Nº 14
Diciembre de 2002

Motor & Viajes    
       
ESPECIAL
PLAYAS


POLINESIA FRANCESA / SAINT BARTH (CARIBE) / MÉXICO
Refugios para dos
Pocos lugares hay más románticos donde huir en pareja que una playa tropical. Un mundo de calor, perfumes y colores es el mejor escenario para el amor. Y un hotel de lujo ayuda
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ÁNGEL MARTÍNEZ BERMEJO

Una isla en los mares del sur, Bora Bora. / FOTOS: A. M. BERMEJO

Los sueños son la materia de la que están hechas las islas de los Mares del Sur, esos lugares que, de tanto imaginados, parecen no ser reales. Hasta que llega el momento en que el pequeño avión que sale de Tahití desciende para tomar tierra y ya se distinguen los picachos de basalto negro de paredes verticales en los que se quedan las nubes más blancas. Y un tapiz de palmeras de color de jade se acerca a una laguna turquesa, la más hermosa de todas, de la que sólo la separa un cordón de arena reluciente. Y para guardarlo todo, un atolón de coral, una guirnalda de islotes —los motus—, que rodea la isla como una corona. Sí, es una descripción tópica y manida, pero cuando se ve Bora Bora desde el avión uno acepta que hay mitos que tienen toda la razón de ser.

El aeropuerto se encuentra en uno de estos motus. Al bajar del avión los pasajeros son recibidos por grupos de vahines —de muchachas vestidas con los trajes tradicionales—, que les cuelgan al cuello los collares trenzados de flores y les saludan con palabras que resuenan con el eco de los sueños más dulces. Y después se salta a una lancha para recorrer la laguna de camino a la isla. Es difícil imaginar una llegada más romántica a una isla que por mar, surcar las aguas y desembarcar después en un lugar llamado Bora Bora.Y así se entra en el reino de los sentidos. Los jardines estallan con los colores y aromas de las buganvillas, las gardenias, los hibiscos y los frangipanis. Una carretera de 32 kilómetros rodea toda la isla, y es fácil hacer un recorrido de medio día. Al tomar las carreteras laterales se llega a miradores desde donde se ve parte de la isla a vista de pájaro.

Pero Bora Bora es, sobre todo, mar. Su laguna exterior, rodeada por el anillo de coral, es la piscina natural más espectacular del mundo. Para disfrutarla lo mejor es contratar una excursión de un día, en la que se pasa por diferentes lugares. La primera parada es para dar de comer a los tiburones y las mantas, pero los pasajeros no miran desde el barco, sino desde dentro del agua. Los tiburones no son muy grandes, pero tragan las piezas de carne de un bocado. Y a un par de metros de distancia. De vuelta al barco se pone proa hacia un verdadero jardín de coral, en el que se vuelve a bucear. Así se entra en un mundo de colores inimaginables y se nada entre nubes de peces que te miran con la misma curiosidad que tú a ellos. Luego el barco se dirige a un motu donde hay tiempo para otro baño mientras se prepara la comida. Desde allí, los pilares basálticos de Bora Bora son el mejor telón de fondo para una playa que se pueda imaginar.

SAINT BARTH, CARIBE.
Igual que Bora Bora, Saint Barth es un pequeño jardín en medio del mar, una versión tropical de la Costa Azul, un diminuto pedazo de chic francés bañado por el sol más brillante. El paisaje está definido por pequeñas villas desperdigadas por las colinas, hoteles de lujo formados por cabañas escondidas bajo las palmeras de playitas recoletas, y el puerto de Gustavia, con sus veleros amarrados en sus aguas tranquilas.

St. Barth no es, por tanto, el lugar para explorar ese universo formado por cinco siglos de mestizaje entre Europa, África y las Antillas, como ocurre en otras islas. En cambio, aquí florece el encanto muy diferente. Está prohibido construir edificios altos, poquísimos hoteles tienen más de 50 habitaciones y no hay casinos. Recorrer la isla en uno de esos cochecitos descapotables abiertos a todos las brisas es hacer la ruta por algunos de los mejores restaurantes del Caribe, muchos de ellos excelentes y todos bastante caros. Pero no importa. Uno se siente miembro de un club de elegidos y tiene que estar dispuesto a pagar por ello.

Cuando Colón divisó esta isla la bautizó con el nombre del santo de su hermano, Bartolomé, aunque mucho antes los primeros pobladores le habían regalado el nombre de Ounalao. Los franceses se establecieron a fines del siglo XVII atraídos por su posición estratégica y la calidad de su puerto. Pero, al final, acabó convirtiéndose, por razones de política colonial, en la única posesión sueca del Caribe.

Gustavia, la capital, debe su nombre al rey Gustav III y, vista desde algún mirador, ofrece uno de los conjuntos más atractivos de estas islas, con todos sus tejados rojos entre el verde tropical de sus jardines. El puerto, perfecto, se puebla de veleros, yates y catamaranes. Al pasear por sus calles se encuentran todavía las placas de sus nombres escritas en francés y en sueco.

