mediante unas entidades controladas por el poder político local y autonómico, en cierta forma se renacionalizan. Desde el punto de vista del PSC, impulsor de la magna operación, Maragall salvaría la legislatura con un golpe de efecto de esta magnitud, mientras La Caixa consolidaría su posición como verdadero acorazado económico-financiero español, con todo en la misma mano, desde la luz a la gasolina, pasando por la autopista, el teléfono, el gas y el agua, un poder formidable.

Pero el PP haría mal en sacar a relucir el fantasma político de las Cajas, y peor aún enarbolar banderas nacionalistas ligadas a La Caixa, porque fue el Gobierno Aznar el que animó a los gestores de las Cajas a entrar a saco en el capital de las grandes empresas, como una forma de asegurar el éxito de las privatizaciones llevadas a cabo durante su mandato. Si esta operación tiene algún flanco débil, no puede ser otro que la defensa de los derechos de los consumidores y la salvaguarda de un modelo de economía de libre mercado.


jcacho_elmundo@hotmail.com





 
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