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 DIRECTORIO   Viernes 30 de enero de 2004, número 332
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OPINIÓN
La burbuja inmobiliaria no pincha, pero pierde aire
FÉLIX BORNSTEIN

Muchos analistas han diagnosticado la existencia de una burbuja inmobiliaria, pronosticando, más que un pinchazo repentino, una pérdida de aire sostenida. De verificarse esta hipótesis, nos encontraríamos, probablemente, con dos tendencias contrapuestas. Por un lado, una moderación de los precios en el mercado inmobiliario y, por otro, un repunte de los tipos de interés, que diversos expertos estiman en un punto durante 2004, a expensas de cómo evolucione la cotización del euro.

En este sentido, el Banco de Inglaterra parece haberse anticipado al futuro al haber subido, a primeros de noviembre de 2003, el tipo oficial del dinero en un cuarto de punto, hasta alcanzar el 3,75%. Con ello se ha convertido en el primer banco central del Grupo de los Siete en variar el rumbo de su política monetaria, al margen de lo que haga el Banco Central Europeo (BCE). Otro síntoma de la nueva situación de los mercados financieros es el Euribor, que empezó a repuntar en octubre pasado.

Si el fin de la expansión de la política monetaria se confirma en estos términos, las consecuencias no serán importantes. Una subida de intereses de un punto porcentual no tiene por qué afectar demasiado a muchas familias, ya que su capacidad de ahorro –la proporción de sus ingresos totales respecto a sus obligaciones como deudores hipotecarios– permanece en unas ratios saludables –digamos que, como promedio, de tres a uno–. Es cierto que si el aumento de tipos de interés coincidiera con un brusco descenso de los precios inmobiliarios, el valor de la inversión neta de las familias descendería a pesar de su mayor coste financiero, pero, como el fenómeno sería universal y el domicilio familiar constituye el patrimonio más importante de la mayoría de las personas, cabría calificar esta descapitalización como más retórica que real.

Por otro lado, los préstamos a interés variable, que son la mayoría de los ofrecidos por las entidades financieras, exigen una cautela de carácter fiscal en épocas de aumento de tipos. Me refiero a la base máxima –actualmente, 9.015 euros por declaración– para deducir por adquisición de vivienda habitual en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Como los excesos sobre dicha cantidad no serán recuperables en los años fiscales posteriores, convendrá ajustar la inversión en vivienda dentro del mencionado límite legal.

Las expectativas anteriores han sido confirmadas por recientes informes del Banco de España y del Fondo Monetario Internacional (FMI). De todas maneras, conviene no olvidar un dato suministrado por el BCE: el endeudamiento financiero de las familias en la zona euro roza el 51% del Producto Interior Bruto (PIB) correspondiente a dicha zona, una de las más prósperas del planeta. Es evidente que un incremento notorio de la morosidad, como consecuencia de una política monetaria más restrictiva, aunque no parezca muy probable (salvo que aumentara inesperadamente el nivel de desempleo), podría ocasionar graves quebrantos al sistema financiero.

Félix Bornstein es abogado.



 
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