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19-03-1998



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  SmithKline Beecham


NEUROLOGIA

La imagen del pensamiento

Los científicos han desarrollado técnicas avanzadas de neurorradiología que permiten ver el cerebro mientras trabaja
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MYRIAM LOPEZ BLANCO

La diferencia entre el mapa de una ciudad y el de un planeta está en el detalle. Dibujar un mapa de la Tierra con todas las carreteras y con las calles de cada una de sus ciudades sería un proyecto muy ambicioso. Sin embargo, no es comparable al esfuerzo que supone trazar el mapa del cerebro humano. Por lo menos, para dibujar el mapa de una ciudad desconocida, sólo hay que desplazarse hasta ella. En cambio, cuando se empezó a crear el mapa cerebral no había facilidades de ningún tipo. Se partió de la nada (una masa gelatinosa de aproximadamente kilo y medio de neuronas que nadie sabía qué contenía) y se tuvo que ir avanzando a ciegas en su contenido misterioso, en el que supuestamente se encontraba el secreto de por qué somos como somos.
Al principio la única manera de averiguar dónde se localizaba determinada función del cerebro era estudiar a las personas que tenían lesionada esa zona. Así empezaron a obtenerse, por un lado, mapas poco detallados de la anatomía y de la función del cerebro y, por otro, mapas de pequeños grupos de neuronas. Más tarde se construyeron máquinas avanzadas para estudiarlo, cada vez con mejor resolución.
Hoy, estos sistemas ya pueden coger al cerebro en flagrante en medio de un pensamiento. La resonancia magnética funcional (RM) y la tomografía por emisión de positrones (PET) permiten ver el cerebro en pleno ajetreo neuronal -mientras se habla, se aprende un idioma, se mueve un brazo, etcétera-. Las áreas activadas pueden localizarse fácilmente en la pantalla del ordenador. En procesos más complejos, como la memoria, se ha visto que intervienen distintas áreas cerebrales simultáneamente.
Pocos dudan de que pronto se podrán fotografiar pensamientos complejos, cuya explicación pertenecía al territorio de la psicología o la filosofía. Aunque es probable que, para entonces, el mapa obtenido ya no será como el de una ciudad sino que se habrá convertido en algo parecido al de un transporte metropolitano en el que cada línea tiene infinitas estaciones, transbordos y en el que cada tren puede tomar distintas direcciones.


Cada semana aparecen nuevos estudios en los que se habla de diferencias detectadas en el cerebro de personas sanas y de enfermas. Estos hallazgos hay que agradecérselos, sobre todo, a dos sistemas: la resonancia magnética (RM o MRI, del inglés Magnetic Resonance Image) y a la tomografía por emisión de positrones (PET, Positron Emission Tomography).

Hasta ahora, la primera se utilizaba para estudiar sólo la anatomía y la segunda para localizar la función del cerebro. Aunque ahora la resonancia también se utiliza para estudiar la función cerebral, como se verá más adelante.

Así, se ha comprobado, por ejemplo, que el cerebro de las mujeres y el de los hombres es distinto; que también hay variaciones en el de los homosexuales y transexuales; que en alteraciones como la esquizofrenia suele haber un trasiego mayor de sangre por los núcleos caudados; que en las personas deprimidas hay un menor metabolismo en el córtex cerebral; o que en los obsesivo-compulsivos es frecuente una mayor vascularización de los lóbulos frontales (lo que podría significar que esta zona está trabajando más de la cuenta).

Sin embargo, que los científicos puedan medir y ver cada vez mejor estas diferencias no significa que sepan ya lo que quieren decir. En la esquizofrenia, por ejemplo, ¿es el mayor flujo de sangre la causa de la enfermedad o por el contrario es un mecanismo del propio organismo para luchar contra ella? No se sabe.

Las técnicas de imagen del cerebro, sin embargo, tienen cada vez mejor resolución y prometen descubrir muchos más secretos en los próximos años que en los 90, década que el ex presidente de EEUU George Bush bautizó en su día como "la década del cerebro".

