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20-11-1997



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  SmithKline Beecham


TRICOLOGIA

De la próstata a la calva

En el futuro, el tratamiento de la calvicie podría ir encaminado por la terapia génica utilizando liposomas como vehículos genéticos
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MYRIAM LOPEZ BLANCO

Había que aplicarse una mezcla de opio, rábano picante, excrementos de paloma, remolacha y varias especias sobre el cuero cabelludo. Esta era la receta de Hipócrates, el padre de la Medicina moderna, contra la caída del cabello. No funcionó. El propio Hipócrates se volvió tan calvo con el tiempo que los casos extremos de alopecia recibieron el nombre de calvicie hipocrática Mucho ha llovido desde entonces y ningún brebaje de cuantos se han vendido como crecepelo ha logrado nunca evitar la caída del cabello en aquellos individuos predispuestos genéticamente a perderlo. Pero ahora, por primera vez, se ha encontrado un producto esperanzador.

El finasteride, que así se llama el medicamento, protagoniza la historia de un fármaco que, aunque se diseñó para curar un mal de próstata, ha acabado sirviendo para otro muy distinto: la calvicie. Merck, la compañía farmacéutica que lo fabrica, rentabilizará así la inversión en un producto que no consiguió el éxito esperado y al que se le ha llegado a llamar placebo caro por su poca eficacia contra la enfermedad para la que estaba indicado. A punto de ser aprobado por la FDA (Food and Drug Administration) estadounidense y de ser comercializado en España -saldrá dentro de unos meses (se vaticina que entre mayo y septiembre del año próximo) bajo el nombre Propecia-, el finasteride fue la estrella del I Congreso Mundial sobre la Investigación del Pelo, celebrado la semana pasada en Sevilla.

A pesar de lo desencaminado que iba Hipócrates con su receta, dio en el clavo con otra de sus observaciones: se dio cuenta de que los eunucos de la armada persa nunca se quedaban calvos. O sea, que la castración poco antes o poco después de la pubertad prevenía la calvicie. Unos 2.500 años después -es decir, hace muy poco tiempo- unos investigadores de la Universidad de Duke, en EEUU, llegaron a la misma conclusión: "La castración puede ser una cura, pero no es comercialmente aceptable".

Así que se empezó a investigar por ese camino. ¿Qué es lo que diferenciaba a los eunucos castrados, que lucían una espléndida melena, del resto de varones?: la falta de testosterona, la hormona masculina responsable del cambio de voz en la pubertad, del aumento de la masa muscular, del crecimiento del pene y del escroto, etcétera.

La testosterona también influye en que los folículos pilosos -que son las fábricas, distribuidas por todo el cuerpo, donde se hace el pelo- se hagan cada vez más pequeños en las personas condenadas a quedarse sin pelo (las genéticamente predispuestas a sufrir la llamada alopecia androgenética o calvicie de patrón masculino).

Es decir, los folículos, que en un principio empiezan fabricando en la cabeza pelo terminal, fuerte, largo y pigmentado, acaban miniaturizándose en estas personas y fabricando pelo fino, poco pigmentado y corto. Así, los calvos siguen teniendo las mismas fábricas de pelo que los demás, pero están encogidas. "No hay calvos, sino personas con folículos pilosos pequeños", puntualizó el doctor Francisco Camacho, presidente del encuentro celebrado en Sevilla y presidente de la Academia Española de Dermatología.

Las investigaciones han desvelado algunas de las claves de este proceso: en estas fábricas de pelo, la testosterona (T) se convierte en otro producto llamado dihidrotestosterona (DHT) gracias a un catalizador -una enzima llamada 5 alfa reductasa. La DHT es la responsable del acné, del crecimiento de la próstata, del pelo terminal (en la barba, cuerpo, orejas, nariz, etcétera) y de la recesión de los folículos pilosos (que en los individuos genéticamente predispuestos progresa hasta la calvicie).

República Dominicana

La historia del finasteride empieza con unos científicos que estudiaban a unas familias de la República Dominicana. Estas familias tenían hijos varones con genitales ambiguos pero que con el tiempo se normalizaban y tenían, a su vez, sus propios hijos, con el mismo defecto: una deficiencia enzimática.

Estos varones seudohermafroditas tenían una insensibilidad a los andrógenos, con una escasez resultante de DHT. Como consecuencia, ninguno de ellos tenía problemas con su próstata (ni se quedaba calvo).

La investigación demostró que tenían inactivo el gen para la producción de la 5 alfa reductasa y que, por tanto, no podían convertir la T en DHT.

Así que los científicos trataron de idear una medicación que pudiese bloquear también esta enzima para normalizar de esta forma el tamaño de la glándula prostática. Pero con el tiempo se vio que el fármaco creado para la próstata tenía un efecto secundario: hacía crecer pelo.

