Su Dinero


Número 172 / Domingo 16 de mayo de 1999

Su Ordenador
Internet

Cuando Internet es tu Unico Compañero
El experimento de los 'Robinsones' de la Red permite analizar la resistencia psicológica de los internautas


Alberto de las Fuentes


Los avances tecnológicos, desde la invención del hacha hasta la energía nuclear, tienen siempre una doble vertiente positiva y negativa, según el uso que se haga de ellos. Y lo mismo ocurre con la sociedad de la información que se avecina.

Son muchos los que perciben las ventajas de la creciente implantación de la informática en nuestras vidas: empresas más eficientes, mejoras en las comunicaciones, crecimiento del conocimiento en todo el mundo e intercambio cultural y científico son sólo algunas de ellas.

Pero también hay quienes advierten de los problemas que puede generar un exceso de tecnología en nuestras vidas: confusión por exceso de información, mayor control de empresas y gobiernos sobre nuestras actividades y, sobre todo, tendencia al aislamiento social.

Entre los ideólogos de que un mundo tecnológico puede volverse en nuestra contra, hay sociólogos y activistas contra el progreso, como los neoluditas. Su nombre lo han tomado de los radicales que en los albores de la Revolución Industrial destruían las máquinas convencidos de que eliminaban puestos de trabajo.

Nuevo feudalismo.

También hay lugares en la Red donde se advierte de la llegada de un nuevo feudalismo en las relaciones laborales, gracias en parte a la implantación de las nuevas tecnologías. Uno de estos lugares es www.netslaves. com, donde se detallan historias reales de trabajadores que compraron la idea de que los ordenadores e Internet mejorarían sus vidas y se encontraron atrapados en una dinámica de crecientes exigencias.

Pero, pese a las advertencias de estos grupos, lo cierto es que aún se sabe muy poco de cómo serán nuestras vidas cuando la sociedad de la información sea una realidad. La velocidad de los cambios y la fascinación por la innovación tecnológica no facilita la reflexión sobre los efectos reales de estos cambios en la psicología, la afectividad o la calidad de vida de las personas.

Un primer paso.

La primera piedra en este sentido, si bien con un enfoque publicitario, puede haberla puesto Microsoft con una iniciativa desarrollada esta semana: aislar a cuatro voluntarios durante 100 horas sin más compañía que la Red.

El objetivo era doble. Por un lado, se buscaba averiguar si hoy en día ya es posible sobrevivir sólo con Internet; es decir, comprobar experimentalmente el grado de madurez del comercio electrónico, así como los problemas que aún plantea. Y de paso se pretendía estudiar las reacciones de los participantes al paso del tiempo, sin más contacto con el mundo exterior que el que brinda un ordenador conectado a la Red.

Este proyecto tuvo lugar en algún sitio secreto de la ciudad de Londres. Estaba dirigido por la doctora Helen Petrie y podía seguirse en la web de Microsoft en el Reino Unido.

Los cuatro sujetos de este experimento, Emma, Robin, Thomas y Glyn, disponían nada más que de un albornoz y una tarjeta de crédito con 500 libras esterlinas (unas 130.000 pesetas). Todas sus necesidades alimenticias, de vestuario y de entretenimiento, debían satisfacerlas a través de Internet.

Durante las 100 horas que han permanecido encerrados en estas condiciones, han recibido multitud de mensajes de apoyo así como recomendaciones sobre sitios web que podían visitar. También han compartido su experiencia con otros internautas en el chat creado exprofeso para este proyecto.

Jugar en línea.

En este tiempo, aparte de encargar comida y ropa, han jugado al ajedrez en línea con otros internautas, han buscado información sobre Tai Chi o sobre sus orígenes genealógicos, y han navegado en busca de amigos y familiares con los que comunicarse online.

Al mismo tiempo, recibían las recomendaciones para visitar sitios web interesantes, algunas de ellas tan peregrinas como pubs que se pueden visitar en la Red o dónde comprar ropa interior sexy

Pese a la ayuda, no ha resultado fácil el aislamiento, por mucho acceso a Internet que se tenga.

Así, uno de los participantes, Glyn, pedía a los internautas conectados al chat si alguien conocía una buena receta que incluyera espaghetti y plátanos, señal de que su alimentación no hubiera pasado la prueba del gourmet menos exigente. Al menos uno de los cuatro logró comprar un horno microondas, pero se desconoce cómo se las arreglaron el resto para cocinar.

Sí se sabe que tenían camas a su disposición. Y de hecho, a menudo no había más de uno de ellos a la vez delante de las videocámaras con las que los internautas podían seguir su presencia delante de la pantalla de sus equipos. Pero se desconoce si contaban con cocinas, neveras, vajillas, cacharros, útiles de aseo y otras cosas igualmente imprescindibles para alguien que se encuentra encerrado en una habitación, internauta o no.

Bailar y comer.

Entre los logros de estas 100 horas, Emma señalaba haber conseguido, tras varias horas de intentos, configurar su ordenador para recibir música de Internet. Así, escuchando la radio, pudo bailar en su habitación.

Sorprendentemente, Emma señalaba que estaba ingiriendo todo tipo de vegetales, pero que lo que deseaba desesperadamente era una buena tableta de chocolate.

Uno de los mayores problemas que encontraron fue el de recibir los encargos en un tiempo apropiado. Así, pasadas las primeras 48 horas, dos de los participantes todavía estaban vestidos tan sólo con el albornoz que les entregaron al comienzo. Finalmente, al tercer día, lograron alguna ropa que ponerse.

Ahora, tras una dura experiencia de 100 horas, todos ellos se relajan en sus casas, rodeados de sus seres queridos. Pese a los adelantos de la informática, los seres humanos aún resultan imprescindibles.


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