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7-05-1998



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  SmithKline Beecham


SALUD PUBLICA

¿Son seguros los hospitales españoles?

Un estudio demuestra que la prevalencia de infecciones hospitalarias se ha reducido significativamente en nuestro país: sólo ocho de cada 100 pacientes ingresados se infecta
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PATRICIA MATEY

Una comunidad española: la Valenciana; una enfermedad infecciosa: la hepatitis C; una lista con 226 casos confirmados de pacientes contagiados y un presunto culpable de haber transmitido el virus: Juan Maeso, anestesista de los hospitales La Fe y Casa de la Salud. Estos son los protagonistas de una historia real de suspense, sin final esclarecedor, que ha desatado inquietud entre los españoles y aunténtico asombro entre la profesión sanitaria. Los ciudadanos se preguntan si los hospitales son seguros, y los médicos tratan de entender cómo ha podido producirse un contagio tan elevado de hepatitis C entre los pacientes intervenidos en ambos hospitales, sin que se dispararan las alarmas de seguridad de los centros.

"Creo que todo es muy complejo", afirma Vicente Carreño, uno de los expertos en hepatitis C y jefe del Servicio de Hepatología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid. "No hay nada claro. Me parece insólito que, de forma involuntaria, un anestesista contagie a sus pacientes, porque las medidas preventivas establecidas para evitar este tipo de contagios suelen seguirse a rajatabla y todo el personal sanitario las conoce. Como también me parece increíble que este profesional haya contagiado a sus pacientes de forma voluntaria", insiste este especialista. El tiempo esclarecerá los hechos. Mientras tanto, los datos de un último estudio van a despejar las dudas de una ciudadanía intranquila: la prevalencia de infecciones hospitalarias se ha reducido significativamente desde 1990 a 1996. Y los expertos afirman: nuestros hospitales son igual de seguros que los del resto de Europa o EEUU.

La secuenciación del virus de la hepatitis C de los pacientes valencianos infectados pondrá el punto final a esta trama de intriga que ha despertado todo tipo de recelos entre los españoles. "No hay base científica para establecer nada. Sólo si el virus de la hepatitis C de los valencianos afectados coincide en un 98% con el del anestesista, entonces podremos saber que el médico es culpable", insiste el doctor Carreño. Ahora, el enemigo público parece ser el virus de la hepatitis C, pero la verdad científica enseña que, de todas las enfermedades infecciosas que pueden contraerse en un hospital, ésta es, precisamente, la menos frecuente. "Tiene que suceder una catástrofe, un accidente, para que se produzca un contagio por hepatitis C", destaca.

Sin embargo, y sin la ayuda de ningún tipo de accidente, una legión de microorganismos habita los centros hospitalarios españoles, al igual que los de todos los países desarrollados. Son los agentes infecciosos responsables de las llamadas enfermedades nosocomiales u hospitalarias, aquéllas que afectan a los enfermos ingresados por un proceso distinto a esa infección y que, en el momento de traspasar las puertas del hospital, ni siquiera estaban en proceso de incubación.

Los últimos datos sobre enfermedades nosocomiales indican que, en 1996, un 8,4% de todos los pacientes españoles que ingresan en un hospital adquiere una de estas infecciones. "Nuestro país es el único que anualmente y, desde 1990", insiste Vicente Pastor, jefe del Servicio de Medicina Preventiva del Hospital La Princesa, de Madrid, "realiza estudios de prevalencia de infecciones nosocomiales en todo el territorio español. A partir de ahora, además, y en el próximo estudio que empieza el día once de este mes vamos a empezar a analizar, también, la incidencia". Se trata del proyecto EPINE, elaborado por la Sociedad Española de Medicina Preventiva e Higiene Hospitalarias, con la colaboración de SmithKline Beecham. "Gracias al EPINE, sabemos que desde 1990 a 1996, la prevalencia global de infecciones nosocomiales ha descendido del 9,9% al 8,4%", insiste este especialista. Eliminar por completo la posibilidad de que los pacientes que entran en un hospital contraigan una enfermedad nosocomial es un imposible al que ya se ha resignado la profesión sanitaria. Argumentos: muchos de los microorganismos que acaban provocando una infección nosocomial conviven de forma pacífica con el hombre.