Hoy se sabe que hay dos tipos de enzima 5 alfa reductasa, el tipo I y el tipo II, que los producen dos genes localizados en distintos cromosomas y que tienen estructuras distintas. El tipo I se encuentra por toda la piel, y el II se halla sobre todo en la piel de los genitales (próstata).

La doctora Vera Price -la investigadora número uno en estos momentos en el campo de la tricología, que llegó a Sevilla directamente desde las oficinas de la FDA, donde se celebró el jueves pasado la primera reunión para aprobar el finasteride en EEUU- presentó la última información sobre este fármaco y explicó su modo de acción ante los casi 500 expertos en pelo de todo el mundo reunidos en la capital andaluza.

"El finasteride actúa de manera muy selectiva, sólo bloquea la 5 alfa reductasa de tipo II y no afecta a la acción de la testosterona", dijo la doctora Price. El efecto del finasteride sobre la enzima tipo II es unas 20 veces mayor que sobre el tipo I. Sin embargo se ha mostrado eficaz a la hora de prevenir la alopecia androgenética, probablemente porque baja los niveles de DHT circulantes (el cuero cabelludo está muy vascularizado).

Parece ser que la cantidad de DHT que llega al folículo piloso es la que le dice a éste que siga fabricando pelo o que se muera. De hecho, Merck tiene patentados unos 200 inhibidores de la 5 alfa reductasa y uno de ellos, el MK386, inhibe el tipo II, pero aún no se sabe cómo funcionará contra la caída del cabello.

El trabajo presentado por la doctora Price era un doble ciego, placebo controlado, realizado durante un año con finasteride oral, un miligramo al día (la quinta parte de lo recomendado, con el Proscar, para la hiperplasia benigna de próstata).

Al final del año, la mayoría de los pacientes (86%) que tomaron finasteride obtuvo un crecimiento significativo de pelo (curiosamente, el 42% del grupo placebo también).

En los días en los que se celebraba el congreso, el finasteride acaparó la atención de los medios y se oyeron cosas como que devuelve el pelo "a costa de la virilidad masculina". Pero, según lo estudios realizados hasta ahora, la probabilidad de que eso suceda es muy baja. Concretamente, en el trabajo presentado por la doctora Price se encontró: disminución de la líbido en el 1,8% del grupo finasteride (F) y en el 0,8% del grupo placebo (P), disfunción eréctil (1,3%F y 0,7%P) y disminución del volumen de eyaculación (0,8%F y 0,8%P).

El finasteride no ha sido probado aún en mujeres con alopecia androgenética, que también las hay. En los años 80 se vio que no era infrecuente que las mujeres presentaran patrones de calvicie masculinos (entradas, pérdida de coronilla). Se ha empezado un estudio en mujeres posmenopáusicas pero no en jóvenes, y está contraindicado en mujeres embarazadas o que quieren estarlo, ya que el feto podría verse afectado por el medicamento.

Otro inconveniente es que nadie sabe cuáles son los efectos secundarios del finasteride a largo plazo. Es un tratamiento que hay que tomar de por vida, religiosamente, cada día. Si no, no serviría de nada. "Hay que cumplir las dosis y no dejar de tomarlo si al mes o a los dos meses el producto no funciona", dijo el doctor Camacho. "Además, a cada paciente hay que tipificarle la alopecia. Yo a todos los que voy a tratar con finasteride les hago antes un antígeno prostático específico porque no sé si estarán desarrollando alguna alteración de próstata y se la voy a estar tratando indirectamente. Hay que tener en cuenta que el hombre nunca va a poder dejar de tomar el finasteride, en cambio la mujer sí, porque en la mujer la calvicie es una enfermedad y en el hombre no", concluyó este especialista.

Algunos estudios han demostrado que la combinación de minoxidil con finasteride es más eficaz que uno de estos fármacos solos, sin embargo cada compañía farmacéutica promociona sólo el suyo. "En el mundo del los negocios no le das publicidad a tus competidores", dice Richard Lee, que ha tratado a más de 4.000 pacientes con calvicie en Los Angeles.

"Es muy probable que no estuviésemos todos nosotros aquí si no fuese por el minoxidil", dijo el doctor Rodney P. R. Dawber, dermatólogo de la Universidad de Oxford y uno de los ponentes del congreso. "Cuando apareció este medicamento, el médico no tenía nada que darle al paciente, y poco después se convirtió en el foco de atención de la prensa". El minoxidil es otro ejemplo de fármaco que se diseñó para otra cosa -la hipertensión- y que acabó como remedio para la calvicie. Disminuye o detiene la caída del pelo, pero sin embargo no logra hacer que crezca.

