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jueves, 27 de Febrero de 1997
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Hijos de sí mismos

EMBRIOLOGIA

Se ha roto la última barrera

«Ya no harían falta los hombres». Esa es la primera frase que se le ocurrió a la doctora Ursula Goodenough, una bióloga celular de la Universidad de Washington, de St. Louis, cuando le pidieron su opinión sobre lo que nos depara el futuro ahora que la clonación de animales superiores adultos -y, por lo tanto, teóricamente también del ser humano- se ha probado viable. Parece que la última barrera en lo que la tecnología de la reproducción se refiere se ha roto. Aunque algunos expetos creen que, a pesar de todo el revuelo que levanta este tipo de temas ético-filosófico-científicos, poca gente entiende realmente qué son los clones. El doctor Kevin Fitzgerald, un jesuita y también genetista de la Universidad Loyola de Maywood, en Illinois, explica que un clon de una persona sería como un hermano gemelo idéntico, aunque más joven. Sin embargo, Fitzgerald apunta que las personas son algo más que un grupo de genes. El clon de un humano se desarrollaría en un ambiente distinto al de la persona que le cedió el DNA y, por lo tanto, sería una persona distinta, dice, con un alma distinta. Otros científicos, como el mismo Wilmut, ni siquiera se plantean la posibilidad de clonar humanos. «No hay ninguna razón, en principio, por la cual no se podría clonar a una persona», dice Wilmut, «pero cualquiera de nosotros lo consideraría ofensivo». Sin embargo, otros se muestran escépticos ante este tipo de declaraciones.

Ya no se puede parar

Lee Silver, un biólogo de la Universidad de Princenton dice que es muy típico que los científicos digan que no piensan en las implicaciones de sus investigaciones, pero que en realidad «ya no hay forma de parar esto», sobre todo porque lo más asombroso de esta biotecnología es que es muy simple y se puede realizar en practicamente cualquier laboratorio. Lo que es seguro es que, a partir de ahora, la imaginación popular se va a disparar como ocurrió hace unas décadas cuando se empezó a hablar de clonación. En los años 70, el libro Future Shock de Alvin Toffler especulaba sobre la idea de que la clonación podría llenar el planeta de personas repetidas. En 1973, Woody Allen estrenó la película El Dormilón (The Sleeper) en el que un lider político de un mundo futurista había dejado su nariz después de muerto para que clonaran a otro ser exacto a él a partir de ella. En 1978, Los niños de Brasil mostraba un escenario nazi en el que se pretendía clonar a múltiples Hitlers. Y ese mismo año, el escritor David Rorvik publicó el libro In his Image: the cloning of a man (A su imagen: el clonaje de un hombre) que hablaba de una supuesta verdadera historia de un hombre muy rico que había intentado que le clonaran, pero que al final resultaba ser una broma.

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