Por ejemplo, el enterococo, una bacteria inofensiva que reside en el intestino de todas las personas, puede convertirse en mortífera si penetra en el sistema sanguíneo. Otro caso: el stafilicoco, que de forma natural está en la piel, sin causar ningún daño a su huésped, puede viajar a través de una catéter y causar una infección de vejiga.

De la paz a la guerra

Los factores principales que pueden alterar la coexistencia pacífica de estos microorganismos y provocar una rebelión que acabe dañando al anfitrión son: el propio estado del paciente (edad, gravedad de la enfermedad que padece, si está malnutrido, etc); entrar en un ambiente hospitalario y, por tanto, aumentar la probabilidad de estar en contacto con microorganismos malignos que provienen del mismo enfermo, del personal sanitario o de otros pacientes y, finalmente, el uso de técnicas médicas invasivas: la llave, en definitiva, que utilizan estos agentes infecciosos para entrar en el paciente y empezar una infección.

Sin embargo, y a pesar de que los hospitales son un campo abonado para estos microorganismos, las autoridades sanitarias de todos los países batallan para reducir las enfermedades nosocomiales mediante la aplicación de ciertas normas preventivas conocidas mundialmente como precauciones universales. El Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta es, en este sentido, tajante: "Cada año, en EEUU, 80.000 pacientes mueren por culpa de una enfermedad hospitalaria, un tercio de estas muertes podría evitarse con programas de control de infecciones y seguimiento de las normas preventivas". El fin último de estos programas: salvar vidas y, en segundo término, ahorrar dinero. En EEUU se calcula que el coste anual de las infecciones hospitalarias asciende a 4.500 millones de dólares, debido a los cuidados adicionales que necesitan los pacientes y al aumento de los días de ingreso.

Precauciones como el simple lavado de manos de todo el personal sanitario antes y después de tocar a cada enfermo han demostrado insistentemente su eficacia. "Existen unas medidas universales que son básicamente tres y que se adoptan en todos los centros hospitalarios. Normas de higiene, que incluye desde lavado de manos hasta cómo rasurar a un paciente o la esterilización y el desechado de material o la utilización de barreras protectoras (mascarilla, guantes, etc); la política antibiótica, es decir dar el medicamento preciso a dosis exactas, según el germen que esté atacando al paciente, y el aislamiento del enfermo cuando se juzga necesario", insiste el doctor Pastor.

La lista de medidas preventivas para proteger al enfermo, y al propio personal sanitario, de las infecciones nosocomiales, es innumerable. "Todos los profesionales del sector conocen estas normas y las aplican con rigor para su propia seguridad y la de los pacientes. Al igual que nadie recibe una transfusión sanguínea sin que la sangre haya sido sometida a controles rigurosos, los profesionales saben qué tienen que hacer para reducir al máximo las probabilidades de que un paciente contraiga una infección hospitalaria", insisten los expertos consultados por este diario. Sin embargo, siempre existe y existirá un riesgo de contraer una enfermedad nosocomial. Las más comunes son: infecciones del tracto urinario, responsables del 26% al 27% de todas las infecciones; las producidas por herida quirúrgica culpables del 17,5% de todas las infecciones adquiridas en el hospital; y la neumonía nosocomial, frecuente entre los que necesitan respirador, y que representan el 20,6%. Y el tipo de paciente con más riesgo de sufrirlas es aquél que tiene que pasar por quirófano o por una unidad de cuidados intensivos. "Igual que los conductores saben que cada vez que se ponen en carretera tienen el riesgo de sufrir un accidente, las enfermedades nosocomiales no se pueden eliminar por completo", afirma Vicente Pastor. Así, los expertos apuntan a que la reducción máxima de este tipo de infecciones en nuestro país está, aproximadamente, entre el 5% y el 6%. "Este es nuestro ideal, a lo que aspiramos".

A favor del personal sanitario para lograr este objetivo está la aplicación rigurosa de las precauciones universales y el seguimiento de las infecciones dentro de los centros.

