PABLO JAUREGUI
Muchos fumadores, incluso cuando se lo proponen, no logran desengancharse
del tabaco. En cuanto se quedan de repente sin ese incomparable placer
que les proporcionan los cigarrillos, se sienten deprimidos, ansiosos,
irritables, malhumorados. ¿Por qué? Un nuevo estudio científico
acaba de revelar el origen de los agobios emocionales que sufren los fumadores
cuando intentan dejar el vicio.
La clave del problema está en que la nicotina altera de una forma
muy notable los complejos circuitos cerebrales que regulan las sensaciones
de la motivación y el placer. Por este motivo, cuando una persona
que lleva mucho tiempo fumando intenta dejar los cigarrillos, su cerebro
le castiga, reduciendo su capacidad para sentir placer y provocando deseos
irreprimibles de volver a fumar.
En un experimento cuyos resultados se publican hoy en Nature,
Athina Markou y sus colegas del Instituto
Scripps en La Jolla, Carlifornia, han desvelado este fenómeno
con las ratas de su laboratorio. En primer lugar, estos científicos
engancharon a estos animales a la nicotina, inyectándoles esta sustancia
durante semanas. La dosis que recibían los roedores era el equivalente
a unos 30 cigarrillos diarios.
A continuación, de una forma repentina, los investigadores les
cortaron el suministro de nicotina por completo. Desde ese momento, las
pobres ratas se sintieron igual que el fumador empedernido que se queda
sin tabaco: se volvieron ansiosas e irritables, y su comportamiento reflejaba
una mayor incapacidad para disfrutar de la vida.
Según la interpretación de los científicos, el
umbral del placer disminuyó en estas ratas, una vez que se les cortó
el suministro de la nicotina. Durante cuatro días, a las ratas con
mono de esta sustancia adictiva les costaba mucho más experimentar
sensaciones agradables cuando se les estimulaba con diversos cebos.
Los investigadores señalan que esta alteración cerebral
provocada por la nicotina es comparable a la que provocan otras drogas
adictivas como la cocaína, las anfetaminas, la heroína y
el alcohol. En su opinión, el comportamiento de las ratas que dejaron
de recibir nicotina "coincide con las experiencias emocionales negativas
que suelen padecer los fumadores en sus primeros días de abstinencia,
cuando sienten unos deseos muy fuertes de fumar".
Por lo tanto, estos científicos consideran que han dado un gran
paso adelante para poder comprender mejor la adicción al tabaco.
En definitiva, hay que tomar conciencia de que la nicotina, igual que otras
drogas, actúa directamente sobre los mecanismos cerebrales que controlan
los sentimientos de la motivación individual es decir, las sensaciones
del deseo y del placer.
"Nuestros resultados reflejan una profunda perturbación
en los circuitos cerebrales que regulan el placer, como consecuencia de
una administración crónica de nicotina", advierten los
investigadores.