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 DIRECTORIO   15 de febrero de 2003, número 514
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GUERRA EN IRAK
El daño colateral será peor
ISABEL ESPIÑO
Ilustración: Javier Olivares

Lo peor está por llegar. Así parecen resumirse las estimaciones que organismos internacionales, revistas médicas y profesionales de la salud han hecho acerca de un nuevo conflicto en Irak. La contienda sólo será un preámbulo de la crisis sanitaria que se producirá en los meses, e incluso años, posteriores. Basta con mirar lo que sucedió durante la primera Guerrra del Golfo, a comienzos de la década de los 90. Entonces, fallecieron 3.500 civiles como consecuencia directa de la guerra. Sin embargo, otros 110.000 ciudadanos (70.000 de ellos, niños) murieron por lo que se denominó «efectos adversos sobre la salud inducidos por la guerra». De producirse una nueva intervención militar, los daños colaterales serían aún mayores: esa última cifra se duplicaría. La precaria situación de la población —a expensas de la ayuda alimentaria del gobieno —, los desplazamientos y el actual estado de las infraestructuras (la sanidad iraquí carece de lo básico, incluso de ciertos medicamentos) agravarán una crisis sanitaria para la que tampoco están preparados los organismos de ayuda humanitaria.

Hace tres semanas, 500 miembros de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (Reino Unido) emprendían una iniciativa sin precedentes en ese centro. Desde las páginas del 'British Medical Journal' (BMJ) y 'The Lancet', lanzaron al primer ministro de ese país, Tony Blair, una carta abierta donde avisaban de las repercusiones de un conflicto en Irak: «Creemos que una guerra tendría unas consecuencias desastrosas para la sociedad y la salud pública a corto, medio y largo plazo. No sólo para ese país, sino internacionalmente». Unos días antes, estos expertos ya habían emitido la misma advertencia durante una reunión en el parlamento británico.

De hecho, en los últimos meses, profesionales sanitarios de todo el mundo han dirigido su mirada hacia una contienda que «puede causar medio millón de víctimas, en su mayoría entre los civiles, muchos de ellos niños. Las consiguientes epidemias, hambrunas y destrucción medioambiental se cobrarán y mermarán más vidas. (...) Para los médicos todas estas muertes son inaceptables», rezaba un reciente editorial del 'BMJ'.

Incluso si no se empleasen armas de destrucción masiva, todo parece indicar que las consecuencias sanitarias de otra contienda serían mayores que las de la primera Guerra del Golfo (1990-1991) e, incluso, que las del conflicto de Afganistán.
«En algunos sectores, existe la tentación de igualar la situación posterior a una intervención en Irak con la acción militar de 2001/2002 en el otro país. Tales comparaciones son simplemente inválidas. Pese a que ambos países cuentan con una población similar en número, la afgana es fundamentalmente rural y, a lo largo del tiempo, ha ido dejando de depender del estado: no ha habido una maquinaria omnipresente y, de este modo, los ciudadanos se han vuelto más autosuficientes. La situación en Irak, sin embargo, ha sido la contraria: una sociedad relativamente urbanizada, con el estado proporcionándoles los bienes fundamentales», reza un informe confidencial de la ONU, que recientemente difundía CASI, una organización de la Universidad de Cambridge en contra del embargo al país.

DESNUTRICIÓN. Tampoco puede compararse el marco actual de los iraquíes con el de hace una década. «Ahora dependen totalmente del Gobierno para la mayoría de sus necesidades básicas, si no para todas», señala este análisis. Así, el 60% de la población (más de 15 millones de personas) depende de la cesta de comida mensual que administra el Gobierno a partir del programa de la ONU «Petróleo por alimentos», que, según el propio organismo internacional, quedaría suspendido al iniciarse el conflicto.
En consecuencia, más de tres millones de niños y mujeres embarazadas precisarán de alimentación terapéutica para tratar su desnutrición. También la situación alimenticia de otros tantos iraquíes que viven en el norte del país se verá amenazada si no se establece un sustituto para ese paquete de comida mensual, advierte el informe.

El punto de partida tampoco resulta especialmente halagüeño. De acuerdo con un trabajo publicado en 2000 por el 'Eastern Mediterranean Journal' (una publicación de la Organización Mundial de la Salud, OMS), «la desnutrición y la subnutrición son ahora crónicas» en Irak. De hecho, cerca de un millón de niños menores de cinco años sufre estos problemas. También existe una elevada prevalencia de otros trastornos nutricionales (como anemia, diarrea o falta de vitamina D) entre la población pediátrica.
«Es una situación tan precaria que, a poco que se agrave, va a ser catastrófica», dice Jose Luis Larrea, cirujano cardiovascular del hospital La Paz de Madrid, que el año pasado se desplazó a Irak en un programa de Médicos del Mundo. De la misma opinión es el informe Daños colaterales, elaborado por Medact (una organización de profesionales sanitarios británicos): «La salud de la población iraquí, antes razonablemente buena a pesar de vivir bajo un régimen brutal, ha sufrido enormemente por el impacto combinado de la guerra y las sanciones, y no ha vuelto a los niveles prebélicos».

