Un suplemento de EL MUNDO  Un servicio de 
 DIRECTORIO   Jueves, 09 de Julio de 1998, número 303
Portada
Números Anteriores
 OTROS SUPLEMENTOS
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Ariadna
La Luna
Aula
Campus
 OTROS MUNDOS
elmundo.es
elmundodinero
elmundolibro
elmundoviajes
elmundodeporte
elmundosalud
elmundovino
medscape
elmundomotor
Emisión Digital
Metrópoli
Expansión&Empleo
Navegante
mundofree
elmundo personal
juegos: level51
elmundomóvil
 
PSIQUIATRIA Obsesionados por la perfección El verano pone en evidencia la existencia de trastornos mentales relacionados con el descontento patológico con la imagen propia


PATRICIA MATEY


Ya son una legión. Hombres y mujeres que, sin saberlo, se alistan a las filas
de la obsesión, un buen número a remolque de la llegada del verano. Todos
comparten el mismo secreto: la preocupación excesiva, enfermiza, por la imagen.
Y todos están sufriendo. Renegar de la propia nariz, de las orejas, del volumen
del cuerpo, en definitiva, de cualquier parte del físico, ya es una epidemia en
los países desarrollados.
Una plaga que se manifiesta plenamente con el calor, cuando se cuentan por
miles los que se apresuran a realizar dietas y practicar ejercicio para poner a
punto los cuerpos que han permanecido guardados en alcanfor durante todo un
invierno.
En las últimas décadas, ser físicamente perfecto se ha convertido en uno de los
objetivos principales de los ciudadanos de las sociedades desarrolladas, una
meta impuesta por nuevos modelos de vida en los que el aspecto parece ser el
único sinónimo válido de éxito, felicidad e, incluso, salud. Nada como ojear
las estadísticas para tener una idea aproximada de la trascendencia que ha
adquirido la imagen corporal en este final de siglo, y valorar el abrumador
número de personas que desearía estar en el cuerpo de otro.
Así, en una reciente encuesta realizada en EEUU a 30.000 personas, y publicada
en Psychology Today, se destaca que un 93% de las mujeres y un 82% de los
varones interrogados están preocupados por su apariencia y trabajan para
mejorarla. La relevancia última de esta excesiva preocupación por el cuerpo
reside en el surgimiento de nuevas patologías mentales, como la anorexia, la
bulimia y la recién etiquetada vigorexia o culto al músculo. Sus víctimas, al
igual que las de otras enfermedades más antiguas, como la dismorfia corporal,
en la que los afectados se ven, por ejemplo, la nariz muy grande aunque sea
incierto y cuya relación con la moda aún no ha sido establecida, viven en común
la tortura de no gustarse a sí mismas.
El consuelo parcial para muchas de las personas preocupadas por su físico puede
encontrarse en las afirmaciones de los especialistas. «Desear una imagen
perfecta o cuasi-perfecta no implica padecer una enfermedad mental, sin
embargo, aumenta las posibilidades de que aparezca», afirma a EL MUNDO el
psiquiatra Celso Arango, del Maryland Psychiatric Research Center, en
Baltimore, EEUU.
La plaga de la búsqueda de la perfección tiene distintas formas de manifestarse
y algunas de ellas difieren notablemente entre sí (la anorexia, la bulimia, el
nuevo trastorno del culto al músculo o vigorexia o la dismorfia corporal),
pero, en todas ellas, sus víctimas comparten una misma frustración: a ninguna
le gusta su imagen y dicha disconformidad con su aspecto puede acabar
destrozando su cuerpo y su mente.
Así, mientras que la anorexia y la bulimia son dos trastornos de la
alimentación que han venido de la mano de la cultura de la delgadez, la
dismorfia corporal es una patología en la que el paciente cree que tiene un
defecto físico (por ejemplo, nariz, boca u orejas grandes) que no existe, o que
siendo real, acaba por generar una preocupación exagerada. En el caso de la
vigorexia, bautizada también como la anorexia de los 90, las personas afectadas
dedican su vida a tener un cuerpo musculoso.
Cada una de estas patologías es un trastorno mental diferente, pero sus
