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 DIRECTORIO   6 de marzo de 2004, número 563
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SALUD PERSONAL
El consejo de beber mucho durante un catarro no «sirve» y puede resultar dañino
ISABEL ESPIÑO

Si este invierno ha sufrido un resfriado o alguna otra infección respiratoria, probablemente haya oído que debe tomar una cantidad extra de líquidos durante su convalecencia. Sin embargo, este popular consejo no sólo carece de evidencias que lo respalden, sino que puede llegar a ser contraproducente y desembocar en una grave complicación de estas dolencias. Así lo revela un estudio publicado la semana pasada en el 'British Medical Journal'.

Lo cierto es que el aviso se basaba en una hipótesis que, a primera vista, parecía bastante plausible: beber mucho permitiría reemplazar los fluidos perdidos inconscientemente a través de la fiebre y la respiración, corregir la posible deshidratación debida a una menor ingesta de líquidos durante la enfermedad y disminuir la viscosidad de las secreciones mucosas.

Así las cosas, Chris del Mar y otros investigadores de la Universidad de Queensland (Australia) decidieron revisar los estudios al respecto. Pero ni rastro: «No hemos encontrado ningún ensayo clínico controlado [el patrón oro de las investigaciones médicas] que compare los regímenes de restricción y aumento de fluidos durante las infecciones respiratorias», dicen estos expertos. Paradójicamente, sí han hallado «datos que sugieren que dar muchos líquidos a estos pacientes puede resultar dañino», agregan.

EL PELIGRO. Así, varias investigaciones publicadas en las dos últimas décadas recogían casos de pacientes —tanto adultos como niños— que durante una neumonía u otra infección respiratoria habían desarrollado hiponatremia.

Este trastorno, que se debe a unos niveles sanguíneos de sodio demasiado bajos, suele afectar a los atletas cuando han bebido agua en exceso. Una de las causas de la hiponatremia es una excesiva secreción de la hormona antidiurética (encargada de retener el agua en el organismo). Como esta sustancia suele incrementarse durante las infecciones respiratorias, «administrar líquidos adicionales mientras está aumentando la secreción de la hormona antidiurética puede llevar, en teoría, a [sufrir] hiponatremia y a una sobrecarga de fluidos», explican Del Mar y sus colegas.

Por eso, estos especialistas instan a que se realicen ensayos clínicos controlados al respecto. «Hasta que no tengamos estas evidencias, deberíamos ser prudentes acerca de aconsejar generalizadamente a los pacientes que ingieran más líquidos, sobre todo las personas con infecciones respiratorias en las vías bajas».

¿Y mientras tanto? Teniendo en cuenta sus resultados, el consejo que debe dar el médico a un paciente resfriado es «que se guíe por su propia sed», ha explicado Del Mar a SALUD.
Precisamente, esta es una recomendación similar a la que emitía recientemente el Instituto de Medicina (IOM, en inglés) de EEUU a la población general.

Un comité de expertos de esta institución independiente —que asesora al Gobierno estadounidense sobre temas de salud— ha concluido, tras revisar las evidencias disponibles, que la mayoría de la población sana cumple correctamente las necesidades de hidratación. De hecho, el consejo de beber ocho vasos de agua al día carece de base científica.

El IOM considera que, como media, una mujer debe ingerir diariamente unos 2,7 litros de líquido y un varón en torno a 3,7, aunque en esta cifra entran también todo tipo de bebidas e, incluso, los fluidos procedentes de los alimentos. En personas que hagan mucho ejercicio o vivan en climas muy calurosos la recomendación sería algo más elevada.

«No ofrecemos ninguna regla general acerca de cuántos vasos de agua deben beberse cada día porque nuestras necesidades de hidratación pueden cubrirse también a través de una variedad de fuentes, además de tomar agua», explicó Lawrence Appel, jefe del comité de expertos del IOM y profesor de medicina en la Universidad Johns Hopkins, también en EEUU.

Tal y como señala este especialista, «aunque beber agua es la opción habitual para hidratarse, la gente también puede obtenerla de zumos, leche, café, té, refrescos, frutas, verduras y otros alimentos y líquidos. Es más, nosotros concluímos que la población obtiene cantidades adecuadas de agua con sus hábitos normales (el consumo de bebidas y comidas) y dejándose guiar por su sed».



 
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