Nº 09
Junio de 2002

Motor & Viajes    
       
ASIA
RECONDITA

Esta región de antiguos reinos ofrece infinitos alicientes, exuberante naturaleza, culturas milenarias, templos profusamente decorados y unas tribus orgullosas de su rico pasado

TAILANDIA
Por la senda de los elefantes
A lomos de elefante es posible recorrer estos paisajes considerados los más hermosos del país. Chiang Mai, la ciudad que durante siete siglos fue la capital de Lanna, ya no es la remota Shangri-La descrita por los primeros viajeros que, hasta principios del siglo XX, debían realizar una complicada travesía por el río y viajar varios días a lomos de...
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CRISTINA MORATÓ

Los turistas que se aventuran por la región de Chiang Mai a lomos de elefante se alojan en las viviendas tradicionales hechas de madera y paja.

...elefante para llegar desde Bangkok. Sin embargo, es la puerta de entrada al norte de Tailandia, una región que sigue fascinando por sus bucólicos paisajes, la belleza artística de sus templos, la hospitalidad de sus gentes y sus finas artesanías. Y sobre todo por la existencia de varias tribus —entre ellas los akha, yao, hmong, kayan, kayah, lahu y lisu— originarias de Birmania, China y Laos, que han conservado casi intactas sus costumbres, dialectos y colorista vestimenta.

Es ésta para muchos la ciudad más tranquila y acogedora de Tailandia. En realidad el progreso ha cambiado poco la fisonomía de Chiang Mai, aquí siguen en pie sus mansiones construidas en teca, sus amplias alamedas junto al río Ping salpicadas de imponentes templos, sus barrios de artesanos y los últimos samlors (triciclo con cabina para llevar pasajeros) a pedales que funcionan a manera de taxi. Antiguamente estaba dividida en dos y la ciudad interior, amurallada y rodeada por un foso, albergaba el palacio real, los jardines, las residencias de los nobles y numerosos edificios religiosos. Desde una de las montañas más altas que rodean Chiang Mai, llamada Doi Suthep, se adivina el trazado original de la antigua capital que conserva aún sus viejas murallas y fosos que datan del siglo XlX.

La que fue el antiguo centro cultural, religioso y político del norte conocido como Lanna Thai, fue fundada en 1297 por el rey Mengrai. En 1317 su reino se extendía hasta las provincias meridionales de China y su dinastía gobernaría el norte por espacio de 200 años. Después llegó la decadencia, los dos siglos de invasiones birmanas, hasta que volvió a revivir en 1796, permaneciendo semiautóctona hasta finales del siglo XlX. Este aislamiento y la distancia con Bangkok (700 km.) explican la autenticidad que se respira en sus tradiciones, fastuosos festivales y en el carácter independiente y orgulloso de sus gentes. Las fiestas del norte son las más vistosas del país, hay desfiles de sombrillas, concursos de belleza y festivales de flores. El Loy Krathong es quizá la más hermosa de todas, se honra a los espíritus del agua botando miles de barquitos en forma de flor de loto con velas encendidas que navegan por el río Ping en una noche de luna llena.

LA BELLEZA DE LOS TEMPLOS. Los escritores que en tiempos pasados recorrieron esta región, entre ellos un joven marino llamado Joseph Conrad que la visitó en 1888, destacaban en sus relatos «la belleza y delicadeza de sus hermosas mujeres y los majestuosos edificios religiosos donde los artistas tuvieron el valor de llevar sus fantasías hasta el límite». Hay en Chiang Mai cerca de 300 templos, que en su mayoría conservan intacto su pasado esplendor y sorprenden al visitante por su abigarramiento decorativo. Están profusamente decorados con tallas de madera embellecidas con pinturas doradas, estucos y mosaicos de colores. Hay murales con pinturas al fresco, complicados diseños de esmalte, decorados al estuco y figuras mitológicas como los naga o serpientes sagradas que adornan las escalinatas. Merece la pena visitar algunas de estos edificios religiosos —imprescindible el Wat Phra Sing fundado en 1345— de inspiración china y birmana para comprobar el grado de refinamiento y originalidad que alcanzaron los artesanos de esta región.

