Nº 09
Junio de 2002

Motor & Viajes    
       
RUTA
EN MOTO


2 SOSSUSVLEI / LIVINGSTONE
Agua y arena en el África real
Etapa de 2.800 km. desde las dunas más altas del mundo hasta las cataratas Victoria, las más famosas de África. Las jornadas combinaron turismo convencional, animales salvajes, atardeceres y un carrusel de pinchazos.
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JUAN PABLO CARDENAL

Vista de la montaña Spitzdoppe, el llamado "Matterhorn" africano, en la costa de Namibia

La solidaridad se desborda cuando la vida se endurece. Esa es la primera lección que se aprende en África. Serán los genes o la necesidad, pero en los rincones desesperados del continente negro todo el mundo es socio y hermano. Se palpa cotidianamente en ese cigarrillo que va de mano en mano o en la media docena de niños que al borde de una carretera comparte, sin pestañear, una única pieza de bollería que les ha llovido del cielo. Por ello, cuando hay que atravesar un desierto, con riesgo razonable de que los problemas mecánicos, los grados y la soledad se alíen para atormentarle a uno la existencia, aferrarse a la camaradería local se presenta como la opción más solvente. Y claro, con una moto de 14 litros de depósito y con una única gasolinera en los 400 kilómetros solitarios que separan las dunas de Sossusvlei de la población atlántica de Walvis Bay, es gratificante pero no insólito ver cómo un todoterreno reduce su marcha y hace de escoba, durante los últimos 40 kilómetros, por si la moto en cuestión se queda seca.

Esos episodios unas veces sirven para intercambiar unas palabras amables y algunas cervezas posteriores; otras, se hace imprescindible acompañar la cortesía con un puñado de dólares, habitualmente cantidades muy por debajo del trabajo realizado. O, más aún, un regalo si se tiene en cuenta, en esa negociación de cuneta, quién está en posición dominante y quién en aplastante inferioridad. En Namibia, la colección de pinchazos que se suceden tras más de un millar de kilómetros de exigente tierra son la mecha que enciende esa cadena solidaria. Un mecánico que convierte una avería en una cuestión de honor, o un empleado de gasolinera que hace magia con una cámara inservible, o un grupo de jóvenes que carga, pim pam, una moto de 200 kilos sobre un remolque repleto de maletas, son buenos ejemplos de ello. Sin embargo, la ansiedad que se vive en los tramos desérticos se diluye por completo una vez que la ruta desemboca en Walvis Bay y Swakopmund, el epicentro turístico de Namibia y a la sazón, la zona de mejores infraestructuras. Son éstos dos lugares agradecidos tras jornadas plagadas de incomodidades en el desierto, pero les falta la tensión de los paraísos playeros de primer nivel.

Hacia el Norte paralela a la línea de costa discurre una carretera atípica que llega hasta el corazón de la llamada Costa de los Esqueletos. El misterio se apodera de los que circulan hacia el norte porque sus rectos tramos, con luz confusa y fuerte viento que impregna el asfalto de arena de las dunas, se hacen más solitarios kilómetro a kilómetro. Con la excepción de algún camping donde hay habilitados lugares de pesca, todo es salvaje y virgen. Más allá de Henties Bay, sólo dos razones aconsejan seguir hacia el norte: la inmensa reserva de focas en Cape Cross —llegar, ver, hacer la foto y salir por pies, porque huele a rayos— y la Costa de los Esqueletos, un lugar de acceso restringido por tierra salvo con reserva en alguno de los dos o tres hoteles de lujo del entorno. La magia del silencio y los numerosos naufragios de barcos visibles en la costa son sus principales atracciones.

Cinco kilómetros hacia el interior, con 15 grados más de calor que en la línea de costa, la ruta hacia el este lleva hasta Spitzkkope, un decorado fabuloso de piedra a 1700 metros de altura sobre una planicie desértica. Un lugar de ensueño, el llamado Matterhorn Áfricano, que implica ya ciertas precauciones con respecto a la fauna al dormir bajo las estrellas. El empalme a la carretera principal que cruza Namibia de norte a sur conduce a uno de los momentos memorables del viaje: el Red Line Cross. Es un control veterinario situado a 120 kilómetros al Sur de Rundu, pero también es la entrada real a África. De repente, todo cambia: el amarillo desértico del paisaje deja paso al verde de una naturaleza explosiva; la carretera cercada desaparece y los animales empiezan a dejarse ver sin solución de continuidad; y, en el ambiente, se respira el olor a brasa y puchero que proviene de las aldeas. Cobra vida el ir y venir africano que acontece en las cunetas, con grupos de mujeres portando sus cargas de supervivencia sobre la cabeza y con animales domésticos teledirigidos por niños descalzos que, fervorosamente, saludan al paso de las motos. Con ello, el síndrome del turista, que castiga las articulaciones tras interminables horas silenciosas sobre la moto, pasa a la historia por obra y gracia de un latido humano que calienta entrañablemente los huesos y el corazón. Antes de llegar al río Zambezi, el río más poderosos de esa parte de África, puede resultar aconsejable desviarse hacia el Noroeste hasta el Parque Nacional de Etosha —santuario de elefantes— si la estación seca minimiza los recursos acuíferos y agrupa a la fauna en determinados focos donde la acción está poco menos que asegurada.

