En España, sólo la mitad de los pacientes hipertensos
sigue los tratamientos recomendados por sus médicos, y las terapias
indicadas por estos especialistas están influidas, sobre todo, por
los visitadores de los laboratorios farmacéuticos.
VICTOR CORDOBA
No produce síntomas pero es la patología más prevalente
del mundo. Entre un 20% y un 25% de la población es hipertensa y
tiene, por tanto, un riesgo significativamente elevado de sufrir, con el
paso del tiempo, un accidente vascular cerebral, un infarto de miocardio
o una insuficiencia cardiaca si no consigue bajar las cifras de su presión
sanguínea.
No obstante, la mayoría de los estudios clínicos deja
muy claro que hay algo en el tratamiento de la hipertensión arterial
-por otra parte una patología de muy fácil control- que no
va bien. La primera de las asignaturas pendientes en hipertensión
es la de conseguir que los pacientes se tomen las pastillas que les ha
recomendado el médico.
Caso español
En el último Medicina
Clínica se publica un trabajo que demuestra lo mal que se cumple
el tratamiento en España. El estudio, realizado por un equipo dirigido
por el doctor Francesc Puigventós, del Hospital de Son Dureta de
Palma de Mallorca, consistió en la revisión de todas la publicaciones
que se habían realizado en nuestro país sobre este tema.
Después de revisar 23 estudios, los autores concluyen que, en España,
prácticamente la mitad de los enfermos no toma las medicinas que
les han recomendado sus galenos.
De nada vale tratar de aplicar tratamientos de valor reconocido si luego
los pacientes hacen caso omiso de lo que dice el médico y no cumplen
sus recomendaciones. La hipertensión, la diabetes, la tuberculosis
e, incluso, el sida son ejemplos muy claros de enfermedades crónicas
en las que el porcentaje de pacientes que no se adhiere a las recomendaciones
de sus médicos es muy alto. El caso de la hipertensión es
quizá el paradigma más claro puesto que es una enfermedad
que no suele molestar a quien la sufre, aún cuando esté deteriorando
poco a poco el sistema cardiovascular del hipertenso.
"Hacen falta programas de educación para los enfermos, así
como la implicación de diferentes estamentos sanitarios, como enfermeras
y farmacéuticos, para conseguir mejores resultados con la hipertensión",
afirman los autores.
El segundo problema que de alguna manera incide en la forma en la que
la hipertensión se está tratando hay que buscarlo en las
recomendaciones de los facultativos. "Los médicos que, por
ejemplo, modifican el tratamiento de un hipertenso en el caso de que con
el que han indicado en un primer lugar no consigan controlar las cifras
de tensión arterial son menos del 20% del total", escribe en
un editorial, en el mismo número de Medicina Clínica, el
doctor Angel Puras del Servicio de Medicina Interna del Hospital General
de Albacete.
Claro que lo más preocupante cuando se lee la opinión
de Puras es constatar que la mayor influencia que tienen los galenos a
la hora de recetar productos contra la hipertensión viene de los
visitadores de los laboratorios farmacéuticos. "En España,
los estudios indican que el 60% de los médicos receta de acuerdo
a lo que han escuchado a los representantes de la industria. Un 30% se
instruye leyendo revistas del sector y sólo un 15% obtiene información
de congresos médicos", afirma Puras.
Caso omiso a los consejos
Hace ya cinco años que se publicó en EEUU el protocolo
para el tratamiento inicial de la hipertensión en casi todos los
pacientes. Según las autoridades sanitarias de ese país,
la primera línea de la terapia con fármacos antihipertensivos
aún la forman los diuréticos y los betabloqueantes. Estos
medicamentos, además de ser más baratos que los que han llegado
con posterioridad al mercado, tienen evidencia científica que avala
su capacidad de salvar vidas. Pero a pesar de sus excelencias y su precio,
en el tratamiento de la hipertensión, los diuréticos y los
betabloqueantes han perdido su cuota de mercado en favor de los modernos
fármacos. En un reciente Journal of the American Medical Association
se publica un trabajo en el que unos expertos de la Universidad de California
demuestran que se están pagando, sin sentido científico,
más millones de dólares de los necesarios en el tratamiento
de la hipertensión. El porqué está pasando ésto
es algo difícil de explicar. Según la doctora Margaret Winker,
editora del JAMA, "hay que hacer un esfuerzo para que en el tratamiento
de algo tan común como la hipertensión, los médicos
hagan caso a las recomendaciones que han surgido después de prolongados
debates entre expertos de reconocida solvencia".