Su Dinero
Actualidad Número 96 / Domingo 26 de octubre de 1997

Ahorrar con el Reloj
El cambio horario reduce en 10.000 millones el consumo de luz y en otros 1.000 el de aire acondicionado


Por Nacho Cardero

Los relojes se retrasaron una hora la pasada madrugada del sábado al domingo y allí donde las manecillas marcaban las tres, pasaron a ser las dos. Un asunto trivial que para algunos sólo supone una hora más de sueño, pero que ciertas instituciones y asociaciones han hecho de éste una razón de Estado. ¿Dos horarios distintos -el de invierno y el de verano- o uno sólo para todo el año? Esa es la cuestión.

El objetivo básico que se busca retrasando (invierno) o adelantando (verano) la hora es un mayor aprovechamiento de la luz diurna. Así piensa la Comisión Europea, principal valedora del cambio horario. Para ésta, es imprescindible que exista un horario unificado en todos los países que componen la Unión Europea si se quiere que funcione correctamente su mercado interior, transporte y telecomunicaciones, y que no haya desfases temporales entre unos y otros. Consideran que ya es un problema que el Reino Unido, Irlanda, Portugal y Canarias mantengan una hora de diferencia con el resto de la UE como para que, además, cada miembro se imponga su propio horario.

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae) es otro de los organismos que lo tienen claro: el cambio de hora aporta más ventajas que inconvenientes. Según éste, gracias a los dos horarios, los españoles se ahorran un 5% en concepto de iluminación de hogares, lo que supone unos 10.000 millones de pesetas, y un 3% en el consumo de aire acondicionado en el sector de Comercio y Servicios, es decir, unos 1.000 millones.

Esta reducción del gasto energético se aprecia sobre todo en verano y no tanto en invierno. La razón es que, en octubre, cuando se retrasa la hora, el tiempo de luz solar se acorta y no es tan significativo como en el período estival. Antes, el cambio de horario se realizaba en septiembre y, entonces, el ahorro sí que era más apreciable. Otra de las razones que se esgrimen para que permanezca el cambio de horario es la de la seguridad vial. Cuanto más tiempo se conduzca de día, menos accidentes habrá.

Según un estudio de la UE, una hora más de luz reduce los accidentes de tráfico entre un 0,4 y un 0,7%. No son porcentajes significativos, pero sí son vidas humanas que se salvan. Y éste es otro dato que se tiene en cuenta.

Entre los ecologistas, las opiniones están divididas, puesto que para ellos no hay suficientes datos para entrar a valorar si el cambio horario tiene más ventajas que inconvenientes. Sin embargo, Juan Carlos Rodríguez, portavoz de la Comisión de Energía de Aedenat, reconoce que se produce un ahorro energético de 11.000 millones de pesetas, que resulta irrelevante si se toma en cuenta el gasto energético anual (unos 2 billones de pesetas), pero que "es evidente que se produce ahorro". Desde Aedenat se solicita un mayor estudio de las consecuencias que tiene sobre el organismo esta transmutación de tiempo para valorar mejor todos los aspectos, aunque, según reconocen, "no se pueden comparar las personas con algo como la energía".

También están los verdaderos detractores, los que afirman que es antinatural. Entre éstos se incluye Francia, quien solicitó el pasado mes de marzo que se suprimiera este doble horario. Se apoyaban en que el cambio modifica el carácter de las personas, es malo para la salud de los niños y los ancianos, y perjudicial para la agricultura y la ganadería.

El sector turístico, que es uno de los beneficiados por el aumento de horas de luz, reconoce que se puedan dar estas circunstancias, pero que, en todo caso, se exageran y que el cambio de hora supone más ventajas que inconvenientes tanto sociales como económicos.

Las actuaciones de la Unión Europea se guían en este último sentido. De hecho, se vienen aprobando normas destinadas a armonizar los horarios de los distintos países. La última es la Octava Directiva, que entrará en vigor el próximo año y que se mantendrá hasta el año 2001. En ésta se obliga a los miembros de la UE a adelantar los relojes una hora el último domingo del mes de marzo, y a retrasarlos el último domingo del mes octubre. Esta directiva mantiene que el horario de invierno comience en octubre.


Todo comenzo a principios de siglo

La culpa de tanto movimiento de agujas la tiene la energía o, mejor dicho, la búsqueda de un mayor ahorro de energía. Los primeros en darse cuenta de los beneficios del cambio de hora fueron los británicos e irlandeses, que decidieron adoptar el horario de verano para no malgastar carbón y no consumir demasiada luz eléctrica. Esto fue en 1916. España y Francia, viendo lo positivo de esta iniciativa, se sumaron a ella tres años más tarde.

Tras la II Guerra Mundial, desapareció el horario de verano. Fue curiosamente Francia -que tanto se opone ahora- el estado que resucitó esta idea en 1974. Entonces, se trataba de una situación de fuerza mayor: la crisis del petróleo. Los países europeos, ahogados por el precio del crudo, siguieron al país galo. Primero lo hicieron Dinamarca y Alemania, y después el resto, obligados por la primera directiva comunitaria que se redactó a este respecto.

En esta primera normativa, con fecha de 22 de julio de 1980, se establecía que el horario de verano se iniciaba en marzo y el de invierno, en septiembre (excepto para los británicos, que era en octubre). Esta directiva es renovada cada tres años por el Parlamento Europeo. La última en ser aprobada por el Consejo de Ministros de Transportes de la Unión Europea fue la octava, en la que se establece que todos lo países iniciarán el horario de invierno en el mes de octubre.


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