Una vez en la región del Caprivi, una estrecha franja de 500 kilómetros fronteriza con Angola, Botswana, Zimbaue y Zambia, África se exhibe con todo su poderío: aldeas de madera y paja, parques nacionales con los llamados cinco grandes —elefantes, leones, rinocerontes, cocodrilos e hipopótamos—, supermercados desabastecidos, comunicaciones pírricas y pobreza y anarquía flotando en el ambiente. En ese contexto, el familiar camping Ngepi, en la carretera que une Divundu con el parque de Mahango, es una parada ineludible porque a su localización salvaje —entre árboles, en la vera del Zambezi— añade las noches de ensueño alrededor de un fuego, con buen rollo y mejor música. Hasta Katima Mulilo, los 200 kilómetros por la B8 fronterizos con Angola se deben recorrer obligatoriamente escoltados por un convoy militar. Ocurre así desde que los guerrilleros de la UNITA decidieron montar bonitas emboscadas para asaltar y robar a los que circulaban por el Caprivi [incluida la muerte de tres franceses hace un par de años], aunque previsiblemente este convoy circense tenga los días contados con el reciente acuerdo de paz en suelo angoleño. Mientras eso acontece, los vehículos ligeros con jóvenes soldados, con sus gafas de sol, gorros de lana y kalashnikov al hombro, seguirán siendo una atracción surrealista más para el viajero.

La entrada a las cataratas Victoria, sorteando elefantes por el Parque Nacional de Chobe en Botswana, se realiza por Zimbaue. Aunque hablamos de uno de los lugares emblemáticos de África, el lado zimbaués de las cataratas sufre hoy el castigo del régimen corrupto y racista de Robert Mugabe. Es un enclave turístico único, con cicatriz claramente occidental, pero que hoy vive días de decadencia. Los hoteles, algunos de ellos de puro lujo, se encuentran bajo mínimos, y los centros comerciales y de ocio son la sombra de sí mismos. Donde años atrás había un turismo occidental de nivel, ahora hay reducidos grupos de turistas y mucho buscavidas callejero, aspirando a ser el elegido para cambiar unas pocas divisas y llevarse su comisión correspondiente. Por ello, los turistas han elegido visitar las cataratas desde Zambia, al otro lado del río. Y eso es una buena noticia, porque disfrutar del susurro del agua, y de los bramidos de los hipopótamos, en esos antológicos atardeceres, es algo que ni siquiera un dictador loco puede impedir. Continuará




 

  • COMO LLEGAR
    Lo mejor es volar hasta Johannesburgo con Iberia (Tfno: 902 400 500) por 600 euros, y de allí a Ciudad del Cabo en alguno de los vuelos programados diariamente.


  • ALOJAMIENTO
    En Swakopmund, el Sea Breeze (Tfno: 264 64 463 348) es una bonita casa reconvertida en hotel a pie de playa. En Rundu, el Omashare River Lodge (Tfno: 264 66 256 101) dispone de bungalows y piscina. Cerca del Parque Nacional de Mahango, el cámping Ngepi, junto al río Zambezi, es diferencial. En Livingstone, lujo y vistas únicas frente a las cataratas en el Royal Livingstone (Tfno: 91 634 17 57).


  • DOCUMENTACION
    De Namibia a Botswana por Ngoma; de Botswana a Zimbaue por Kazungula; y de Zimbaue a Zambia por las cataratas Victoria. Visado necesario en Zimbaue y Zambia. Se expide en la frontera, junto con los permisos de circulación y seguro por un mes, también obligatorios. Trámites burocráticos con predominio del papel carbón y mucho libro de registro, pero no torturadores.


  • GASTRONOMIA
    En Namibia se come bien en general. En lugares turísticos y zonas urbanas hay variedad y comida occidental. En zonas rurales la alimentación fresca es muy escasa. En el desierto de Sossusvlei, se puede degustar cocodrilo, una maravilla. En la costa, se aconseja no pedir el pescado.


  • QUE VER
    Swakopmund y Walvis Bay, dos centros turísticos de costa. Hacia el norte por la costa, la colonia de focas en Cape Cross, y sobrevolar la Costa de los Esqueletos. La montaña de Spitzkoppe, de 1.728 metros, el llamado Matterhorn de África. Por el Caprivi, el majestuoso río Zambezi con sus cocodrilos e hipopótamos. Desde Zambia o Zimbaue, las memorables cataratas Victoria.


  • ACTIVIDADES
    Safaris en los parques nacionales de Mahango, Etosha y Chobe, donde se pueden ver leones, elefantes e hipopótamos. Puenting (African Extreme. Tfno. 260 3 324 156) de 111 metros de caída frente a las cataratas Victoria, en el puente que une Zimbaue con Zambia. Baño al borde de las cataratas Victoria. Guías clandestinos conducen, en estación seca, por el río hasta una piscina natural situada en el salto de la catarata.


  • MECANICA
    Las pistas de tierra castigan los neumáticos en forma de pinchazos continuos, por lo que una mancha es aconsejable para poder llegar hasta una gasolinera o a una zona poblada. Una vez allí, cualquiera arreglará el pinchazo por poco dinero, incluso sin sacar la cámara del neumático ni la rueda de la moto. Por las carreteras principales hay gasolineras con asiduidad. En Namibia la gasolina es algo más barata que en España; en Zimbaue mucho más pero hay problemas de abastecimiento, y en Zambia es más cara. En una conducción tan exigente, conviene revisar a diario el nivel de aceite, que se vende en las gasolineras a elevado precio.
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