afectados siguen un mismo patrón de comportamiento: todos acaban convirtiéndose
en personas obsesionadas con una parte de su físico; pueden sufrir otros
problemas mentales asociados, como ansiedad, depresión, fobias y todas
distorsionan su propia imagen. Las anoréxicas (por ser un trastorno más común
en el sexo femenino), por ejemplo -que en España es una de cada 100
adolescentes de entre 16 y 18 años-, se ven siempre gordas, aunque estén en los
huesos; los afectados de vigorexia, delgados; aunque estén musculados en
exceso, y la imagen que obtienen de su nariz o de sus orejas las personas que
se miran al espejo y sufren dismorfia corporal es la de tres veces o más su
tamaño real.
.
Dismorfia corporal
.
Fue en 1886, y gracias al doctor italiano Morselli, cuando se acuñó el término
dismorfia corporal. También Freud describió uno de los primeros casos de la
literatura científica a través de uno de sus pacientes al que bautizó como Wolf
man (hombre-lobo), una persona que, a pesar de tener un exceso de vello
corporal, centraba su excesiva preocupación por el físico en su nariz. La veía
horrible, prominente y llena de cicatrices.
Existe un amplio número de personas que están más o menos preocupadas por su
apariencia, pero para ser diagnosticado de dismórfico el afectado tiene que
sufrir reiteradamente una obsesión con una parte de su cuerpo que le impida
llevar una vida normal.
Algunas estimaciones apuntan a que un 1% de la población sufre dismorfia
corporal, pero los expertos insisten en que las estadísticas pueden no ser
fiables, ya que muchos afectados permanecen en el anonimato sin pedir ayuda
profesional.
«La enfermedad puede durar años y permanecer oculta», destaca el doctor Luis
Fernando Agüera Ortiz del hospital Doce de Octubre de Madrid, «ya que suele
empezar a manifestarse en la adolescencia y evolucionar durante largos periodos
sin que se requiera ayuda psiquiátrica. No obstante, he visto algunos casos en
adolescentes, como el de un joven de 17 años que estaba obsesionado con que su
cara era asimétrica y se miraba constantemente al espejo utilizando, incluso,
un papel para tratar de demostrar que tenía un problema real».
Son personas que invierten horas diarias en pensar en su defecto, aunque éste
sea fruto de la imaginación, que tratan de camuflarlo utilizando cualquier tipo
de artimaña (peinarse de una forma determinada, usar maquillaje, etc), que se
mortifican continuamente buscando la imagen que detestan en el espejo o que
interrogan a amigos o familiares sobre su aspecto.
Las partes del cuerpo que más comúnmente se convierten en objeto de obsesión de
los dismórficos son: piel, pelo, nariz, ojos, mentón, labios o cualquier otra
parte de la anatomía entre las que se incluyen las rodillas, piernas, pecho o
genitales. Y la primera solución que buscan estos pacientes para acabar con su
obcecación es la de pasar por el quirófano. Un 50% de estos enfermos se somete
a cirugía estética con el objetivo de zanjar su manía. Pero, la dismorfia es un
problema mental, no físico, por lo que todos los que escogen el bisturí como
terapia ni están, ni estarán, satisfechos con los resultados.
«Muchos dismórficos van de cirujano en cirujano buscando una solución
quirúrgica a su problema, pero claro está no lo consiguen. Yo mismo tuve que
actuar como perito en un juicio a raíz de la denuncia de un enfermo que no
estaba contento con la operación a la que se había sometido», insiste el doctor
Agüera Ortiz. Los cirujanos estéticos juegan, por tanto, y sin quererlo, un
papel trascendental en el trastorno de la dismorfia corporal. «Nosotros tenemos
que tener mucho cuidado con estos pacientes», destaca el doctor José
Vilar-Sancho, uno de los mayores expertos en cirugía plástica, estética y
reparadora de nuestro país.
«De hecho, debemos ser prudentes y responsables, y saber cuándo es necesario
aconsejar al paciente que acuda a la consulta de un psiquiatra. Sólo operamos a
