Las inyecciones de toxina botulínica acaban de demostrar su eficacia
contra la sudoración excesiva. Esta terapia se presenta como una
alternativa a la cirugía, aunque el tratamiento debe repertirse
unas tres veces al año.
ALEJANDRA RODRIGUEZ
La toxina botulínica casi acabó con la industria conservera
en los años 20 y 30 y, actualmente, es una de las armas bacteriológicas
más temidas. Sin embargo, también tiene utilidad médica.
Este mes, Archives
of Dermatology, de la American Medical
Association, publica un trabajo prometedor que afirma que
el uso controlado, en forma de inyecciones, de la toxina causante del botulismo
puede ser la alternativa para el tratamiento del exceso de sudoración.
Actualmente, son muchas las personas que, después de recurrir
a los fármacos, se ven obligadas a pasar por el quirófano
para solucionar su hiperhidrosis (denominación de la sudoración
excesiva). Con el objeto de evitar la intervención quirúrgica,
un equipo de científicos de la Universidad de Würzburg, Alemania,
ha llevado a cabo un ensayo con 11 pacientes con hiperhidrosis patológica
de distintos tipos en los que no había dado resultado ningún
tratamiento con medicamentos. Los resultados no pueden ser más alentadores.
Las inyecciones subcutáneas de toxina botulínica diluída
eliminaron los trastornos clínicos de hiperhidrosis en todos los
pacientes.
Los efectos del tratamiento comenzaron a notarse entre dos y cuatro
días después de la inyección, y la patología
desapareció por completo en una semana. La mayor parte de los pacientes
toleró bien la toxina y hubo muy pocos efectos secundarios, todos
ellos de carácter leve. Eso sí, los beneficios del pinchazo
no son permanentes. Según ha observado el equipo investigador, la
sudoración vuelve a ser abundante a los cuatro meses aproximadamente.
Sin embargo, la solución está en volver a inyectar otra dosis
para notar cómo la hiperhidrosis remite de nuevo.
Si tenemos en cuenta que tampoco la cirugía elimina el problema
definitivamente y puede presentar complicaciones bastante serias, la alternativa
de administrar tres inyecciones anuales a los pacientes no parece demasiado
problemática. A pesar de que aún falta por estudiar el efecto
a largo plazo y las consecuencias en mujeres embarazadas y en las que están
en periodo de lactancia, los científicos de este estudio se muestran
optimistas con respecto al futuro de esta terapia. "La administración
subcutánea de la toxina botulínica es un tratamiento novedoso,
simple y seguro para muchos pacientes con hiperhidrosis local. Puede convertirse
en la alternativa a la cirugía".
En cualquier caso, ésta no sería la primera aplicación
médica que se descubre para este tóxico capaz de llegar a
provocar mareos, parálisis muscular, pérdida de visión
y muerte por fallo respiratorio. Su facultad para incidir en las funciones
musculares sin causar debilidad o pérdida de sensibilidad significativas
ha hecho de la toxina botulínica una de las mejores alternativas
para tratar determinados problemas oculares y otras alteraciones del sistema
nervioso central.
De hecho, desde 1989, el tipo A de esta toxina está aprobado
por la FDA (Food and Drug Administration),
en EEUU, bajo el nombre Botox para el tratamiento de dos problemas: el
estrabismo y el cierre involuntario de los párpados. También
ha quedado demostrada su eficacia contra la espasticidad en enfermos con
alguna parálisis, así como en los espasmos que se producen
en un lado de la cara debido a la irritación del nervio facial.
Las inyecciones de toxina botulínica eliminan asimismo las arrugas
de la expresión del rostro y las patas de gallo.