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 DIRECTORIO   20 de diciembre de 2003, número 552
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ONCOLOGÍA
Un análisis de orina podría servir para detectar el cáncer de riñón
MARÍA VALERIO

A menudo, el diagnóstico del cáncer de riñón se produce demasiado tarde, cuando la enfermedad está muy avanzada y el tratamiento ya no es eficaz. La ausencia de síntomas durante las primeras fases del tumor tiene la culpa. Por eso, la idea de que un análisis de orina podría identificar los cambios celulares que indicarían que se está formando una masa maligna, supone toda una revolución.

El paso lo ha dado un grupo de investigadores del Fox Chase Center (EE UU), que asegura que una muestra de orina permitiría detectar a los pacientes con cáncer renal. «Es un método barato, no invasivo, sencillo y exacto», defienden estos especialistas, satisfechos por las futuras posibilidades que abre esta vía.

Sus conclusiones son el resultado de los experimentos llevados a cabo con 50 pacientes afectados por un tumor renal. En total, 44 de los análisis de orina de estos sujetos mostraron los mismos cambios genéticos que se podrían observar en una muestra de tumor bajo el microscopio. Para contrastarlo, los análisis se efectuaron también a varios individuos sanos, pero ninguno de ellos mostró dichas alteraciones genéticas.

Estos científicos son especialmente optimistas por los resultados obtenidos en tumores renales locales, es decir, aún no extendidos (lo que en términos médicos se describe como fase I). El test fue capaz de identificar a 27 de los 30 pacientes que padecían cáncer en etapas iniciales. «Descubrir a tiempo estos nódulos equivale a un tratamiento precoz y, por tanto, a un mejor pronóstico», se felicita uno de los co-autores, Robert G. Uzzo.

Los tumores renales pequeños y localizados tienen fácil solución mediante cirugía —incluso con técnicas laparoscópicas, que ya no requieren grandes incisiones—. Por contra, cuando la detección se retrasa, el pronóstico se complica.
Hasta ahora, la única forma de diagnosticar un tumor de este tipo es hacer una biopsia en el momento de la extirpación de la masa, confirmando así lo apreciado por técnicas de imagen (escáner, ecografía o resonancia magnética), que a menudo se han encargado por otro motivo (una revisión de la próstata, por ejemplo). Sin embargo, estas muestras suelen ser difíciles de interpretar y pueden provocar errores de diagnóstico. En esta ocasión, por el contrario, los falsos positivos obtenidos en los análisis de orina fueron muy pequeños.

Mutaciones

Mediante un método de análisis basado en el ADN, los oncólogos rastrearon la orina en busca de alteraciones en seis genes, responsables de la supresión tumoral. En todos los casos, al menos uno de ellos portaba una marca química (hipermetilación), que provocaba fallos en su función. Por el contrario, estas señales no se detectaron en las muestras de tejido de sujetos sanos.

En la actualidad, esas mutaciones sólo pueden ser descubiertas por un patólogo que examine una muestra de tejido canceroso bajo el microscopio. De ahí el optimismo de los autores: «Si confirmásemos estos resultados con una muestra más amplia, el análisis de orina pasaría a jugar un papel vital en el diagnóstico», asegura el principal autor, Paul Cairns. El doctor Antonio González, oncólogo del Hospital Ramón y Cajal (Madrid), ratifica esta idea:«Estos estudios moleculares requieren grandes series de pacientes para que se confirmen sus resultados».

A diferencia de otras neoplasias malignas, para las que sí existen marcadores de diagnóstico precoz, los carcinomas renales carecen de este tipo de etiquetas, detectables en la orina o el suero. Por ello, la búsqueda de métodos no invasivos constituye desde hace tiempo todo un reto.

El doctor González alaba la calidad del trabajo, aunque duda de que pueda aplicarse de forma generalizada —«como las citologías o las mamografías»—, por la baja frecuencia del carcinoma renal y por la dificultad de extender la técnica. Algo en lo que coincide el doctor Joaquín Bellmunt (del Hospital Vall d’Hebrón, Barcelona): «Su aplicación práctica inmediata es difícil».

También el doctor Carlos Hernández, del Servicio de Urología del Hospital Gregorio Marañón (Madrid), es cauto con lo que pueda ocurrir a corto plazo: «De momento, esto es más un canto de esperanza que una realidad».



 
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