Está claro que ni el finasteride ni el minoxidil, aunque hoy sean la forma más razonable de tratar la calvicie androgenética, serán las terapias definitivas. En el futuro se divisan tratamientos sofisticados como la terapia génica, que ya ha empezado a dar resultados sorprendentes en la patología vascular.

La terapia génica liposomal se muestra como una gran promesa contra la calvicie. Lo malo es que, en este momento, los científicos sólo disponen del liposoma (el taxi genético) pero no tienen aún el gen que han de llevar a las células para que regule la fabricación de pelo y devuelva a la mitad de la población masculina y parte de la femenina el adorno que cubría sus cabezas.


La ciencia del pelo

El I Congreso de Investigación del Pelo, celebrado en Sevilla y patrocinado por Procter & Gamble, se hizo, sobre todo, por un motivo: acabar con el engaño que rodea al mundo del pelo. Hasta hace un tiempo, era el peluquero el que se encargaba de los problemas del cabello, y todavía hoy hay mucha gente -desde los que se hacen llamar especialistas en belleza hasta los farmacéuticos- que se atreve a recomendar remedios para la calvicie sin saber nada del tema.

Hoy, la tricología (la ciencia que estudia el pelo) está perfectamente estructurada y es un campo en el que aúnan sus conocimientos no sólo los tricólogos sino los biofísicos, químicos y biólogos. Ni siquiera un dermatólogo tiene por qué saber algo de pelo, a no ser que sepa mucho de tricología. En los años 60 aparecieron los primeros centros de investigación del pelo. Hoy hay siete, todos ellos en EEUU. Son centros de investigación de primates (el pelo se estudia en cuatro tipos de monos, que tienen el mismo patrón de calvicie que el hombre) en los que no sólo se hacen estudios de tricología sino también de ginecología, endocrinología y dermatología. En España, el Grupo Español de Tricología, presidido por Francisco Camacho, está formado por 22 personas que ya han dado los primeros pasos para acabar con la mala información que envuelve al tratamiento del cabello. Y lo han hecho de la mejor manera posible: transmitiendo su conocimiento a los demás.

 

Otras conclusiones del congreso

Mujer.- Cada vez hay más mujeres que pierden el pelo. En los hombres, las cifras no han variado (50% de alopécicos a los 50 años de edad), pero en la mujer han pasado de un 2,3% a un 8% en los últimos 10 años. ¿El motivo? El cambio en el estilo de vida. La integración de la mujer en el mundo laboral, con todo el estrés y agresividad que ello implica, hace que aumenten sus niveles de andrógenos (hormonas masculinas). Y, si además hay predisposición genética, la pérdida de pelo es inevitable, aunque suele ser siempre reversible (salvo en un pequeño porcentaje en las que no se sabe por qué los tratamientos no funcionan).

Hirsutismo.- Cuando aparece el pelo en mujeres en las zonas típicas masculinas (pecho, mejillas, etcétera) se habla de hirsutismo y siempre es patológico. Puede afectar psicológicamente a la mujer, ya que el exceso de pelo se asocia a la falta de feminidad. El hirsutismo se origina por un aumento de sensibilidad de los folículos a los niveles normales de andrógenos o a una sobreproducción de andrógenos por parte, por ejemplo, de los ovarios. El doctor Camacho hizo una amplia exposición de los tratamientos de esta patología entre los que destacaba el flutamide.

Láser.- Hugh Zachariae, de Copenhague, presentó un método revolucionario para acabar con el pelo indeseado del hirsutismo y de la hipertricosis (nombre que recibe el exceso de pelo en el hombre): el láser o fototermolisis, es decir, quitar el pelo con calor. La luz de láser se transmite a través de la piel y se absorbe por la melanina, que se calienta y acaba evaporándose y desintegrándose.

Unos estudios en los que se comparó esta técnica con otros métodos depilatorios, como la cera o la depilación eléctrica, demostraron que se conseguía un 78% de reducción del pelo de la cara 178 días después del primer tratamiento y que los pacientes estaban más satisfechos que con los métodos clásicos. Hay pocos efectos secundarios y éstos son reversibles. El láser, que se utiliza desde 1995, ha ofrecido resultados esperanzadores, pero todavía hacen falta más estudios para averiguar, por ejemplo, cuál es la permanencia del efecto.

Alopecia Areata (AA) ¿una enfermedad autoinmune?.- Todos los indicios apuntan a que sí lo es. Los folículos pilosos expresan antígenos únicos y las propiedades de estos antígenos varían según el individuo y según el ciclo del pelo. Parece que en la AA, existe una respuesta inmunológica anormal contra estas proteínas de los folículos pilosos que es más una causa que un efecto de la enfermedad, según unos estudios presentados por Jean Claude Bystryn.


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