Nº 06
Marzo de 2002

Motor & Viajes    
       
ÁFRICA
HISTÓRICA

El paso se postra cansino a la par que animoso por los caminos que conducen a la cima del Monte sagrado, allí donde el sol despierta como en ningún sitio, reside una eterna paz

PENÍNSULA DEL SINAÍ
Un amanecer divino
Al llegar a la orilla de la península del Sinaí, a la ya más que turística Sharm el Sheij, a vista de avión, el paisaje ya te deslumbra. Un mar de infinitos azules sugiere, coqueto, sus intimidades marinas, una tierra de mil marrones cautiva con sus curvas agitadas por el viento. Todo comienza a ser mágico. Ya en tierra, es la hora del rezo,...
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SARA F. CUCALA

... una voz penetrante invade esa parte del desierto. Se estremece el cuerpo. Casi da miedo el silencio sólo roto por un rezo en compás de dos por dos. Inmediatamente te das cuenta de que estás en otro mundo. Y lo estás, en otro mundo que se encuentra a miles de leguas de nuestro mundo conocido. En estos tiempos en los que cristianos, judíos y ortodoxos, palestinos e israelíes, estadounidenses y árabes... están dándose de cabezazos contra sus propias piedras, hay al menos un lugar en el mundo en el que no existen conflictos, en donde todos, sin distinción de razas, colores, rasgos... viven un mismo latir, sienten una misma pasión, entonan un mismo canto... Es la tierra tocada por el dedo divino, es el Jabal Moussa, el monte Sinaí.

Plantearse el reto de ascender a 2.251 metros de altura con el principal fin de ver amanecer, puede parecer sólo una loca aventura de bohemios y enamoradizos. Pero no, éste no es el caso. Lo cierto es que los que en alguna ocasión se han dispuesto a subir el monte sagrado, y lo han hecho, han sido guiados por un espíritu religioso: seguir los pasos de Moisés y alcanzar aquella cumbre en la que, supuestamente, recibió las Sagradas Escrituras, es una experiencia única, fortalecida por una gran carga emocional. De eso no hay duda.

Sin embargo, las cosas ya no son como antes. Aunque el desierto sigue siendo duro, el paso no se muestra tan cansino en estos tiempos en los que los beduinos, los «moradores del desierto», ya tienen una cierta conciencia empresarial. Lejos quedan aquellos tiempos de nómadas. Ahora a su actividad diaria de criar y abastecerse de ovejas, cabras y camellos se une el «negocio» turístico. No hay un solo instante en todo el trayecto en el que no te encuentres a alguno de ellos ofreciendo bebida, chocolatinas, camellos... Incluso, cada 40 minutos, aproximadamente, de caminata a pie te puedes encontrar una pequeña tienda muy rudimentaria donde tomar algún tentempié.

ALCANZAR LA CIMA. Cuando aún el cielo no ha abierto su primer rayo de luz, hacia eso de la 1.30 ó 2 de la mañana, la falda del monte ya recibe a los caminantes. Con la mochila a la espalda, portadora de algún fruto seco o chocolatina, agua, un jersey y una linterna, comienza la marcha por alguna de las dos rutas posibles: o subiendo 3.750 escalones, o los estrechos caminos de tierra en camello o a pie hasta llegar a los últimos 69 metros en los que 700 escalones de piedra te conducen a la cima.

Todo está en penumbra y la temperatura ambiente es bastante fresca. El trayecto es duro y solitario. Algo más de tres horas se tarda en llegar al destino. Durante todo ese tiempo, a un paso tranquilo, tú contigo mismo entablas una estrecha relación de ánimo, satisfacción y, silenciosamente, charlas de lo divino y de lo humano... No es raro que el paso a veces se tropiece con las patas u otras partes del camello que dormita sobre el camino a la espera de que su amo, un beduino de túnica blanca y turbante de mil colores, consiga esa noche un cliente cansado.

— Camelo, camelo...

Se escucha persistentemente una voz como llegada de ninguna parte. Deslumbras su rostro con la linterna, acto seguido alumbras al camello. Le niegas su oferta y prosigues tu andadura sabiendo que no estás del todo solo. Tras varios metros andados, siempre hay algún momento en el que crees languidecer.

— ¿Y si después de este madrugón resulta que no llego a la cima?

Te preguntas justo cuando la corta iluminación de tu linterna te alienta permitiéndote divisar un nuevo puesto de beduinos donde descansar un poco. Allí ves que hay gente recorriendo el camino. Pero éstos no son nada comparado con la cantidad de creyentes o no, procedentes de todas las partes del mundo, que te vas encontrar en la cima. Allí en lo alto, sólo te queda alquilarle una manta a algún beduino, envolver tu cuerpo en ella para no morir de frío, sentarte, si tienes hueco, en algún peñasco, contemplar plácidamente el amanecer... Y sentir.

Son alrededor de las seis de la madrugada, un sol soberbio, rojizo, perfecto, ensoñador, delicado, cautivador... te penetra la mirada iluminándote de su belleza. En ese momento, se escucha, casi como un susurro, un canto. Procede de una pequeña capilla que se encuentra en la cima, es la de la Santísima Trinidad. A ese canto, le responde otro de algunos judíos que han subido esa noche. Te dejas llevar... Le están cantando al sol...

Una vez ha amanecido regresas rumbo al monasterio de Santa Catalina. En el camino contemplas la serenidad y sobriedad de las colinas circundantes... Todo está en calma, en paz consigo mismo.




EL MONASTERIO

 

Santa Catalina. Después de la caminata por el monte Sinaí es una auténtica delicia hacer la última parada en el monasterio de Santa Catalina. Como si fuera una postal medieval, descansa este monasterio, fundado en el año 530 por Justiniano, a los pies del Monte. En aquel entonces fue construido para proteger a los que procesaban la fe ortodoxa. Hoy es un enclave turístico y un importante núcleo de arte, cultura y religiosidad. Refrescarse con el agua de la fe de Moisés, contemplar la zarza ardiente desde donde, según la Biblia, Dios le habló a Moisés, admirar la basílica o Iglesia de la Transfiguración, descubrir los huesos de los monjes difuntos en el osario o husmear, si te lo permiten, en la biblioteca, en la que se encuentra, entre otros tesoros, una Biblia hebrea encargada por Constantino el Grande, es un auténtico regalo divino.

 




DATOS

 

Geografía: La península del Sinaí está abrazada por el Mar Rojo, el Golfo de Suez y el de Aqaba, y limita con Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudí.
Clima: Es un territorio árido con escasas precipitaciones. En invierno las noches son frescas y los días registran altas temperaturas. En verano las temperaturas son muy elevadas.
Idioma: La lengua oficial es el árabe, pero en algunos puntos turísticos se habla inglés.
Moneda: La unidad monetaria es la libra egipcia.

    GUIA

  • Cómo llegar
    Lo mejor para pasar unos días disfrutando de las maravillas del Sinaí es contratar un viaje organizado. Royal Vacaciones (Tfno. 91 300 33 59) prepara viajes completos para grupos a partir de mayo.


  • Donde dormir
    A los pies del Monte se encuentra el hotel Wadi el-Muquddus (062 520 320). Otra alternativa es el hotel Morgenland (Tfno. 062 47 03 31 ).


  • Informacion
    Oficina de turismo en Madrid (Tfno: 91 559 21 21).

 


 



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