Y es que la habilidad de los artesanos del norte —transmitida de generación en generación— se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la región. Es imposible no sucumbir ante las exquisitas piezas de cerámica de celadón, ante los cuencos de esmalte, las sombrillas fabricadas con papel hecho a mano y madera de bambú, las telas de seda y los objetos de plata decorados con complicados diseños repujados. En el barrio de Waulai, donde se concentran los mejores plateros de la ciudad, el sonido de los martillos golpeando el precioso metal no cesa como antaño hasta el anochecer.

Para recorrer las aldeas más remotas y menos frecuentadas por el turismo donde habitan las tribus norteñas y compartir unos días su tradicional forma de vida, lo mejor es apuntarse a un trekking a lomos de elefante. En Chiang Mai un buen número de agencias locales organizan estos viajes que pueden durar desde tres días a una semana, y que alternan los paseos en elefante con largas caminatas y descensos por ríos de aguas bravas en balsas de bambú.

Resulta una experiencia única adentrarse en los frondosos bosques de teca y pino que se extienden hasta la frontera con Birmania (actual Myanmar) y Laos, subido a un elefante que se mueve a sus anchas en estos abruptos paisajes. Hasta hace poco aquí habitaban leopardos y elefantes salvajes, hoy es fácil ver tapires, serpientes, monos, ardillas y aves de seductores plumajes. A medida que se alcanza mayor altitud, la tupida vegetación da paso a los fértiles valles de interminables campos de arroz donde los campesinos trabajan febrilmente cortando las espigas doradas.

Los elefantes que transportan a turistas a través de la jungla sólo obedecen las órdenes de su mahout o cuidador, que sentado sobre la cabeza del animal, le va marcando el camino a seguir a base de sonidos guturales y golpes de talón. Los elefantes siempre han desempeñado un importante papel en Tailandia. Los elefantes blancos —en realidad gris plateado— eran símbolos de la realeza y portadores de la buena suerte. Aún hoy, cuando se captura alguno de estos raros ejemplares, se regala al rey, que guarda una manada en un cercado del palacio real de Chitralada. Los reyes y princesas de Ayutthaya libraban batallas a lomos de elefantes adiestrados para la guerra, y en la actualidad estos animales son la mano de obra indispensable en los bosques de teca donde trabajan como obedientes peones arrastrando enormes troncos.

Uno de los momentos más esperados del viaje es la llegada a las remotas aldeas habitadas por las tribus de las montañas tras días de agotadora marcha. El viajero puede descansar en sus típicas casas construidas en forma de palafitos, dormir en el suelo junto al fuego, disfrutar de un reconfortante baño en el río rodeado de niños y saborear la gastronomía local, un reconfortante kow tom a base de gachas de arroz caliente con huevos y carne servida en cuencos.

UN CRISOL DE ETNIAS. Las tribus seminómadas que habitan en poblaciones desperdigadas por valles y empinadas laderas han conservado intactas, gracias a su aislamiento, sus costumbres y tradiciones más antiguas. Llegaron a esta región desde China y Birmania en el siglo XlX huyendo del hambre y la persecución política. Son cerca de medio millón de habitantes dedicados al cultivo de la tierra y que se dividen en dos grupos étnicos bien diferenciados, los hmong y los yao, de origen chino-tibetano, y los karen, ahka, lisu y lahu, birmano-tibetano. A las mujeres akha se las reconoce fácilmente por las originales y pesadas joyas de plata que llevan encima incluso cuando trabajan en el campo. Los akha, originarios de la provincia china de Yunnan, son las tribus más pobres y tímidas a pesar de su llamativo aspecto, y se instalaron en estas latitudes a comienzos del siglo XX. Los yao conservan las tradiciones de sus antepasados chinos —incluida la escritura con caracteres chinos y un complejo culto a sus antepasados— y son famosos por su habilidad para el tejido, el bordado y el trabajo en plata. Los hmnog son innatos comerciantes y es fácil distinguirlos por sus llamativos trajes bordados y suntuosas joyas de plata que lucen sólo en sus ceremonias.

Durante los siguientes días, el ritual es siempre el mismo madrugar, desayunar copiosamente y adaptarse al medio de transporte elegido, es decir, al elefante. No hay camino, por muy empinado y resbaladizo que sea, que no pueda transitar este soberbio animal de vista privilegiada. Cuando el viaje por tierra llega a su fin, la aventura continúa río abajo. Subido en una balsa de bambú y tratando de no perder el equilibrio, el turista amante de las emociones fuertes podrá recorrer unos parajes de exuberante vegetación y sentirse por unos instantes un auténtico Indiana Jones.