este tipo de pacientes, o a otros con algún trastorno mental, cuando existe una
indicación precisa del psiquiatra» insiste este especialista. El consuelo, por
tanto, para este tipo de pacientes está del lado de la psiquiatría. Máxime
cuando descubren que su problema es real -aunque sea mental-, y tiene un nombre
clínico.
Aunque hay pocas investigaciones sobre la dismorfia, los especialistas
dedicados a su estudio creen que existe un doble origen de la enfermedad: el
psicológico y el biológico. La falta de autoestima, la forma en que el paciente
se juzga a sí mismo por su apariencia, la excesiva preocupación por una parte
del cuerpo o recurrir a rituales constantes (como mirarse al espejo) pueden
contribuir a perpetuar una exagerada atención de uno mismo y generar,
finalmente, un trastorno de dismorfia. Biológicamente, la explicación estaría
en una cierta predisposición genética a padecer un trastorno mental, así como
la existencia de un desequilibrio en los neurotransmisores cerebrales.
De hecho, la dismorfia ha sido relacionada con los trastornos
obsesivo-compulsivos, -al igual que la anorexia, bulimia o vigorexia- que se
caracterizan por los pensamientos in- controlados y los rituales repetitivos,
en los que se ha demostrado la existencia de un desequilibrio en los niveles de
serotonina y otros neurotransmisores.
Es, precisamente, este origen biológico de la enfermedad el que hace posible
que los pacientes puedan beneficiarse de los últimos fármacos que han llegado
al mercado. Así, productos como el Prozac y otros antidepresivos pueden ayudar
a los pacientes dismórficos.
«Los nuevos fármacos han supuesto un avance para el tratamiento de patologías
como la dismorfia. No obstante, no todos los pacientes responden igual al
tratamiento y muchos de ellos tendrán que apoyarse en otro tipo de terapias
como la psicoterapia. Además se trata de un problema muy complejo que acaba
produciendo el aislamiento del paciente y en algunos casos hasta el suicidio»,
destaca el doctor Agüera Ortiz.
.
Vigorexia
.
Al psiquiatra Harrison G. Pope del Hospital MacLean, de la Facultad de Medicina
de Harvard, en Belmonto, Massachusetts, se le atribuye el reconocimiento de la
existencia de una nueva enfermedad mental -a la que ha bautizado como
vigorexia- que se ha infiltrado en los gimnasios y entre los culturistas. Se
estima que entre 500.000 y un millón de hombres y mujeres están sufriendo una
nueva forma de obsesión por su imagen, que se sitúa en el lado opuesto de la
anorexia: los pacientes se ven excesivamente delgados, aunque posean un cuerpo
muy musculoso.
El doctor Pope, que publicó sus hallazgos sobre la enfermedad en la revista
Psychosomatic Medicine, cree que este trastorno podría englobarse dentro de la
dismorfia corporal, ya que también se le conoce como dismorfia muscular.
Asimismo, sus pacientes padecen los mismos pensamientos reiterados de los
dismórficos y anoréxicos y siguen una serie de rituales como los pacientes
afectados por los trastornos anteriormente mencionados: dedican horas al día a
muscularse, se pesan de forma constante y siguen una dieta estricta, encaminada
a ganar masa muscular.
Y si psíquicamente estos pacientes tienen más riesgo de sufrir, además,
ansiedad o depresión -como sucede en la anorexia, la bulimia o la dismorfia-,
también tienen más probabilidades de abusar de ciertas sustancias perjudiciales
para su organismo.
Así, y mientras que las anoréxicas o bulímicas consumen laxantes, diuréticos o
se enganchan a determinadas drogas (un ejemplo es el abuso de alcohol, que
afecta sobre todo a las bulímicas), los afectados de vigorexia suelen consumir
hormonas, anabolizantes esteroideos. El tratamiento para estos pacientes
conjugará, al igual que en las otras patologías, la farmacología con las
terapias cognitivas de comportamiento.
.



 
  © Mundinteractivos, S.A. - Política de privacidad
 
  C/ Pradillo, 42. 28002 Madrid. ESPAÑA
Tfno.: (34) 915864800 Fax: (34) 915864848
E-mail: salud@elmundo.es