Un investigador de Los Angeles publica en "The Lancet" una
hipótesis con la que pretende explicar el comportamiento agresivo
en masacres como las de Ruanda, Auschwitz o Bosnia. Lo ha denominado síndrome
E.
MYRIAM LOPEZ BLANCO
Todos hemos visto en los periódicos alguna de las fotografías
tomadas en masacres como las de Ruanda, Auschwitz o Bosnia. En algunas,
incluso, aparece el asesino, consciente de la presencia del reportero,
disparando impasible a su víctima. Estos individuos son capaces
de degollar mujeres, aplastar niños o estampar bebés contra
una pared (como se describía uno de los últimos atentados
perpetrados en Argelia) y, después, volver a su hogar -donde les
aguarda una familia- y hacer vida normal como si nada hubiese pasado.
¿Hay alguna explicación para estos comportamientos? ¿Puede
una situación social provocar cambios en el cerebro y hacer que
las personas normales, no violentas, pasen a ser asesinos en serie? El
doctor Itzhak Fried, investigador del Brain Research Institute de la Facultad de Medicina de UCLA, en
Los Angeles, cree que sí, que estos comportamientos podrían
explicarse, al menos en parte, con lo que ha llamado síndrome E,
según publica en uno de los últimos números de The
Lancet.
Según Fried, estos individuos -que suelen ser varones de entre
15 y 50 años de edad- padecen una especie de fractura del conocimiento
que se produce por un fallo en el desarrollo del neocórtex cerebral,
y no por la manifestación del cerebro primitivo desinhibido, como
se ha postulado en otras ocasiones.
Fried dice que en todos los genocidios se repiten los mismos comportamientos,
el mismo patrón psicológico, y que esto sugiere un síndrome
común. "No se trata de un síntoma general de agresión
humana, y no debería confundirse con el comportamiento de determinados
individuos que llevan a cabo sólo actos de homicidio repetitivos.
Estos últimos son una parte muy pequeña de la población,
y suelen tener un historial de psicopatología", escribe Fried.
"Tampoco debería confundirse el síndrome E con las manifestaciones
que aparecen normalmente en tiempo de guerra, en combate".
Los signos y síntomas
Este neurobiólogo de origen hebreo ha descrito los síntomas
y signos que distinguen a estos grupos y que, si se reconociesen a tiempo,
podrían servir para aislarlos y prevenir las atrocidades de las
que son capaces:
- Necesidad de repetir actos de violencia. Estos individuos son lo que
se podría llamar agresivos compulsivos: no perdonan la vida de ninguna
de las víctimas.
- Ideas obsesivas. Están obsesionados con una serie de creencias
que frecuentemente van dirigidas contra un grupo minoritario. A menudo
estos individuos utilizan metáforas como limpieza para justificar
su violencia.
La combinación de los síntomas descritos en el apartado anterior
(la repetición de los actos agresivos) y las ideas obsesivas recuerda
a los síntomas de los obsesivos-compulsivos.
- Perseverancia. Su comportamiento persevera aunque las circunstancias
cambien.
- Baja reacción afectiva. La mayoría de asesinatos perpetrados
por estos individuos no les altera emocionalmente.
- Hiperexcitación. La repetición de actos violentos provoca
frecuentemente una sobreexcitación, que es mayor cuanto mayor es
la magnitud de la masacre.
- El lenguaje, memoria y capacidad para resolver problemas permanecen
inalterados.
- Habituación rápida. En las primeras fases del síndrome,
el individuo se acostumbra rápidamente a los actos de violencia.
- Separación. Llevan una vida familiar normal, mientras que paralelamente
matan a otras familias.
- Dependencia del entorno. Su comportamiento depende anormalmente del
entorno, lo cual explica que puedan separar su vida normal de los actos
agresivos que cometen. La obediencia a la autoridad y la dependencia de
un grupo de apoyo son dos ejemplos.
- Contagio en el grupo. El entorno del grupo refuerza el síndrome
y facilita su propagación. La mayoría de individuos integrantes
responde de manera uniforme a los estímulos, y estas respuestas
sirven a su vez de estímulo para el resto.
Ha habido intentos de identificar otros factores de riesgo del síndrome
E, como ciertos rasgos del carácter (personalidad autoritaria, obediencia
a un jefe). Sin embargo, se duda de su existencia, porque los grupos violentos
son muy heterogéneos. Un ejemplo son los batallones de policía
alemana de la Segunda Guerra Mundial, en los cuales el 80% se convirtió
en asesino de mujeres y niños y sólo el 20% se negó
a participar.