Expertos convocados en Madrid, en la Primera Reunión Internacional
de Victimología, concluyen que la atención precoz a las víctimas
del terrorismo puede evitar el desarrollo de trastornos psíquicos
futuros.
PATRICIA MATEY
Que el miedo mata no es ninguna metáfora: siete israelíes
fallecieron de terror durante la Guerra del Golfo. Sólo dos perdieron
la vida por culpa de los misiles. Que los actos de violencia, en cualquiera
de sus formas (guerra, atentados, violación, etc), son el cáncer
del alma también está sobradamente documentado: el 60% de
las víctimas directas o indirectas (familiares, testigos, etc) corre
el riesgo, a lo largo de toda su vida, de sufrir un trastorno psíquico.
El porcentaje de población que posee este mismo riesgo se reduce
al 20%.
Sin embargo, y a pesar de estas y otras constataciones sobre los efectos
de la violencia en la salud mental y de que la historia de la Humanidad
está marcada por el crimen, los expertos siguen buscando las fórmulas
más eficaces que eviten que las personas que sufren este tipo de
catástrofes acaben desarrollando algún trastorno psíquico.
Una de las medidas para lograr este objetivo ha sido la celebración,
este fin de semana en Madrid, de la Primera Reunión Internacional
sobre Victimología, convocada por la Asociación Víctimas
del Terrorismo (AVT).
"Los estudios demuestran", destacó María Luisa
Cabanas, directora del Gabinete Psicológico de la AVT, "que
se necesita una ingente labor de prevención en las personas afectadas
por la violencia, de ahí que uno de los objetivos de esta reunión
sea el de informar y preparar a los psicólogos y psiquiatras que
colaboran con la asociación para que se conviertan en auténticos
especialistas, dadas las características peculiares de las víctimas".
La importancia de la intervención inmediata tras producirse el
atentado, "proporcionando la información adecuada, escuchando
y absorbiendo la ansiedad de la víctima, y respaldando con hechos
y de forma práctica sus demandas sanas"; la necesidad de "concienciar
a la sociedad y a los medios de comunicación de la potencialidad
positiva y negativa que tiene siempre el impacto generado por las noticias
difundidas", son algunas de las conclusiones alcanzadas durante la
celebración de este congreso.
La doctora Zahava Solomon, del Adler Center, Universidad de Tel Aviv,
una de las expertas mundiales en el estudio de las consecuencias psíquicas
de la guerra, destacó durante el encuentro que se ha podido constatar
que la "intervención precoz, la proximidad y la expectativa",
son tres estrategias que han demostrado su eficacia a la hora de minimizar
el sufrimiento que puedan padecer las víctimas en un futuro:
-Intervención precoz: atender a las víctimas lo
más inmediatamente posible.
-Proximidad: que dicha atención se produzca lo más
cerca posible del lugar de los hechos.
-Expectativa: conversar con los afectados y hacerles entender
que están confusos, pero que sus reacciones son las normales ante
una situación anormal.
Estrés postraumático.
"Un holocausto, siete guerras y la amenaza constante de atentado
han convertido al pueblo judío en un laboratorio natural",
insistió la doctora Solomon, "donde estudiar las consecuencias
de la violencia". Así, las investigaciones llevadas a cabo
por la profesora israelí y su equipo destacan, en primer lugar,
que buena parte de las víctimas no demanda atención psicológica,
a pesar de necesitarla.
"El estrés postraumático es un agente patogénico
muy fuerte que puede causar trastornos graves de personalidad y otros problemas
psíquicos". No obstante, insiste esta especialista, la mayoría
de las víctimas de un atentado o de una guerra "no sufre este
trastorno en su forma más severa, lo que no implica que muchas de
ellas requieran ayuda y no la estén recibiendo". En segundo
lugar, los trabajos demuestran la trascendencia del valor del diagnóstico
para evitar problemas mentales en un futuro. "Muchas de las alteraciones
psíquicas que sufren los soldados se catalogan como crisis, algo
que puede suceder en la población civil. Es decir, como la respuesta
inmediata a una tragedia y, por tanto, se tratan con terapias cortas. Sin
embargo, estas crisis pueden degenerar en un problema crónico".
Personalidad.
La existencia o no de trastornos mentales antes de producirse el crimen,
la maduración personal y el nivel de adaptación a la tragedia
pueden determinar la respuesta de los individuos a la violencia.
No obstante, los estudios demuestran que las víctimas más
afectadas por la catástrofe -aquéllas que viven bajo estrés
postraumático- pueden sufrir una serie de mutaciones en su personalidad:
aumentan los sentimientos de ira o venganza, pierden la capacidad de concentración,
se vuelven más agresivos o irritables, abandonan el interés
por las cosas, sufren dolores psicosomáticos, padecen depresión
y ansiedad, disminuye su capacidad de comunicación con los demás
y de sentir, y muchos se sienten culpables por lo sucedido.
"Algunas de estas respuestas personales, que son normales, pueden
transformarse en patológicas o crónicas si no se tratan adecuadamente",
apunta la doctora Solomon.
Otros efectos que han podido observarse como consecuencia de la violencia
son el aumento de la automedicación, un elevado absentismo laboral
y un mayor consumo de sustancias tóxicas. "En Israel no se
ha producido un mayor consumo de alcohol y tabaco como sucedió en
EEUU, tras la Guerra del Vietnam, pero sí existe una elevada tasa
de automedicación y han aumentado las bajas laborales".
Patologías.
Las vivencias traumáticas no sólo afectan a la mente,
también al organismo. "Nuestros estudios demuestran que el
estrés postraumático reduce la inmunidad, eleva la tensión
arterial, aumenta el riesgo de diabetes e incrementa la incidencia de trastornos
gastrointestinales y de dolores psicosomáticos como los de espalda
y cuello. Además, muchas de las víctimas sufren un envejecimiento
precoz", destaca la experta israelí.
Tratamiento.
Dos son las reglas de oro apuntadas por los expertos para minimizar
las consecuencias de un acto violento: la atención inmediata y no
tratar a la víctima como a una persona enferma. En cuanto a las
pautas terapéuticas, los expertos destacan la importancia de la
"coordinación continua entre psicólogos y psiquiatras
para la integración del tratamiento farmacológico y las técnicas
psicoterapéuticas".
Hijos de la guerra
Nadie duda de que la guerra marca las generaciones futuras, pero un
estudio de Pediatrics respalda este hecho con estadísticas. Un tercio
de los niños bosnios que participaron en el trabajo -realizado con
364 menores de entre seis y 12 años- fue testigo de las lesiones
o la muerte de alguno de sus padres o hermanos. Como consecuencia, todos
ellos sufrían síntomas de problemas psicológicos y
un 94% padecía síndrome de estrés postraumático.
"Los pediatras deben profundizar en los efectos de la guerra en la
salud presente y futura de estos niños", concluyen los autores.