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 DIRECTORIO   Sábado, 13 de Mayo de 2000, número 387
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HIPERHIDROSIS Aumentar la dosis de toxina botulínica para sudar menos
Ainhoa Iriberri

La toxina botulínica es uno de los venenos más potentes de cuantos se conocen. Sin embargo, tiene utilidad médica. Se usa para corregir diversas alteraciones como el estrabismo, las arrugas o la sudoración excesiva (hiperhidrosis). Un equipo de científicos alemanes ha desvelado que si se aumenta un poco la dosis, el efecto es más duradero, sin dejar de ser seguro.

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El uso de la toxina botulínica, uno de los venenos más potentes, como arma contra la sudoración excesiva o hiperhidrosis, se descubrió en 1994. Si bien los expertos coinciden en la eficacia de este tratamiento, también lo hacen en señalar su efecto secundario más preocupante: la frecuencia de las recaídas entre cuatro y seis meses después de la implantación de la sustancia en la axila.

Un equipo de médicos de la Universidad de Jena (Alemania) ha demostrado que, al incrementar la dosis en las inyecciones de toxina botulínica, la hiperhidrosis tarda más en volver a manifestarse. El trabajo, llevado a cabo con 24 pacientes de entre 19 y 54 años, y publicado en el número de este mes del Archives of Dermatology, pretendía, según sus autores, no sólo demostrar que la eficacia del tratamiento contra la hiperhidrosis sería más duradera al aumentar la cantidad de sustancia inyectada, sino también desechar la posibilidad de que dosis más altas de toxina botulínica supusieran un peligro para la salud del paciente.

Si hasta ahora los tratamientos contra la hiperhidrosis axilar consistían en inyectar de 20 a 100 Unidades por área tratada, los investigadores alemanes han demostrado que el tratamiento con una dosis mucho mayor, de 200 Unidades, es absolutamente saludable para el paciente y no provoca ningún efecto secundario distinto al tratamiento con dosis menores. Según apuntan los autores, la dosis utilizada en este ensayo clínico está muy lejos de la cantidad de toxina botulínica necesaria para matar: 3.000 Unidades.

Si antes el paciente tratado con esta sustancia tardaba entre cuatro y seis meses en volver a sudar en exceso, los afectados que han participado en este trabajo han tardado, de media, hasta 15 meses en sufrir una recaída; algo, según señalan los autores del trabajo, inédito hasta ahora en medicina.

De los 24 pacientes tratados, sólo cuatro sufrieron recaídas entre siete y 10 meses después de someterse al tratamiento. Las causas de este fenómeno no están claras aunque, según apuntan los autores, puede deberse a que la disminución funcional de los nervios implicados en la sudoración es más completa con altas dosis de toxina botulínica y éstos tardan más en reconstituirse y volver a provocar hiperhidrosis. Puesto que, hasta ahora, tras una recaída, el paciente de hiperhidrosis volvía a ser tratado con toxina botulínica (con los mismos resultados), a raíz de este hallazgo se esconde, según apuntan los investigadores, otro beneficio: la reducción de costes a la hora de tratar la molesta disfunción.

¿De dónde sale? La produce la bacteria Clostridium botulinum. La toxina botulínica, que tiene siete clases, aunque la que se usa terapéuticamente es la tipo A, ha pasado de ser uno de los mayores enemigos del hombre a un aliado infalible para múltiples patologías, desde el estrabismo a la fisura anal o a las arrugas. Pero ¿cómo se han llegado a descubrir todas estas utilidades? El azar es, probablemente, el responsable de las múltiples aplicaciones de la toxina botulínica en la medicina actual.

Así lo expone el doctor Klein, de la Universidad de California en Los Angeles (EEUU) en el editorial que acompaña el trabajo de los investigadores alemanes. La historia de esta sustancia bien podría originar el guión de una película; corría el año 1895 cuando Emile Van Ermengerm aisló por primera vez a Clostridium botulinum, pero hubo que esperar 50 años hasta que Edward J. Schantz consiguiera aislarla en su forma cristalina. El verdadero padre del uso terapéutico de la toxina fue,sin embargo, el oftalmólogo estadounidense Alan Scott que intuyó que, con esta sustancia, se podían relajar pequeños músculos oculares y curar el estrabismo. Este descubrimiento condujo a la experimentación con grupos musculares más grandes, de lo que se derivó el uso de la sustancia contra la distonía.

Po suerte, el oftalmólogo Jean Carruter observó, en su visitas a la consulta de Scott, que aquellos pacientes que se sometían a tratamiento para el blefarospasmo, no sólo se curaban de este problema, sino que también les disminuían las arrugas del entrecejo.

Si en 1992 la toxina botulínica A estuvo lista para su uso cosmético, no fue hasta 1994 cuando, tras publicarse su validez en el tratamiento del síndrome de Frey se dedujo que podría ser eficaz para cualquier hiperhidrosis, como se ha venido demostrando hasta ahora. Si bien tanto el editorial como el trabajo de los científicos alemanes coinciden en señalar la validez del tratamiento del exceso de sudoración con toxina botulínica A, todos apuntan también a la necesidad de que se realicen más estudios, tanto para determinar las dosis idóneas, que eviten el desarrollo de anticuerpos por parte del paciente, como para perfilar y mejorar las técnicas a la hora de inyectar la toxina.

Opciones no tan eficaces Entre las alternativas no invasivas hay que destacar la aplicación de agentes tópicos como el cloruro de aluminio.

Pero esta técnica puede causar irritación leve y, además, sólo es efectiva en los casos de hiperhidrosis de intensidad media. Otros tratamientos utilizados han sido la ionización que, aunque fácil de llevar a cabo individualmente, soluciona el problema durante poco tiempo. También se han utilizado tratamientos con agentes anticolinérgicos, técnica desechada por los efectos secundarios adversos que produce en el paciente. La simpatectomía (o escisión de parte del nervio simpático) se ha visto ineficaz para el tratamiento de la hiperhidrosis axilar, así como para el exceso de sudoración en las palmas de las manos. Además, sus múltiples efectos secundarios pueden incluso derivar en enfermedades como el síndrome de Horner o el neumotórax. Recientemente, se ha apuntado a la liposucción como un tratamiento quirúrgico eficaz para la hiperhidrosis axilar.

@LEAD:Hiperhidrosis. Sudoración excesiva. Aumentar la dosis de toxina botulínica para sudar menos @FIRMA:Ainhoa Iriberri



 
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