Hay mucho por descubrir más allá de la legendaria Chiang Mai, porque no muy lejos existen otras ciudades cargadas de historia y encanto, como la desconocida Lampang, cuyas estrechas callejuelas y bulliciosos mercados de frutas exóticas pueden recorrerse en elegantes coches de caballos decorados con flores, importados de Inglaterra a comienzos del siglo pasado. O la tranquila Mae Hong Son, perdida entre montañas brumosas, donde es fácil recuperarse del trekking a lomos de elefante, las largas caminatas y la visita a mil templos.




Delicias orientales

 

Sabores exóticos. La cocina tailandesa es una de las más originales de Asia. La que se elabora en el norte del país tiene gran influencia de China, Birmania o Laos. Las especialidades se comen con una variedad de arroz llamada khao niaow, que es el plato básico de la región. La costumbre es formar bolas de arroz con la mano derecha y mojarlas en los platos líquidos. Entre las delicias locales están el khao soy, que consiste en pasta al huevo rellena de trozos de carne adobada con salsa de coco y acompañada de fideos crujientes; el nam prik ong, cerdo picado con guindillas, tomate, ajo y pasta de gambas; el larb, cerdo troceado, pollo o ternera que se sirve cocido con legumbres, y el mieng que se come como entrada y consiste en hojas de té fermentadas.

 




Arquitectura

 

‘Wat’, ‘bot’ y ‘chedi’. Los templos del norte de Tailandia sorprenden por su excesiva decoración y majestuosidad. Las técnicas traídas por los artistas birmanos, como las delicadas filigranas en metal dorado y los paneles grabados en relieve y lacados, les dan una riqueza que cautivó a los primeros visitantes de la región. El templo tai o wat es, en realidad, un grupo de varios edificios; el bot es el más importante y donde se ordenan los monjes. El chedi tiene su origen en las stupas indias y son túmulos que albergan los restos de personajes de alto linaje u objetos de Buda. La imagen de un grupo de bonzos, jóvenes monjes budistas vestidos con túnicas de azafrán, orando o pidiendo limosna con sus cuencos de metal resulta muy familiar en estas latitudes.

 




DATOS

 

Geografía: La provincia de Chiang Mai se halla en el noroeste de Tailandia y está flanqueada por el río Ping.
Población: Unos 160.000 habitantes.
Idioma: La lengua oficial es el thai, aunque cada etnia habla su idioma, como el chino.
Moneda: La unidad monetaria es el baht.
Clima: Húmedo y tropical con abundantes lluvias en verano.

    GUIA

  • COMO LLEGAR
    Thai Airways (Tfno: 91 782 0520) ofrece varios vuelos semanales a Chiang Mai, vía Bangkok, desde 829 euros, más tasas, ida y vuelta. Thai vuela también a otras ciudades del norte, como Chiang Rai. En Bangkok, el tour-operador local Travex, con corresponsales en Chiang Mai, ofrece interesantes circuitos en la región del norte y trekking en elefante.


  • ALOJAMIENTO
    En Chiang Mai hay casas de huéspedes limpias y acogedoras y hoteles para todos los bolsillos. Destacamos: Green Lodge (60 Charoenprathet Road. Tfno: 053-279188), a un paso del Bazar de noche; Chiang Mai Guest House (1 Loi Kroa Road. Tfno: 053- 208 158). Entre los caros, una casa a orillas del río, Ping Galare Guest House (7 Chareonprathet Road. Tfno: 053- 273 885).


  • DONDE COMER
    Las especialidades de la cocina norteña se pueden degustar en el Aaron Rai Restaurant (45 Kotchasarn Road). Se puede comer al aire libre y es toda una institución. En el Old Chiang Mai Cultural Center, (183 Wualai Road) ofrecen la típica cena khantoke con espectáculo de danzas tradicionales del norte. Se come con los dedos y sentado en cojines. Buena cocina europea en La Villa (145 Ratchadamnoen Road), italiano, y en Chez John (92/ 25 Nimmanhemen Road), francés.

 

 



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