04
Enero de 2002

Motor & Viajes    
       
EUROPA
MAJESTUOSA

Revolucionaria, innovadora, bella... una ciudad de piedra capaz de parar el tiempo, emocionar con su historia y cautivar el alma

SAN PETERSBURGO
El capricho de los zares
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SARA F. CUCALA

En el lado izquierdo del río Leva, se encuentra el Ermitage, uno de los museos más importantes del mundo.

Vivir San Petersburgo en invierno es dejarse abrazar por un encanto que sobrepasa los límites de la realidad. La nieve cae como minúsculas purpurinas plateadas, el termómetro oscila entre los dos y los ocho grados centígrados, el alma se sobrecoge con un halo de extraña nostalgia y el reloj deja su vertiginoso paso. Aquí parece que el tiempo hace mucho que dejó de correr. Pero, ¡qué bien le sienta! Una curiosa sensación que te atrapa y te cautiva, te agita los sentimientos y te fascina. Y no es de extrañar. ¿Qué impresiones podría transmitir una ciudad que ha sido diseñada al milímetro, construida sobre un terreno imposible y mimada hasta el extremo de haberse convertido en el centro de reunión de apasionados por el arte, por la cultura, por la literatura, por la música...? Peters, como la llamán cariñosamente, fue un sueño de zares y zarinas y hoy, lo es de todo el mundo. No importa la época del año: el invierno te envuelve en un manto aterciopelado que te hace sumergir más en sus murallas; el verano, cautiva el corazón de los más enamoradizos. Los puentes se abren a la navegación y parece que resurge de entre los hielos una «Venecia del Norte», la primavera acoge a los bohemios y caprichosos del arte, y el otoño, envuelve de melancolía. Es una pieza armónica que no pierde su paso. Con una apasionante historia que aún hoy sigue viva en cada milímetro de sus paredes de piedra.

San Petersburgo nació cuando en Europa se vivía el llamado Siglo de Las Luces, el XVIII, del deseo y la inquietud de Pedro el Grande, el primer zar que se aventuró a conocer Europa, a saber qué era lo que estaba pasando fuera de las murallas de Rusia, cuáles eran las novedades arquitectónicas y edificadoras de Occidente. Su objetivo era construir una ciudad modelo, culta, bella, moderna, innovadora y, sobre todo, atenta a las realidades externas. Una urbe que huyera del medievalismo en el que se encontraba inmerso el país. Y así lo hizo. Cuarenta mil soldados y obreros, más una plantilla de trabajadores finlandeses, estonios, tártaros, calmucos, prisioneros suecos y mercaderes de Nóvgorod trabajaron hasta el agotamiento para construir la primera ciudad rusa hecha de piedra [hasta ese instante sólo unos pocos monumentos en Rusia se habían construido de piedra. La madera era el material más utilizado].

San Petersburgo nació en 1703 y deslumbró hasta el punto de que se convirtió en el corazón del país «Frente a la nueva capital, Moscú ha inclinado la cabeza del mismo modo que la viuda imperial se inclina frente a la joven zarina», escribía al respecto Pushkin.

Desde su origen hasta la actualidad ha ido continuamente buscando una identidad [cambió tres veces de nombre: San Petersburgo, Petrogrado y Leningrado. En 1991 por Referéndum volvió a su primer nombre], ha supuesto, en ocasiones, una auténtica paradoja [la ciudad construida por un zar fue el germen de la Revolución Socialista de 1917] y fue la preferida de los zares hasta el punto de que allí se construyó dos de los más bellos palacios: el Ermitage y el Palacio de Verano.

PASEAR POR LAS ISLAS. La ciudad que se ve hoy es un conglomerado armónico de 42 islas y 86 canales, abrazada por el río Neva y perfectamente diseñada. Es casi imposible perderse en ella. Tres agujas doradas indican el camino: la del Almirantazgo, la de la iglesia de San Pedro y San Pablo y la de las columnas rostrales —dos faros de 32 metros de alto que antaño guiaban a los barcos justo donde el río Neva se divide en dos brazos frente al Almirantazgo—.

