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 DIRECTORIO   3 de mayo de 2003, número 524
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VIRUS
Los paquetes con muestras infecciosas viajan actualmente más controlados
ISABEL ESPIÑO

Eran las diez menos cuarto del viernes pasado, cuando saltó la alarma en el Centro de Transportes de Madrid. Los empleados de una compañía de envíos notaron que un paquete con destino al Centro Nacional de Microbiología que manipulaban estaba húmedo. Al abrirlo, pudieron leer un cartel que advertía que podía contener la bacteria Legionella, un patógeno altamente infeccioso que causa legionelosis. Los trabajadores fueron aislados y hasta el lugar se desplazaron el SAMUR y miembros de la Policía Científica. Este despliegue se desactivó en unas horas y, finalmente, todo se quedó en un susto: la muestra era de agua. Sin embargo, es posible que a más de uno le asalte la duda: ¿Puede un patógeno viajar tranquilamente embalado junto a los paquetes corrientes?

«Es totalmente infrecuente el manejo y transporte de mercancías peligrosas por parte de la empresa, por no estar autorizados a tansportar este tipo de materiales», declaró el día del incidente el responsable de riesgos laborales de la compañía de envíos. Sin embargo, «el paquete no estaba identificado como tal y por tanto se aceptó», lamentó.
Las empresas de mensajería reconocen que se trata de incidentes difíciles de controlar (del mismo modo que podría suceder con otro tipo de envíos ilegales o que no cumplan con la normativa), aunque raros. «No es fácil que estas cosas se puedan colar», aseguran desde la compañía afectada. En este sentido, Tomás Pumarola, microbiólogo del Hospital Clínic de Barcelona, señala que «en estos momentos hay gran seguridad en los envíos de sustancias infecciosas». «Desde hace unos años también se es muy exigente en las partidas nacionales, como ya se venía haciendo en las internacionales», agrega este experto.

Lo cierto es que, pese a que la normativa mundial sobre el transporte de mercancías peligrosas (entre ellas, los patógenos) cuenta con varias décadas de antigüedad, fue hace unos años cuando el Centro Nacional de Microbiología (CNM), del Instituto de Salud Carlos III, emitió una normativa muy exigente que afectaba a todas las muestras que le envían para que analice. Hace poco más de un año, este organismo volvió a remitir a los hospitales españoles un documento en el que especificaba de nuevo sus requisitos, todavía más endurecidos. La muestra que no los cumple, no se acepta.

En este sentido, Antonio Barba, director de Dangerous Goods Management (una de las tres empresas de transportes que, según el CNM, pueden trabajar con este tipo de sustancias) opina que «el hecho de que el Centro Nacional de Microbiología lo exija es un punto de inflexión muy importante». ¿Qué es lo que tienen que cumplir? Las exigencias para garantizar la seguridad de estos envíos son innumerables. Las sustancias infecciosas se consideran una mercancía peligrosa (al igual que pudieran ser los explosivos o los líquidos inflamables) y así lo debe indicar la etiqueta del exterior del paquete.

Esta marca varía en función de si el microorganismo afecta a animales o a humanos y, en este último caso, dependiendo de su grado de infección (si se trata de una enfermedad grave, si existe algún tratamiento...). Tal y como apunta Pumarola, «el mayor riesgo lo constituyen los virus muy infectivos o los que pueden transmitirse por vía aérea».

Y es que la amenaza de enviar una sustancia infecciosa de modo incorrecto radica en que el paquete se rompa, de modo que o alguien entre en contacto con el patógeno (si, por ejemplo, se corta con el frasco) o se forme un aerosol, es decir, que el agente quede pulverizado en el aire. Precisamente, tanto la OMS como el CNM han emitido una serie de recomendaciones muy exigentes para transportar las muestras relacionadas con la neumonía asiática, como que se envíen en tubos de plástico, y no de cristal.

«Lo que es peligroso es un microorganismo en un medio líquido», agrega el especialista del Clínic, mientras aclara que, «en otras muestras, el riesgo es mínimo, aunque tampoco éstas se envían por correo normal». Tal sería el caso de una secuencia del ácido nucleico de un virus —que no resulta infecciosa— o de una gota de sangre que viajase en un trozo de papel de filtro.
Pero, aunque las muestras sanguíneas sí viajan en compañías de mensajería corrientes, cuando proceden de algún paciente que pudiera ser portador del virus del sida o presentar otra patología infecciosa, su transporte cae en el mismo saco que el de las mencionadas sustancias infecciosas.

Es decir, tiene que embalarse en una suerte de matruska (el tubo con el ejemplar se envuelve en un material absorbente, que a su vez viaja dentro de un embalaje secundario, que también se introduce dentro de otro paquete) y ser transportado por una compañía especializada en mercancías peligrosas, en un vehículo particular para estos menesteres y por un conductor acreditado.

Hasta hace unos años, el tipo de empaquetado no respondía a estos criterios sino, más bien, al sentido común del propio experto. Así, Pumarola recuerda que lo habitual era «cerrar el tubo, envolverlo bien en algodón y, a continuación, introducirlo en un recipiente rígido. Hoy en día se dice que esto no es suficiente».

Con todo, Barba lamenta que, aunque «se está avanzando, esto no garantiza que todas las muestras [que circulan por España] cumplan las medidas. Tenemos sospechas de que existen muchos envíos que no siguen las normas».



 
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