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7-05-1998



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PHILLIP CAMPBELL / EDITOR JEFE DE "NATURE"

"No imaginábamos el impacto de Dolly"

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JOSE LUIS DE LA SERNA
Enviado especial a Londres

Tenía una tarea difícil. A Phillip Campbell, doctor en Física de 48 años de edad, le tocó hace muy pocos años sustituir al que durante mucho tiempo había sido uno de los editores científicos con más prestigio y poder del mundo, John Maddox, que entonces se retiraba de sus responsabilidades como editor jefe de Nature.

Campbell, que casi nunca concede entrevistas a la Prensa, asumió a su llegada el reto de mantener a Nature en el número uno entre las revistas científicas multidisciplinarias más influyentes del mundo, a la vez que intentaba diversificar la línea del negocio y crear nuevas publicaciones satélite de la revista madre. Parece que lo ha conseguido todo.

Pregunta.- ¿Sigue siendo Nature la revista científica más importante del planeta, puesto que tiene el mayor factor de impacto conocido?

Repuesta.- Hay una enorme competencia en el mundo de las publicaciones científicas y, además, ahora con la llegada de Internet y de los medios electrónicos es más difícil poder medir el valor real de una publicación.

De hecho, la idea de una revista que llega impresa en papel y puntualmente a casa cada semana es algo que se está cuestionando. Sin embargo, Nature está manteniendo su calidad legendaria sin mayores problemas.

P.- ¿Cree que a corto o medio plazo, la Web puede ser una amenaza para el papel impreso tradicional?

R.- No lo creo. De momento, Internet y papel van a coexistir sin mayores dificultades. Sí creo, en cambio, que hay dos clases de científicos: aquellos que trabajan en terrenos donde la competitividad es muy fuerte y que necesitan una gran rapidez de acceso a las nuevas informaciones y usan, por lo tanto, la red muy intensamente. Y, por otro lado, un grupo de profesionales que trabaja de una forma algo más relajada y que disfruta más con el papel en las manos, ojeando de una forma pausada los contenidos de Nature.

P.- ¿Cree que algún día los medios electrónicos sustituirán al papel a la hora de transmitir información científica?

R.- Quizá dentro de 10 años exista una tecnología portátil lo suficientemente buena como para que el futuro de lo impreso en papel peligre, pero de momento y, a corto plazo, eso no parece posible. Ahora, y en muchos sitios, la velocidad de Internet, por citar algunas de las actuales desventajas de la red, es muy lenta.

P.- ¿Sigue Nature rechazando la mayoría de los originales que recibe de la comunidad científica?

R.- Cada año llegan a nuestra redacción alrededor de 10.000 trabajos originales y sólo se publica el 15% de lo que recibimos. El 40% de lo que rechazamos lo hacemos directamente en la redacción y, el otro 60%, siguiendo las indicaciones que nos hace nuestro extenso equipo de revisores independientes.

P.- ¿Están comiendo la biociencia y la medicina el terreno del resto de las ciencias, y está aumentando de una forma importante el porcentaje de publicaciones de los biocientíficos?

R.- Es verdad que la biociencia se ha disparado y gana terreno en el campo de las publicaciones, pero el resto de la ciencia tampoco se está quedando atrás. Los físicos, por ejemplo, están muy activos y publican trabajos excelentes, sobre todo en física pura.

P.- Desde su incorporación como editor, Nature ha remodelado su diseño y ha creado áreas que son más atractivas de leer. ¿Cree que el lenguaje de la revista es, a veces, muy difícil de entender incluso por los propios científicos?

R.- Bueno, eso es verdad. En primer lugar, me he preocupado de que los resúmenes de cada trabajo sean perfectamente inteligibles para cada uno de los especialistas del área de ese trabajo en concreto y después hemos dividido la revista en dos zonas: una -el 40% del total- elaborada por nuestro equipo editorial: muy de noticias, opiniones y revisiones. Y la otra -el 60% restante- consistente en los trabajos originales que nos remiten los científicos.