Pasear por sus calles en invierno, al son del ritmo acompasado de los pasos crujientes en la nieve, es todo una experiencia. La ciudad es majestuosa. Tiene más de 20 palacios y varios parques. Sus edificios, típicos del XVIII, contribuyen a la sorpresa y al enamoramiento. Se agradece perderse por la impresionante corpulencia del Ermitage o el Palacio de Invierno. O dejarse impresionar por la verdadera historia del país en la Catedral de Pedro y Pablo, donde están enterrados todos los emperadores rusos, inclusive Nicolás II. Recorrer las estancias de el Palacio de Verano de Pedro el Grande. Descubrir a estos majestuosos edificios hay que añadir la visita a las Catedrales de San Nicolás y de San Isaac, recorrer los pasillos de la Casa Museo de Pushkin, pasear por los puentes de Dvortsovy y Bankovsky o adentrarse en el teatro de Mariinski. Luego, dejándose guiar por la aguja de oro del Almirantazgo, símbolo de la ciudad, podemos comenzar a descubrir la avenida más larga de la ciudad, Nevski prospekt.



El Ermitage de Catalina

 

Pasiones. Durante el reinado de Catalina II (1762 a 1796) San Petersburgo se convirtió en uno de los rediles europeos del arte y la cultura. La zarina, a pesar de su comportamiento de déspota ilustrada, se rodeó de artistas de talento, embelleció la ciudad, favoreció la entrada de movimientos literarios y consiguió llenar su Palacio de Invierno de exquisitas obras de arte. Pierre Descargues contaba al respecto: «Aunque Catalina tenía las bazas de todo coleccionista, el dinero y la constancia, sufrió siempre de no saber lo que compraba». No solía ir a las subastas y casi siempre adquiría las obras a través de catálogo. Así, consiguió colecciones como la Crozat de París y contrató los servicios de arquitectos y artistas de renombre. La primera colección del Ermitage apareció en 1764. Pronto el palacio no sólo se convirtió en la galería particular de Catalina sino también en el lugar donde se recibía a los amantes de la cultura. Al principio Catalina llegó a declarar que sólo admirarían sus obras sólo «las ratas» y ella misma. Luego permitió la entrada a algunos eruditos, a los que exigía ausencia de protocolo.

GUIA

 

Geografía: La ciudad es la unión de 42 islas que rodea el río Neva. Limita con Finlandia al norte y Estonia al sur.
Población: La segunda ciudad del país tiene algo menos de 5 millones de habitantes.
Clima: Los inviernos son muy fríos (los termómetros pueden llegar a alcanzar los -18ºC) y los veranos muy calurosos (con unos 25ºC).
Idioma: La lengua oficial es el ruso. Algunos hablan algo de inglés.
Moneda: El rublo, que equivale a unas 7 pesetas al cambio.
Diferencia horaria: Con respecto a España, hay dos horas menos de diferencia.COMO LLEGAR
La compañía aérea rusa, Aeroflot (vuela tres veces por semana desde Madrid y Barcelona dirección Moscú. Una vez allí, se puede viajar toda la noche en tren. El tren sale desde la estación de Leningrado (Komsomolskaya pl., 3. Metro Komsomolskaya).

ALOJAMIENTO
Uno de los más antiguos y lujosos de la ciudad es el Gran Hotel Europa, situado en la movida perspectiva Nevski. Un poco alejado del centro de la ciudad, hotel Púlkovskaya (Tfno. 123 51 22). De dos estrellas está el hotel Moskvá (Tfno. 274 30 01).

RESTAURANTES
Si lo que desea es tomar auténtica comida rusa, uno de los restaurantes más refinados de la ciudad es el Adamant (tfno. 311 55 75). Un restaurante apacible y bohemio es el Polonaise (tfno. 235 46 66). Si se tiene el tiempo justo para comer, Layma (tfno. 315 55 45) es el sitio ideal para tapear.

DOCUMENTACION
Para entrar en Rusia hace falta un visado. Generalmente las agencias de viajes se encargan de este trámite. Los que viajen solos tendrán que enviar una carta o fax que certifique la reserva en el hotel. Además, hay que presentar el pasaporte, tres fotografías y contratar un seguro médico. El visado para un mes cuesta 9.000 ptas. (54,09 euros) y tarda unos 10 días. Si se quiere el mismo día hay que pagar 25.000 ptas. (150,25 euros). El pasaporte debe tener una caducidad no inferior a 6 meses.

CUANDO IR
Cada estación tiene su encanto. Los mejores meses para viajar son enero y febrero. Aunque haya nieve y haga frío, es soportable. Además, es ideal para los que quieran conocer un San Petersburgo de cine.

 

 

 



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