EL MUNDO / Domingo 10 de octubre de 1999 / Número 2


 

HECHOS & IDEAS

EL CURIOSO IMPERTINENTE TOM BURNS MARAÑON
Demasiados humos en la fusión del tabaco

Comprendo, créanme, el frisson que recorre el alma patria al saborear la absorción que ha anunciado Tabacalera, no de la tabaquera marroquí, por ejemplo, que sería normal, sino de Seita, la fabricante de los Gauloises y Gitanes que llenan de sano humo los míticos cafés del Barrio Latino de París. Pero no lo comparto. Tengo pocas ideas fijas sobre estrategia empresarial, pero estoy seguro de que las que cotizan en la Bolsa tienen el deber principal de crear valor para sus dueños, es decir, enriquecer a sus accionistas. (Antes de que se me acuse de neo-capitalismo rampante y demás pecados, diré que los beneficios de cualquier empresa están íntimamente ligados a su capacidad de premiar a sus empleados y cuidar a sus proveedores y clientes.) Otra idea es que las fusiones, por lo general, no me gustan nada. La absorción de Seita por Tabacalera existe solo en el sentido técnico. Altadis, la nueva tabaquera hispano-francesa, es fruto según la jerga de la City, de un merger of equals, la peor fusión de todas las posibles.

Las adquisiciones, que por su misma naturaleza son audaces y agresivas, tienen todo mi apoyo siempre que sean limpias y transparentes. Forman parte de un plan estratégico que responde a una lógica industrial y a una vocación de liderazgo; aseguran el crecimiento de la empresa y por lo tanto crean valor. Las fusiones, por el contrario, suelen ser una acción defensiva a las que se agarran, cual clavo ardiente, dos empresas que por sí solas no pueden sobrevivir. Una fusión, casi siempre, es la evidencia palmaria de un proyecto empresarial fracasado, o, mejor dicho, de dos estrategias próximas a la bancarrota. Cuando se unen dos empresas en igualdad de condiciones, el ejercicio empresarial me parece aun más descabellado. Las presidencias compartidas y los consejos paritarios suelen nacer con plomo en las alas porque tienen mermados los reflejos, que permiten aprovechar oportunidades, y carecen de la capacidad de decisión, que permite volar con altura de miras.

César Alierta, antiguo presidente de Tabacalera y co-presidente ahora de Altadis, es un hombre emprendedor que conoce muy bien, mucho mejor que la mayoría, la realidad de un mercado abierto y competitivo, porque en él se forjó y triunfó. Su reto era, y sigue siendo, cambiar la cultura funcionarial de una empresa que, al igual que Seita, era un monopolio estatal hasta anteayer. Tendrá que explicar muy bien a los antiguos dueños de Tabacalera, los accionistas ahora de un 55% de Altadis, por qué se ha fusionado con otra tabaquera enferma de los mismos males que él lleva más de tres años intentando sanear. Si ya era complejo reestructurar Tabacalera y Seita por separado, ¿va a serlo más fácil juntando las debilidades de las dos empresas?

 


www.nueva-economia.com