Lo llama cariñosamente Harry Plotter, con ele. El mejor aliado del escultor asturiano Antonio Granado es un gigantesco plotter hecho a mano, pieza a pieza, que le permite esculpir sin que le salgan callos; una peculiar impresora en 3D de la que salen enormes esculturas en madera, poliespán e incluso piedra.
La máquina nació en la cabeza de Antonio hace algo más de dos años. "Yo estaba acostumbrado a hacer esculturas en el ordenador, pero luego era un problema trasladar esos diseños a la vida real", asegura desde su taller cerca de Oviedo. Buscó un equipo capaz de convertir sus diseños en figuras reales, pero no existía. "Sólo había algunas pequeñas fresadoras, utilizadas en joyería, que se pueden conectar a un ordenador para tallar y pulir un determinado diseño en una piedra, pero sólo valen para cosas pequeñas". Lejos de desanimarse, lo suyo fue un acto de perseverancia. "La tecnología existía en formato pequeño. Sólo era cuestión de buscar planos, componentes y ponerse manos a la obra".
El trabajo no fue sencillo. Lo primero fue bucear en Internet para conseguir, en foros especializados y webs de ingeniería, planos sobre el funcionamiento de fresadoras industriales. Luego había que conseguir adaptar la máquina a sus necesidades. "Sobre todo a que fuera capaz de entender los dibujos que yo hacía en el ordenador", señala. Para ello ha adaptado el lenguaje de máquinas de puntos que utilizan los escultores.
El funcionamiento de Harry es sorprendentemente sencillo. Se mete una pieza del material elegido —desde poliespán hasta madera, piedra o aluminio—. Luego, con el mando de una videoconsola, se aprieta el botón, y una especie de punzón va quitando trozos a la pieza hasta dejarla con la forma deseada. "El trabajo es muchísimo más rápido", señala Antonio. Dependiendo del material del que esté hecho, una escultura de unos tres metros de alto se puede completar en un día, lo que antes llevaba casi un mes de trabajo.
Además, permite hacer retoques. "Puedo alargar una zona, o redimensionar otra, cosa que trabajando directamente sobre la madera o la piedra, era imposible".
La construcción de la impresora en 3D llevó más de año y medio, un tiempo en el que Antonio tuvo que consultar todo tipo de foros en busca de las soluciones a cada uno de los pequeños problemas que se iba encontrando. "Yo soy de Bellas Artes, de Letras, pero con un poco de ayuda, que encontré en Internet, y de algunos amigos, traducir los planos no fue tan complicado", afirma. Luego fue cuestión del conocido método de "ensayo y error". Una vez contruida la máquina con piezas traídas de medio mundo y encargadas en línea, sólo había que enchufarla a su viejo ordenador de casa. Varios programas convierten la información de aplicaciones de modelado en 3D tipo CAD en mapas de puntos que interpreta la fresadora. Luego tiene que ponerse a trabajar, con mayor o menor intensidad en función de la dureza del material base.
Las primeras esculturas no fueron sencillas. "En el ordenador no se ve la fuerza de la gravedad, y por eso tuve algún que otro problema al pasar el dibujo a la pieza", reconoce. En unos meses Harry Plotter ya trabajaba a toda máquina, mientras Granado pasa sus conocimientos, siempre a través de foros y correos electrónicos, a otros colegas. Sus primeras y colosales venus, más de 20 ya, esperan en el taller con la vista puesta en la primera exposición. Al ritmo del plotter, ya puede ser pronto, o se convertirán en un ejército.
www.granado.org