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 DIRECTORIO   25 de enero de 2003, número 511
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ARTE Y MEDICINA
Rafael retrató el tumor de su amante
ISABEL ESPIÑO
La Fornarina de Rafael Sanzio

Un lienzo de Ingres, grabados de Picasso, versos de Alberti... Durante años, la relación entre el artista del Renacimiento Rafael Sanzio y su modelo Marguerita Luti, La Fornarina, ha inspirado a pintores y poetas. De hecho, su imagen de musa y amante contribuyó a forjar, en el siglo XIX, el mito romántico en torno al italiano. Pero un trabajo publicado recientemente en 'The Lancet' ha revelado algo menos lírico acerca de esta pareja: el retrato que el pintor hizo de su concubina muestra que ésta padecía un tumor de mama.

Este cuadro, pintado entre 1518 y 1519, podría ser la imagen más antigua de la enfermedad. «El cáncer mamario se ha retratado en el arte antes que en la ciencia médica», estima el autor de esta investigación, Carlos Hugo Espinel. No es la primera vez que este especialista, del Departamento de Medicina de la Universidad de Georgetown (EEUU), tiene como pacientes a personajes en dos dimensiones. Tras diagnosticar gota al Miguel Ángel de La escuela de Atenas, artritis reumatoide a un ángel de Caravaggio o rosácea a Rembrandt, este experto ha reconocido a La Fornarina, un lienzo que ya había despertado la extrañeza de los expertos.
Algunos críticos habían destacado que el cuerpo de La Fornarina tiene defectos y no responde a los cánones de belleza de la época renacentista ni a los de las mujeres que habitualmente retrataba Rafael (sus delicadas madonnas), mientras que otros habían sugerido que la pintura está incompleta, ya que en algunas zonas la textura carece de la suavidaz acostumbrada. Así, a diferencia de la mama derecha (donde no se aprecia el trabajo del pincel), el pecho izquierdo presenta contrastes de colores y las pinceladas son más grandes y visibles.
«Éstas eran técnicas innovadoras que introdujo Rafael, quizá para responder a las complejidades de una descripción clínica», sostiene Espinel, quien detalla cinco signos que «son compatibles con el diagnóstico de cáncer»: un bulto en el seno izquierdo (encima del índice de la modelo), una retracción de la mama bajo el mismo, la decoloración de la piel, una ligera protuberancia en la axila y una hinchazón del brazo.
Sin embargo, Juan José Grau, jefe de sección de Oncología Médica en el Hospital Clínic de Barcelona, opina que «el retrato tiene pocas probabilidades de ser un cáncer de mama».
De los signos clínicos que detalla Espinel, sólo parece relevante el bulto, «y es probable que se formase por la postura de la modelo», añade este especialista, para quien es mucho más claro el caso de Las tres Gracias (fechado en 1636) de Rubens, donde la enfermedad «es algo que se puede ver a simple vista» en la modelo de la derecha.
Además de un signo directo (un tumor con úlcera en la mama izquierda) la hija de Zeus presenta otras señales indirectas de la patología, como enrojecimiento, retracción del pezón y disminución de la mama, así como unos pliegues en la axila, indicio de que el cáncer afectaba ya a los ganglios.
Después de haber examinado más de 1.500 lienzos en los que aparecían mujeres mostrando los senos, hace dos años Grau publicó en Medicina Clínica un trabajo sobre el tema, en el que analizaba la mencionada obra, junto con dos cuadros más de Rubens y otros tantos de Rembrandt.
En el caso de este último, su obra Betsabé con la carta de David también muestra claramente un tumor. De hecho, «sabemos que la segunda mujer del pintor [que fue la modelo de este cuadro] falleció tras una larga agonía, que podría coincidir con un cáncer de mama», precisa Grau.
La enfermedad de Betsabé ya había sido comentada en un trabajo publicado en 1970 en la revista Ospedali d’Italia-Chirurgia. Desde entonces, varios trabajos han descrito la misma patología en otras obras. El análisis de trastornos en el arte «está cobrando interés en los últimos años», aclara Grau. Así, en 2000 el New England recogía una carta en la que dos investigadores estadounidenses evaluaban la escultura de Miguel Ángel La Notte. «La inusual apariencia del pecho es intencional. Creemos que Miguel Ángel inspeccionó cuidadosamente a una mujer con cáncer de mama avanzado y reprodujo fielmente los signos físicos en la piedra», apuntan los autores.
No parece que ninguno de los casos mencionados haya sido fruto de la casualidad.«Rafael mostró La Fornarina como la veía. Habría sido fácil disimular la deformación. En vez de eso, su mano sobre el pecho izquierdo, el índice apuntando a la masa... Ella señala el cáncer», escribe Espinel. Los artistas «sabían lo que era anatómicamente normal y lo que no. Expresamente estaban pintando algo malo», opina Grau.
Y es que, aunque por entonces los tumores se atribuían a los malos humores —y no a una proliferación celular anormal—, «en la Edad Media y el Renacimiento el cáncer de mama era perfectamente conocido y se identificaba con una muerte temprana». De hecho, ya Hipócrates y Galeno habían hablado de la enfermedad hace más de 2.000 años.
Sin embargo, Espinel recuerda que dos textos científicos del siglo XVI, «con clásicas ilustraciones de hallazgos médicos, no contienen representaciones del cáncer de mama. Fue en el XVII cuando se recogió lo que se considera la primera descripción que diferenciaba los tumores de pecho cancerosos de los benignos. La pintura de Rafael precede al informe científico en un siglo. También se anticipa a todas las representaciones relatadas de esta enfermedad en el arte. El retrato es, de este modo, una evidencia gráfica muy inicial, quizá la primera, de cáncer de mama».



 
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