EPIDEMIAS. Así, mientras antes de 1990 enfermedades asociadas a la pobreza o a un entorno insalubre, como el cólera o el tifus, eran poco frecuentes en Irak, en la última década ha aumentado su incidencia, así como la de patologías bacterianas (como la tuberculosis) o las transmitidas por vectores (leishmaniasis, malaria...). Tal y como resumía un trabajo publicado en el 'BMJ', «es un país del segundo mundo, acostumbrado a un sistema sanitario del primer mundo y que ahora tiene un perfil epidemiológico tercermundista».

La situación posbélica no haría más que acentuar este panorama. Según la ONU, «es muy posible que se produzcan brotes epidémicos, si no pandémicos, de enfermedades como el cólera y la disentería que se desarrollan en entornos como los previsibles [los ataques a instalaciones eléctricas dañarán también a la red de aguas y a los sistemas de depuración]. Como resultado de las bajas tasas de vacunación del sarampión, meningitis y similares, estas enfermedades también estarán presentes». «Con una infraestructura médica débil, la escasez de agua, comida y fuentes de energía; la falta de acceso a suministros médicos y a tratamientos harán que las patologías epidémicas desemboquen en más muertes que las causadas directamente por el conflicto», apostilla el análisis de Medact.

SANIDAD. Precisamente, otro de los agravantes de las previsiones es el precario sistema de salud iraquí. Al igual que el estado de la población, la sanidad de este país se ha visto mermada en el último decenio como consecuencia de la guerra y, sobre todo, del embargo que pesa sobre Irak. «Antes de 1990, el sistema sanitario iraquí era probablemente uno de los mejores de Oriente Medio», reza el trabajo del 'Eastern Mediterranean Journal'.

Durante las décadas anteriores, la política estatal había apoyado la creación de infraestructuras sociales y los servicios públicos —incluyendo una amplia red de instalaciones sanitarias bien equipadas y atendidas— fueron llegando a toda la población. «Era un sistema público universal, con personal formado en el extranjero», agrega Larrea. Sin embargo, este experto y sus compañeros de proyecto se encontraron durante su viaje «con quirófanos que tenían técnicas avanzadas pero sin cosas tan básicas como jeringuillas, manguitos o goteros. La situación es bastante caótica».
Bernard Lapeyre, responsable de la unidad de emergencias de Médicos Sin Fronteras —organización que ya se está preparando para la avalancha de refugiados y desplazados que provocará el conflicto y que acrecentará el riesgo de patologías epidémicas— coincide: «Son especialistas muy bien preparados que están todos los días luchando porque falta algo tan esencial como un antibiótico». De hecho, la carencia de medicamentos es otro de los problemas que prevé el informe de la ONU: «Existen reservas de fármacos básicos y suministros médicos para responder a una demanda normal durante cuatro meses. (...) [Pero] el stock es insuficiente para un escenario posbélico».

Las medicinas no son lo único que brilla por su ausencia en la sanidad iraquí. La mayoría de los hospitales (el 92%) carece de equipo médico elemental, así como de pruebas de laboratorio o de cuidados quirúrgicos pre y posoperatorios, según pudo constatar el mes pasado un equipo de 16 expertos humanitarios del Centro para Derechos Económicos y Sociales, una organización estadounidense. «Una intervención militar desencadenará el colapso de un sistema de salud pública ya frágil, lamentablemente inadecuado para lidiar con los efectos de una nueva contienda», concluye este análisis. Uno de sus autores, Michael Van Rooyen, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins, agrega que «aunque las agencias de la ONU anticipan una emergencia humanitaria de una magnitud excepcional, nuestro informe confirma que es poco probable que puedan evitar un grave desastre humanitario».

Tal y como resume la investigación de Medact, «EEUU espera que en unas semanas [después de su intervención] el régimen de Sadam sea derrocado y reemplazado por un liderazgo aceptable. Pero incluso si este mejor caso se produjese, los daños sobre la salud y el medioambiente serían masivos y la población sentiría los efectos durante los meses y años venideros».

 Gráfico en PDF: Daños colaterales de la guerra de Irak


 
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