"Podemos afirmar que los hospitales españoles son seguros por dos razones. Primero, porque somos pioneros en la introducción de servicios de medicina preventiva en los hospitales para hacer seguimiento y control de las enfermedades nosocomiales y, segundo, porque creo que, en general, los profesionales trabajan bien y siguen las normas preventivas", asegura Vicente Pastor. En contra de mantener a raya las infecciones, y para beneficio de los microorganismos, está el hecho de que los avances tecnológicos están logrando mantener con vida a los pacientes durante más tiempo, otorgando más oportunidades a las bacterias para que pentren en el organismo de pacientes más debilitados.

Además, décadas de abuso de antibióticos han provocado que ciertos microorganismos se vuelvan resistentes a las terapias convencionales. "Las resistencias a los antibióticos son el moderno Frankenstein de la profesión médica", destaca Jo Hofmann, director del programa de enfermedades infecciosas del Departamento de Salud de EEUU.

Para el doctor Pastor "la mala política antibiótica, dar fármacos de amplio espectro (que pueden atacar a varios microorganismos) en lugar de proporcionar el medicamento exacto para cada tipo de infección, y la memoria bacteriana, son las causas de la aparición de las resistencias".

De hecho, y tras la introducción masiva de la penicilina en los años 50, muchas bacterias como el neumococo (que causa neumonías y meningitis) o el Staphylococus (origen de infecciones generalizadas) -ambas responsables del 50% de las infecciones hospitalarias- han aprendido a defenderse tanto de la sustancia descubierta por Alexander Fleming como de otros antibióticos, antes eficaces.

En este sentido, y a los tres tipos de resistencias que traen de cabeza a la comunidad científica: resistencia del Enterococo a la vancomicina; del Staphylococcus aureus a la meticilina y del Streptococcus pneumoniae a la penicilina, se añade ahora la desarrollada por la Salmonella enterica. Un estudio, publicado en el número de hoy del New England Journal of Medicine, demuestra que las resistencias de este patógeno a los antibióticos se "están convirtiendo en un auténtico problema de salud en los humanos y en los animales, especialmente en Gran Bretaña". Los autores del estudio, del CDC, insisten en que el abuso de antimicrobianos en animales de granja -una medida utilizada desde hace 30 años, tras demostrarse que los antibióticos en los piensos hacían crecer rápidamente a los animales- ha sido la razón de dichas resistencias.


Lavarse las manos

Ignaz P. Semmelweis es el nombre del primer médico que quiso poner freno a las infecciones nosocomiales. El fue quien, hace ya casi 140 años años, insistió en que la causa de la expansión de la fiebre puerperal (un tipo de fiebre que afectaba a las parturientas debido a infecciones contraídas durante el alumbramiento, y que era mortal) que invadía su hospital de Viena se debía a la falta de higiene de los médicos. Al parecer, éstos no se lavaban las manos entre una práctica médica, como eran las autopsias y, otra, los partos. Pero sus colegas le ridiculizaron. Fue, precisamente, en el año de su muerte, 1865, cuando sus teorías fueron probadas y desde entonces la profesión sanitaria ha adoptado como medida higiénica y preventiva el lavado de manos. "Las manos son el primer vehículo de transmisión de un paciente a otro", afirma el doctor MaGuckin, epidemiólogo de la Universidad de Pensilvania.

Sin embargo, un estudio llevado a cabo el año pasado por la Asociación Médica Americana, en el que se ocultaron cámaras de vídeo en hospitales estadounidenses, demostró que los médicos se lavaban las manos un 59% de las veces entre paciente y paciente; las enfermeras en un 45% de las ocasiones y el resto del personal sanitario en el 73% de las ocasiones. "Todos deben lavarse las manos antes y después de tocar a cada paciente, antes y después de comer, de ir al baño o de realizar cualquier tipo de técnica médica. Yo creo que esta norma se cumple, a excepción de cuando se producen urgencias, en las que lo primero es salvar al paciente", destaca el doctor Vicente Pastor.

Carteles de cómo deben asearse las manos, el tiempo que hay que dedicar al lavado y la forma correcta de hacerlo, cuelgan en ciertas áreas de algunos hospitales españoles para que los familiares de los enfermos se laven las manos antes y después de entrar en contacto con pacientes.


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