P.- ¿Qué se puede hacer para que la ciencia, que en sus publicaciones de origen es casi siempre incomprensible para los no iniciados, llegue al gran público y para que lo que se publica en Nature tenga transcendencia social?

R.- Estoy de acuerdo en que el lenguaje científico de nuestra revista es complicado, pero nosotros hacemos llegar a los medios de comunicación notas de prensa con los contenidos más importantes de Nature, con la suficiente antelación, como para que los periodistas puedan elaborar la noticia con sosiego. Lo que ocurre es que, a veces, se saca de contexto alguna de las frases del press release y se crean falsas expectativas.

P.- ¿No cree que eso puede pasar porque al reportero le falta, en ocasiones, una formación científica sólida?

R.- Es verdad que cada vez hay más periodistas que tienen una muy buena formación científica y eso ayuda mucho a la transmisión de las noticias, pero, también, es verdad que hay buenos corresponsales sin base en ciencias que lo hacen muy bien. Yo diría que lo elemental con este tipo de información es mantener el sentido común.

P.- Pero la verdad es que muchas ocasiones los científicos venden sus trabajos tan bien que se olvidan de remarcar que, de las ratas al hombre, a veces la distancia es infinita y son ellos, y no los periodistas, los que crean las falsas esperanzas. ¿Por qué siempre se culpa al mensajero y no a la fuente de estas noticias, a veces un tanto hipertrofiadas?

R.- Yo creo que el periodista tiene que preguntar al científico una y otra vez sobre el alcance real de sus trabajos y su trascendencia en la clínica humana. No obstante, a mí me parece bien que se denuncie en la Prensa este riesgo para que todos sean más prudentes.

P.- Dolly ha sido el acontecimiento más relevante en ciencia en las últimas décadas. ¿Imaginaban que la noticia iba a ser portada innumerables veces en los medios de comunicación?

R.- La verdad es que no. Ni nosotros en la redacción lo adivinamos, ni los revisores nos alertaron de lo que podría suponer Dolly en los medios de comunicación. De hecho, un trabajo similar -con células fetales, eso sí- ya se había publicado un año antes y pasó casi inadvertido. Creo, por ejemplo, que pocos hubieran apostado por lo que podría significar mediáticamente la muerte de Lady Di y, no obstante, fue un fenómeno enorme. Lo mismo pasó con Dolly.

P.- Desde su llegada, la empresa que edita Nature, Mc Millan, está sacando al mercado satélites de la revista madre, me refiero a Nature Medicine, Nature Genetics, Nature Biotechnology y ahora Nature Neuroscience. ¿Tanto nicho de mercado hay como para lanzar con éxito una hermana de Nature casi todos los años?

R.- Nos dimos cuenta de que estábamos rechazando un número muy elevado de trabajos de excelente factura que podían ser aprovechados en revistas más especializadas, por eso apoyamos la existencia de publicaciones nuevas.

Sin embargo, estas revistas son totalmente independientes, con redacciones en otros países y sin que ahora mismo sepamos incluso qué es lo que hacen y qué es lo que piensan publicar.

De hecho, como tienen muy buena aceptación y un impacto elevado, las hijas de Nature llegan a convertirse en nuestra propia competencia.

P.- Hace un par de semanas su revista publicó un suplemento dedicado a la ciencia en España. ¿Cree que España empieza a tener peso específico desde el punto de vista científico?

R.- Por supuesto. Existen indicios muy claros de que en España hay buenos científicos, y productivos, y de que la relación de Nature con todos los españoles, incluido el lenguaje, puede ser algo muy interesante. Lo que no sabemos aún es si, desde el punto de vista empresarial, sería conveniente tener una oficina de Nature en Madrid, de la misma forma que existen delegaciones de la revista en otras ciudades europeas importantes.


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