El Mundo
263 
02-10-1997



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  SmithKline Beecham


REFORMA SANITARIA

Razones del disenso


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JOSE LUIS DE LA SERNA

No ha sido posible. PSOE e IU no están de acuerdo, al parecer, en llevar a las Cortes el proyecto de reforma sanitaria. Los cambios necesarios que requiere el sistema sanitario español y que propone el resto de los partidos políticos no han gustado a la oposición parlamentaria. El año de trabajo de la comisión en el que han colaborado todos no ha servido, al final, para el consenso.

Sin embargo, las razones que han motivado al PSOE e IU a retirar su apoyo a la reforma para que ésta se apruebe en su día por mayoría absoluta, en vez de por unanimidad, no parecen en sí ser de gran peso. IU invoca la llegada de demonios de improbable existencia. Para la Coalición, los cambios favorecen a las transnacionales farmacéuticas -que se harán con el cuidado integral de la salud- y a las compañías privadas que verán aumentar su participación como proveedores de una sanidad que paga los impuestos. Ninguna de las dos alegaciones parece convincente.

La industria farmacéutica española no tiene capacidad a corto o medio plazo para integrarse en el cuidado total de la salud, de la misma manera que se ha hecho en EEUU o en otros países desarrollados. Por otra parte, a las compañías de seguros sanitarios privados no les gusta la reforma, ya que creen que ésta no les contempla de forma adecuada.

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Para un observador imparcial, las pegas que denuncia el PSOE son tan sólo matices. No da la sensación de que las diferencias en materias de financiación, aseguramiento, gestión y modelo territorial, que enarbola el principal partido en la oposición para abandonar el proyecto de reforma, sean completamente innegociables. La imagen que transmiten sin querer es que ahora no es políticamente correcto consensuar una reforma sanitaria con el partido que está en el poder. No obstante, la reforma sigue siendo necesaria. Con todos su defectos, la sanidad pública es uno de los mejores regalos que la sociedad española se ha hecho a sí misma en las últimas décadas. No tiene sentido discutir su universalidad, su gratuidad y su solidaridad. De lo que hay que discutir es de cómo gestionar los recursos, cómo realizar una mejor medicina preventiva y cómo motivar a los profesionales. La sanidad debería estar siempre apartada del vaivén de intereses al que casi siempre se encuentran sometidos los políticos.


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