Los ciudadanos con una sólida cultura científica tienen mucha más capacidad para tomar decisiones de forma autónoma e independiente, sin caer en los intentos de manipulación de la clase política, los medios de comunicación, la publicidad, etcétera. Por eso, es tan importante incidir en su formación desde las aulas escolares». Éste fue uno de los puntos destacados por los expertos de prestigiosas universidades estadounidenses –Stanford, Maryland y Berkeley–, británicas –King’s College y London School of Economics– y de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología, reunidos por la Cátedra Científica de la Universidad de Valladolid.
Durante un seminario con el que inauguró oficialmente sus actividades, se puso «sobre el tapete cómo debería ser el aprendizaje en las aulas para que se proporcionara una cultura científica adecuada a los miembros de la sociedad actual», según explica María José Sáez, directora de esta cátedra que patrocina el Grupo Santander.
Al contrario de lo que marca la tendencia más generalizada, «el objeto de la Historia de la Ciencia no ha de consistir en hacer biografías, ni en realizar descripciones, sino en transmitir cómo se han producido los descubrimientos», afirma Sáez.
PODER DEL LENGUAJE. Esta catedrática de Didáctica de las Ciencias Experimentales de Valladolid, señala otro de los aspectos en los que coincidieron los participantes en el encuentro celebrado en Pucela y al que los futuros profesores deberían dedicar una atención muy especial: «En esta área del conocimiento, los alumnos han de aprender a argumentar, porque sólo de esta manera podrán llegar a comprenderla».
El fomento de la cultura científica ha de pasar, en opinión de estos expertos, por «la potenciación del lenguaje, al que hay que incorporar, de forma adecuada, la terminología propia de este campo del saber».
Curiosamente, aunque sobre el papel pudiera dar esa impresión, «no se ha demostrado que exista una relación directa entre el nivel de cultura científica de una comunidad y su implicación con la investigación».
De reciente creación, la Cátedra Científica de Valladolid cuenta con el apoyo incondicional del Grupo Santander «sin cuya ayuda no podría haberse puesto en marcha». La colaboración entre la entidad financiera y la universidad vallisoletana se remonta a mediados de la década de los 90 y, desde entonces, ambas instituciones han trabajado conjuntamente en diversos proyectos académicos y culturales.