por SARA SAEZ
«En agosto, mujer mía, no te conozco», reza un proverbio mediterráneo que debió acuñar algún chulo de playa machista. Hombre, los calores, el sofocón de tanto cuerpo al descubierto, ya se sabe.

Por eso
el ligue es para la temporada estival. Abunda la mitología al respecto: el rodríguez subyugado por la vecinita tipo "La tentación vive arriba", la picazón vacacional adolescente a lo Sandy y Danny en "Grease", la calentura turística en plan "De repente, el último verano"... Hasta los chinos, tan sabios, asocian el verano al elemento fuego (principio yang, masculino, activo y, ejem, de confianza).

¿Y tú, qué? sex o no sex
Pero que las altas temperaturas inviten al
striptease (controlado) colectivo no significa que la Humanidad se muestre más sensible al revolcón. Más aún, considerar que el desnudo en la playa —total o parcial— puede funcionar como estímulo o señal para el ejercicio de la sexualidad no hace mucho honor a las capacidades evolutivas del ser humano. Además, tanto el topless como los tangas dejan poco lugar a las fantasías. Cierto que los pechos constituyen una relevante fuente de excitación para los hombres de 30 años para arriba (culpa de su educación), pero para las nuevas generaciones han perdido todo el interés gracias a la naturalización del cuerpo.

Lo que parece claro es que si aumenta el deseo sexual en los periodos estivales es porque
se dispone de más tiempo libre (¡gloriosas vacaciones!) para estar con la pareja o, si no se tiene, encontrar una, pero no porque haya una predisposición natural al acoplamiento.

En realidad,
pocas parejas son capaces de sentir un impulso sexual intenso cuando el termómetro supera los 40 grados a la sombra. Los sexólogos dicen que es más fácil amarse físicamente cuando hace frío, porque las bajas temperaturas inducen a moverse, a no ahorrar fuerzas, a convertir el acto en una auténtica sesión de gimnasio. Claro que cuando a uno/a le sale la fiera y quiere lucirse no importan los rigores del calor, la viscosidad de los cuerpos sudados y los olores desagradables.

Por lo general,
los buenos amantes no tienen en cuenta si el mercurio sube o baja, si se está de asueto en un lugar paradisíaco o en la jungla urbana, si se lleva poca o mucha ropa. Lo importante, como siempre, es la calidad. He aquí el quid de la cuestión:

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Los excesos se pagan. Cuidadín con la marchón desadorado de las largas noches estivales. Sí, la costa está llena de terracitas y macrodiscotecas que funcionan como genuinos mercados de carne, pero seguir ese ritmo de fiesta en fiesta, after en after, copas de alcohol de quemar y química descontrolada de sol a sol no hay "follatrón" que lo resista. Gatillazo asegurado.

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El lugar de los hechos. Detrás de la pila de tumbonas, iluminados por la luna, arrullados por las olas, ¡qué morbo! El sexo "outdoor" tiene el regusto de lo prohibido, con ese aliciente de poder ser pillados con las manos en la masa o ser pasto de voyeurs. En este caso, parte de las reglas del juego consiste en desnudarse lo justo, limitándose a mostrar al compañero/a las zonas erógenas para ofrecerse exclusivamente como objeto sexual. Lo malo es que la cosa puede acabar en eyaculación precoz, insatisfacción de la pareja y la maniobra transmitida por televisión en un "Impacto TV" cualquiera (los videoaficionados tienen más peligro que los paparazzi).

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Me lo como todo. Tradicionalmente, la cena suele ser preludio del sexo. Y en esta temporada, más. Lo aconsejable es no atiborrarse (que luego pasa lo que pasa) y entregarse al liviano jugueteo culinario que ya practicaban los antiguos griegos y romanos y aún ejercitan las sumisas geishas: darse de comer mutuamente tumbados en el suelo (o en la cama). Hacerlo desnudos resulta incluso más estimulante; en este caso, el cuerpo de la una o del otro pueden servir de "platos"/"bandejas" donde disponer las viandas. Otra táctica nipona muy en boga.

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Contacto con tacto. Cuando el calor aprieta resultan desaconsejables las llamadas "posiciones canónicas" (el "misionero" y todo lo que sea uno arriba y otro abajo). En semejantes posturas, los cuerpos están en contacto completo, de los pies a la cabeza, con lo que la unión puede disparar la temperatura hasta lo insufrible. Los contactos manuales también deben limitarse al mínimo; las manos son la zona del cuerpo que más transpira y a veces una caricia "mojada" produce cualquier cosa menos placer, incluso en la persona más enamorada.

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¡Sí, sí, siií! Las posiciones ideales para que el acto no se convierta en un cocedero son aquellas que permiten la unión de los órganos sexuales evitando el resto del cuerpo. La postura de "tijera", por ejemplo, es perfecta porque el acoplamiento permite a los involucrados permancer cómodamente estirados, sin sentir el calor que emana del otro cuerpo. También el sexo oral está indicado para los días de canícula. Para practicarlo (menos el clásico "sesenta y nueve"), mejor de rodillas o sentados.
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