De momento, estas imágenes tienen una valiosa utilidad clínica. Sirven, por ejemplo, para planear la operación quirúrgica de un tumor cerebral: puede que el tumor sea inoperable por su situación, porque existe el riesgo de dejar al paciente inválido, o sin voz, o ciego si se toca una zona contigua. Sirven también para observar cómo evoluciona una enfermedad. En los enfermos de Parkinson -una enfermedad caracterizada por muchas alteraciones neurológicas, como la rigidez muscular, el temblor de manos, la dificultad para hablar o tragar, etcétera- están lesionados los ganglios basales, que producen menos sustancias químicas endógenas, como la dopamina, que son necesarias para las funciones motoras. El PET se ha utilizado para mostrar imágenes del cerebro de estos pacientes donde había mayor o menor concentración de dopamina y ver cómo evolucionaba el tratamiento.

El PET y la resonancia se utilizan cada vez más en psiquiatría para obtener información de patologías como el Alzheimer, la enfermedad de Huntington, el síndrome de Down, la esquizofrenia o la depresión, porque son muy sensibles a los cambios biológicos que tienen lugar en estas enfermedades.

También se están empleando para estudiar materias muy distintas, como las funciones cognitivas (el lenguaje, la conciencia, el aprendizaje, los procesos sensoriales, etcétera).

El PET ha servido incluso como máquina de la verdad en juicios. Una instantánea del cerebro puede demostrar, entre otras cosas, si un individuo está tomando determinadas drogas, o si está diciendo la verdad, o si su comportamiento agresivo se explica por una profunda alteración de su cerebro y no por un arrebato de ira.

El PET y la resonancia magnética han provocado una explosión de nuevas investigaciones que están revolucionando la manera de entender cómo funcionamos como personas. Cada vez se pueden ver procesos más complejos del pensamiento que están desbancando teorías tan arraigadas como el psicoanálisis de Freud y la interpretación de los sueños o aspectos del ser humano que pertenecían más al campo de la filosofía que al de la ciencia.

En resumen, a estas técnicas de imagen se les augura un futuro brillante en medicina, psicología, psiquiatría y en las neurociencias en general para estudiar la relación entre la estructura del cerebro y su función.


La última novedad

La resonancia magnética funcional es la última novedad en el campo de imagen cerebral. En un principio, la RM se utilizó para analizar materiales no vivos, como las estrellas. Después se empezó a emplear en Medicina para obtener con ella imágenes anatómicas del cerebro de gran calidad. Y hace tan sólo tres o cuatro años se ha visto que también puede ofrecer imágenes funcionales, como ha estado haciendo el PET.

Según el doctor Juan Lineras, neurorradiólogo del hospital Ruber Internacional de Madrid, la RM tiene una serie de claras ventajas sobre las otras técnicas funcionales. En primer lugar, tiene mayor resolución, no sólo espacial (que quiere decir que se ve más nítida la imagen) sino temporal (que se ve más rápidamente). "Esto es muy importante a la hora de estudiar la función, porque no es lo mismo ver al cerebro actuar 10 minutos después que verlo actuar a tiempo real", dice el doctor Lineras.

Así, con la RM se puede ver el cerebro funcionando. En la pantalla de un ordenador aparecen las zonas que se activan al mover, por ejemplo, un brazo en el mismo momento en el que el individuo mueve el brazo.

La segunda ventaja, según este especialista, es que con la RM funcional se puede obtener al mismo tiempo el mapa de activación y la imagen anatómica, y además es posible fusionar ambas imágenes fácilmente.

Es decir, que se puede saber exáctamente cuál es la zona que se está activando porque se superpone a la estructura anatómica. Según el doctor Lineras, esto es hasta ahora difícil de conseguir con el PET, porque para ello se tiene que importar, mediante un sistema informático, una imagen de resonancia y tratar de encajar las dos imágenes. Y es mucho menos exacto.

El método

¿Cómo captan la resonancia magnética y el PET el cerebro funcionando? Se explica por un proceso cerebral que se llama autorregulación. El cerebro tiene la particularidad de que cuando una zona necesita más energía porque está trabajando más, pone en marcha un sistema de alarma y en menos de cuatro segundos le llega la sangre. El área que más trabaja, gasta lógicamente más energía y más oxígeno (por eso pide más sangre, que es la que transporta ambas cosas: la energía va en forma de glucosa, y el oxígeno circula enganchado en las moléculas de hemoglobina).

