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 DIRECTORIO   Domingo, 28 de Marzo de 1999, número 336
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DEPRESION ¿Prozac o placebo?
JOHN HORGAN

Durante la última década, los psiquiatras y los medios informativos han
contado maravillas del Prozac y del resto de los medicamentos que pertenecen a
una generación de antidepresivos conocidos como inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina (SSRI, en sus siglas en inglés). Ahora, sin embargo,
un informe del Departamento de Salud y de Servicios Humanos de Estados Unidos
acaba de confirmar lo que ha sido desde hace mucho tiempo un secreto a voces
para los investigadores de enfermedades mentales: que los SSRI no son más
eficaces en el tratamiento de la depresión que otras clases de medicamentos más
antiguos, como los antidepresivos tricíclicos.
Escondida entre las páginas de este informe hay una historia más amplia e
inquietante.
A lo largo de los últimos 100 años, mientras los científicos adquirían
información cada vez más detallada sobre el cerebro valiéndose de tecnologías
cada vez más potentes, en la práctica no se han producido verdaderos avances en
el tratamiento de la depresión y de otros trastornos mentales comunes. Desde el
psicoanálisis hasta el uso del Prozac, todos los tratamientos que se han
ofrecido hasta la fecha son similares en cuanto a su eficacia, o falta de ella.
Aproximadamente, dos tercios de todos los pacientes que son sometidos a algún
tipo de tratamiento contra la depresión presentan cierta mejoría. Por otro
lado, al menos la mitad de quienes nunca reciben tratamiento mejora de todos
modos.
La terapia más común durante la primera mitad del siglo era la curación con
palabras, popularizada por Freud. Ahora hay cientos de métodos de curación con
palabras, desde la interpretación de los sueños propuesta por Jung hasta la
terapia cognitiva del comportamiento. Si bien cada uno de estos métodos siempre
ha sido pregonado como un avance en relación con los anteriores, existen
pruebas científicas de que todos los tipos de psicoterapia son esencialmente
iguales.
La llegada en los años cincuenta de ciertos fármacos como los antidepresivos
tricíclicos se interpretó como un enorme avance con respecto a la psicoterapia
en el tratamiento de la depresión. De hecho, varios estudios sostienen que los
antidepresivos y la psicoterapia producen más o menos los mismos resultados. El
mencionado informe, en el que se resumen muchos estudios, llega a la conclusión
de que alrededor del 50% de los pacientes con depresión severa mejora al tomar
medicamentos, en comparación con el 32% de los que han tomado un placebo. Pero
incluso este resultado, que según parece confirma la ventaja que supone tomar
fármacos, podría ser engañoso, según algunos investigadores, como Roger
Greenberg, del Centro de Ciencia de la Salud de la Universidad Estatal de Nueva
York, en Siracusa (EEUU).
Los ensayos clínicos se llevan a cabo, al menos en teoría, de tal manera que ni
los sujetos ni los investigadores saben a quién se administra el fármaco o un
placebo (ensayos doble-ciego). Sin embargo, ya que todos los medicamentos
psicotrópicos producen efectos secundarios, como sequedad de boca,
estreñimiento y disfunciones sexuales, tanto los pacientes como los
investigadores acaban descubriendo quién recibe el medicamento, según
Greenberg. Cuando un paciente se da cuenta de que está tomando el fármaco, el
efecto placebo se intensifica, sobre todo si ha leído libros y artículos en los
que se elogia el producto.
Al menos un destacado psiquiatra, Walter Brown, de la Universidad de Brown,
EEUU, ha propuesto que se utilicen placebos como tratamiento inicial para
pacientes con depresiones leves o moderadas. En realidad, los médicos podrían
decirle a los pacientes lo siguiente antes de administrar el fármaco: Estos
comprimidos no tienen ingredientes activos, pero algunos estudios han
descubierto que surten efecto en muchos casos». Brown sostiene que existen
pruebas de que los pacientes suelen responder bien al placebo, aun cuando
escuchan esta explicación antes de tomarlos.
En un reciente estudio de la Universidad de Duke se ha destacado un remedio
probado desde hace mucho más tiempo. Un equipo de investigadores examinó a 87
pacientes de edad avanzada que sufrían depresión, de los cuales,
aproximadamente, la mitad estaba sometido a tratamientos de psicoterapia, de
antidepresivos o de una combinación de ambos. El factor más directamente
relacionado con la mejora del estado del paciente no era ninguno de estos
costosos tratamientos, sino su grado de religiosidad.
El psiquiatra Jerome Frank nos advirtió en su libro Persuasion and Healing, ya
un clásico, que el efecto placebo podría ser el principal factor de todos los
remedios psiquiátricos. Las últimas investigaciones confirman los
descubrimientos de Frank: los psiquiatras, los psicólogos y otros sanadores
científicos, en realidad se aprovechan del poder de la fe de los seres humanos,
al igual que lo hacen los chamanes y los hechiceros.
.
New York Times Op-Ed. John Horgan es autor de The End of Science y de The
Undiscovered Mind, de próxima publicación.



 
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