La playa más famosa de la isla es la de St. Jean, con varios restaurantes y hoteles de categoría, pero hay muchas más, como Anse du Gouverneur, adonde se llega por una tortuosa carretera, o Anse de Grande Saline. Pero, para ir a la playa con estilo, lo mejor es tomar un velero en Gustavia y emprender la travesía hacia Anse de Colombier. El barco sale del puerto y bordea la costa en busca de su destino, y cuando da la vuelta a un promontorio, aparece la playa. No hay carretera, sólo una vereda que serpentea por la cuesta. Algún millonario se hizo construir una villa en lo alto de la colina, porque la vista es inmejorable.

PACÍFICO MEXICANO.
A la búsqueda de un refugio para enamorados y con buenos paisajes también se puede viajar por la costa occidental mexicana. Hace medio siglo era una región muy poco visitada, y lugares de gran importancia en el turismo internacional como Puerto Vallarta eran simples pueblos de pescadores. En 1963 llegó John Huston para rodar La noche de la iguana, con dos actores de fama: Liz Taylor y Richard Burton. La historia de amor que surgió —los dos estaban casados— saltó a la primera página de todos los periódicos del planeta, y así todo el mundo empezó a interesarse por ese lugar paradisiaco que aparecía como telón de fondo de la historia en la película y en la de la realidad.

Puerto Vallarta se abre al mar al fondo de la bahía de Banderas, una de las más grandes del mundo. Pero probablemente habrá quien encuentre que es un lugar muy grande y congestionado. Y para salir en busca del refugio hay dos opciones, seguir la costa hacia el norte o hacia el sur. Hacia el norte hay que bordear la bahía y, más allá del pueblo de Bucerías, llegar a Punta Mita, donde se podrá encontrar algún hotel de lujo y vivir el sueño de olvidarse del mundo. Desde la piscina, asomada a un promontorio desde donde se divisa la playa, se puede presenciar el espectáculo diario de la puesta de sol. Desde ese observatorio privilegiado, el que esto escribe pudo ver el rayo verde en el momento en que el sol se hundía en el mar. En un pequeño promontorio que entra en el agua, siempre hay una mesa para dos preparada para una cena romántica.

Hacia el sur de Puerto Vallarta hay otras opciones de lujo que, si son igualmente caras, permiten disfrutar de otro mundo. Para llegar allá se pasa por la playa de Mismaloya —el enclave exacto del rodaje de La noche de la iguana— y se llega a San Patricio Melaque. Allí, en una reserva natural privada se esconde uno de los hoteles más espectaculares del continente. El terreno es tan grande que casi se asegura una playa para cada pareja. Más de una estrella de Hollywood y algún príncipe europeo han pasado por aquí para desaparecer durante unos días. Un refugio perfecto para dos a orillas del Pacífico.




GUÍA

 

BORA BORA
Air France (Tfno: 901 11 33 22) tiene tres vuelos semanales a Papeete, desde donde se conecta para Bora Bora. Viajeros (en agencias) propone un viaje con seis noches desde 2.285 euros.

DÓNDE DORMIR
Sofitel Marara ( www.sofitel.com ) es el hotel de lujo con más ambiente de la isla. Enfrente, en un motu, el Sofitel Motu ofrece una de las mejores vistas de toda la isla. Le Maitai Polynesia (Tfno: 60 30 00) es más nuevo y económico.

DÓNDE COMER
El restaurante más conocido es Bloody Mary's Seafood Restaurant (Tfno: 67 72 86), especializado en pescado y langosta. La Bounty (Tfno: 67 70 43), en la playa de Matira es bueno y económico. Y no hay que quedarse en el hotel por falta de transporte, muchos restaurantes ofrecen un servicio gratuito de recogida de clientes en los hoteles.

SAINT BARTH
Air France (Tfno: 901 11 33 22) vuela todos los días a Saint Martin, desde donde hay conexiones a Saint Barth. Viajeros (en agencias) propone un viaje de nueve días (seis noches) desde 1.676 euros.

DÓNDE DORMIR
Le Toiny (Anse de Toiny, tfno: 27 88 88) con piscina en cada habitación. La Banane (Quartier Lorient, tfno: 27 68 25), un conjunto de casas antillanas, cada una con su originalidad. Carl Gustav (Rue des Normands, Gustavia. Tfno: 27 82 83), en lo alto de Gustavia, desde sus habitaciones se tiene una de las mejores vistas de la ciudad.

DÓNDE C0MER
En Gustavia, L'Ananas (Tfno: 27 63 77) para probar la cocina criolla. En Colombier, François Plantation (Tfno: 27 78 82) es uno de los mejores restaurantes de la isla, con un original uso de las especias.

OESTE DE MÉXICO
Iberia ( www.iberia.com y Aeroméxico (Tfno: 91 548 98 10) vuelan todos los días a Ciudad de México, desde donde se conecta a Puerto Vallarta. Elisa Alday (Tfno: 91 561 0560) organiza viajes a la carta con alojamiento en los hoteles más exclusivos de la zona. El traslado a los hoteles está incluido en el programa organizado. Si se contrata directamente normalmente hay que buscarlo aparte.

DÓNDE DORMIR
El Four Seasons Resort ( www. fourseasons.com ) es un complejo de lujo con un campo de golf al borde del Pacífico. Las Alamandas ( www.las-alamanda. com ) es un recinto exclusivo en una reserva natural en donde las habitaciones están decoradas con el mejor gusto mexicano.

DÓNDE COMER
Son muy recomedables los restaurantes de los hoteles arriba mencionados.

 



 



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