Lo que hace el PET para ver la función cerebral es medir el gasto de glucosa. En cambio, la resonancia magnética "hace una medida indirecta muy parecida pero muy ligada al metabolismo", explica el doctor Lineras.

Uno de los métodos que emplea la RM consiste en medir los cambios de flujo sanguíneo que hay en la zona del cerebro que demanda más sangre. Otro, más sofisticado, se basa en las diferencias del contenido de oxígeno. La máquina es capaz de detectar estas diferencias y altera la señal creando la imagen que vemos en la pantalla. "Si muevo la mano y la paro a los 10 segundos y la vuelvo después a mover, el nivel de oxígeno aumentará y disminuirá en el cerebro en la zona motora siguiendo este ritmo", dice Lineras.

Un inconveniente del PET es que hay que inyectarle un isótopo radiactivo al individuo cada vez que se quiere ver un detalle de su cerebro y esto hace que no sea una técnica inocua y repetible como la RM. "En lo que se refiere al mapeo del cerebro, la RM es superior. Claro que el PET también va a evolucionar, y se encargará de campos en los que será la mejor técnica", explica el doctor Lineras. Aparte de marcar el gasto de glucosa, también puede seguir a un neurotransmisor determinado.

Por otro lado, el PET es muy útil para estudiar enfermedades que provocan alteraciones del metabolismo cerebral global o que afectan a áreas muy grandes del cerebro.

"En estos casos no es necesario ver un área de actividad concreta. Por ejemplo, en el caso de una persona deprimida la corteza cerebral puede tener menos metabolismo y el PET es útil para cuantificar esto", dice Lineras.

Lo ideal de la resonancia magnética es poder aislar procesos sencillos dentro de los procesos complicados. "Es como una orquesta. Si haces que suene toda al mismo tiempo es más difícil hacerse una idea de cómo se consiguen los agudos o los graves", explica Lineras.

Trabajo multidisciplinar

Para ello, es muy importante el trabajo multidisciplinar en este campo. No sólo ha de estar presente un neurorradiólogo sino también un neuropsicólogo.

Un solo especialista no es capaz de tener todos los conocimientos necesarios. "El neuropsicólogo es el que sabe, por ejemplo, que para activar la zona del habla -el área de Wernicke- el individuo no tiene ni que hablar ni que leer, sino discriminar cuando entiende una palabra y cuando no", dice este especialista.

Teslas

La tesla es una unidad de intensidad de campo magnético. "Es como el voltaje de las bombillas", dice Lineras. "Cuanto más alto sea, más brillan". En principio, a más teslas, mejor se verá la activación del cerebro, pero una intensidad muy alta también tiene inconvenientes. Actualmente en el Ruber Internacional se está trabajando con 1.5 teslas. En algunas investigaciones que se realizan en otros países se está trabajando con tres o cuatro teslas, que es mucho.

En la reunión que celebró recientemente la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) en Filadelfia se habló de futuras imágenes tomadas con 10 teslas y se auguró que serán capaces de desvelar hasta los secretos neuronales más íntimos.


Cerebro y geografía

 

En el último cuarto de siglo, se ha revolucionado la forma de cartografiar y explorar todo lo que nos rodea, abarcando ambos extremos de la escala, desde angstroms hasta años luz. La representación del cerebro ha estado claramente influída por otras disciplinas como el arte, la geografía, la neurobiología o el diseño gráfico por ordenador. Al principio, el trazado de los mapas del cerebro presentó las mismas dificultades que las que tuvieron los primeros cartógrafos para crear los planos geográficos. En el cerebro, además, es necesario representar sus complejidades de una manera precisa para que sirva de guía en la exploración y en la cirugía. Al mismo tiempo se hace necesario hacer comprensibles unos datos sin ocultar otros.


 

El pionero de la resonancia magnética

ALEJANDRA RODRIGUEZ

 

Básicamente, la resonancia magnética es un procedimiento para mirar el interior del cuerpo humano sin necesidad de utilizar cirugía, rayos-X o procedimientos invasivos. Este escáner es capaz de diferenciar los tejidos enfermos de los sanos y de ofrecer una clara imagen de los mismos, basándose en los campos magnéticos y en las ondas de radio que producen las células de nuestro cuerpo. Si bien en un principio la resonancia magnética se concibió para detectar tumores y diferentes tipos de cáncer, sus aplicaciones se han multiplicado. Hoy día es importantísima para realizar un diagnóstico precoz y se recurre a ella en casos de enfermedades neurológicas, cardiacas, abdominales, de pinzamientos en la columna vertebral y de esclerosis múltiple.

El artífice de esta técnica tan avanzada es el científico norteamericano Raymond V. Damadian, y aunque probablemente ninguno conocíamos su nombre, seguro que tendremos que agradecerle que no se dedicara a tocar el violín (cursó estudios de este instrumento durante ocho años) y que encaminara su vida hacia la investigación que le llevó, en la década de los 70, a aplicar los principios de la resonancia magnética nuclear a la diagnosis médica.

En realidad, ya tras la Segunda Guerra Mundial, físicos y químicos usaban de forma rutinaria la resonancia magnética nuclear en sus laboratorios para comprobar la naturaleza y la calidad de diferentes materiales. Sin embargo, fue Damadian el que pensó en someter al cuerpo humano a este escáner para diferenciar las células sanas de las dañadas y detectar así la presencia de tumores. El físico presentó su ensayo en 1971 y sólo consiguió que sus colegas se burlaran de su idea.

Como Raymond Damadian se encontró con el problema de la financiación de su invento, no se lo pensó dos veces. Consciente de la importancia que su descubrimiento ibvva a tener en el mundo de la Medicina, escribió al mismísimo presidente de los Estados Unidos, entonces Richard Nixon, para hablarle de su idea. Curiosamente, su carta no se perdió en los pasillos burocráticos y recibió la ansiada subvención para seguir con sus investigaciones. Eso sí, tras una reprimenda del administrador del Instituto Nacional de la Salud americano, que previamente había rechazado el proyecto. "Yo era joven y no alcanzaba a comprender el funcionamiento de la burocracia", argumenta Damadian para justificar su impulsiva actitud.

Con la ayuda de sus colaboradores, Lawrence Minkoff y Michael Goldsmith, y de aportaciones de inversores privados que sí confiaron en el ingenio de Raymond Damadian, este científico construyó el primer escáner para realizar resonancias magnéticas a seres humanos. Era el 3 de julio de 1977 cuando Indomable (así bautizaron a la máquina) mostraba en pantalla la imagen de la espalda de Minkoff. Aunque todavía era rudimentaria, los pulmones y el corazón se apreciaban perfectamente. A partir de ahí, comenzó una intensa tarea para mejorar el artilugio y multiplicar sus aplicaciones que, aún hoy, continúa.

Y es que, Damadian aspiraba a crear una nueva industria que extendiera a Indomable por todo el mundo. Así nació FONAR, la empresa que fundó el investigador en 1978 para la fabricación del escáner de resonancia magnética. En 1980 se terminó la primera máquina construida con fines comerciales, aunque hasta 1984 la FDA (organismo que se encarga, en Estados Unidos, de aprobar todos los productos relacionados con la alimentación y la Medicina) no le dio el visto bueno. En cualquier caso, a partir de ese momento el escáner de cuerpo entero de Raymond Damadian se vende en todo el mundo, lo que ayuda a que FONAR sea cada vez más grande. En la actualidad este escáner es la única ocupación de la empresa y Damadian, que ahora cuenta 61 años, continúa al frente de la compañía.

Su impresionante historial académico y el desarrollo de esta técnica revolucionaria le valieron, en 1988, la Medalla Nacional de Tecnología, de la que le hizo entrega el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan. Muy poco después entraba en el National Inventors Hall of Fame, especie de Olimpo de los Dioses de la Ciencia, integrado por un selecto grupo de pioneros del mundo de la investigación americana que revolucionaron el mundo con sus inventos. Allí figuran, entre otros, Alexander Graham Bell, Thomas Edison o los hermanos Wright.


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