EUROPA
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MAJESTUOSA |
Revolucionaria, innovadora,
bella... una ciudad de piedra capaz de parar el tiempo, emocionar
con su historia y cautivar el alma
SAN PETERSBURGO
El capricho de los zares
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SARA F. CUCALA
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En el lado izquierdo del río Leva, se
encuentra el Ermitage, uno de los museos más importantes
del mundo. |
Vivir San Petersburgo en invierno
es dejarse abrazar por un encanto que sobrepasa los límites de
la realidad. La nieve cae como minúsculas purpurinas plateadas,
el termómetro oscila entre los dos y los ocho grados centígrados,
el alma se sobrecoge con un halo de extraña nostalgia y el reloj
deja su vertiginoso paso. Aquí parece que el tiempo hace mucho
que dejó de correr. Pero, ¡qué bien le sienta! Una
curiosa sensación que te atrapa y te cautiva, te agita los sentimientos
y te fascina. Y no es de extrañar. ¿Qué impresiones
podría transmitir una ciudad que ha sido diseñada al milímetro,
construida sobre un terreno imposible y mimada hasta el extremo de haberse
convertido en el centro de reunión de apasionados por el arte,
por la cultura, por la literatura, por la música...? Peters,
como la llamán cariñosamente, fue un sueño de zares
y zarinas y hoy, lo es de todo el mundo. No importa la época
del año: el invierno te envuelve en un manto aterciopelado que
te hace sumergir más en sus murallas; el verano, cautiva el corazón
de los más enamoradizos. Los puentes se abren a la navegación
y parece que resurge de entre los hielos una «Venecia del Norte»,
la primavera acoge a los bohemios y caprichosos del arte, y el otoño,
envuelve de melancolía. Es una pieza armónica que no pierde
su paso. Con una apasionante historia que aún hoy sigue viva
en cada milímetro de sus paredes de piedra.
San Petersburgo nació cuando en Europa
se vivía el llamado Siglo de Las Luces, el XVIII, del deseo y
la inquietud de Pedro el Grande, el primer zar que se aventuró
a conocer Europa, a saber qué era lo que estaba pasando fuera
de las murallas de Rusia, cuáles eran las novedades arquitectónicas
y edificadoras de Occidente. Su objetivo era construir una ciudad modelo,
culta, bella, moderna, innovadora y, sobre todo, atenta a las realidades
externas. Una urbe que huyera del medievalismo en el que se encontraba
inmerso el país. Y así lo hizo. Cuarenta mil soldados
y obreros, más una plantilla de trabajadores finlandeses, estonios,
tártaros, calmucos, prisioneros suecos y mercaderes de Nóvgorod
trabajaron hasta el agotamiento para construir la primera ciudad rusa
hecha de piedra [hasta ese instante sólo unos pocos monumentos
en Rusia se habían construido de piedra. La madera era el material
más utilizado].
San Petersburgo nació en 1703 y deslumbró hasta el punto
de que se convirtió en el corazón del país «Frente
a la nueva capital, Moscú ha inclinado la cabeza del mismo modo
que la viuda imperial se inclina frente a la joven zarina», escribía
al respecto Pushkin.
Desde su origen hasta la actualidad ha ido continuamente buscando una
identidad [cambió tres veces de nombre: San Petersburgo, Petrogrado
y Leningrado. En 1991 por Referéndum volvió a su primer
nombre], ha supuesto, en ocasiones, una auténtica paradoja [la
ciudad construida por un zar fue el germen de la Revolución Socialista
de 1917] y fue la preferida de los zares hasta el punto de que allí
se construyó dos de los más bellos palacios: el Ermitage
y el Palacio de Verano.
PASEAR POR LAS ISLAS. La ciudad que se ve hoy
es un conglomerado armónico de 42 islas y 86 canales, abrazada
por el río Neva y perfectamente diseñada. Es casi imposible
perderse en ella. Tres agujas doradas indican el camino: la del Almirantazgo,
la de la iglesia de San Pedro y San Pablo y la de las columnas rostrales
dos faros de 32 metros de alto que antaño guiaban a los
barcos justo donde el río Neva se divide en dos brazos frente
al Almirantazgo.
Pasear por sus calles en invierno, al son del ritmo acompasado de los
pasos crujientes en la nieve, es todo una experiencia. La ciudad es
majestuosa. Tiene más de 20 palacios y varios parques. Sus edificios,
típicos del XVIII, contribuyen a la sorpresa y al enamoramiento.
Se agradece perderse por la impresionante corpulencia del Ermitage o
el Palacio de Invierno. O dejarse impresionar por la verdadera historia
del país en la Catedral de Pedro y Pablo, donde están
enterrados todos los emperadores rusos, inclusive Nicolás II.
Recorrer las estancias de el Palacio de Verano de Pedro el Grande. Descubrir
a estos majestuosos edificios hay que añadir la visita a las
Catedrales de San Nicolás y de San Isaac, recorrer los pasillos
de la Casa Museo de Pushkin, pasear por los puentes de Dvortsovy y Bankovsky
o adentrarse en el teatro de Mariinski. Luego, dejándose guiar
por la aguja de oro del Almirantazgo, símbolo de la ciudad, podemos
comenzar a descubrir la avenida más larga de la ciudad, Nevski
prospekt.
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Pasiones. Durante el reinado de Catalina II
(1762 a 1796) San Petersburgo se convirtió en uno de los
rediles europeos del arte y la cultura. La zarina, a pesar de su
comportamiento de déspota ilustrada, se rodeó de artistas
de talento, embelleció la ciudad, favoreció la entrada
de movimientos literarios y consiguió llenar su Palacio de
Invierno de exquisitas obras de arte. Pierre Descargues contaba
al respecto: «Aunque Catalina tenía las bazas de todo
coleccionista, el dinero y la constancia, sufrió siempre
de no saber lo que compraba». No solía ir a las subastas
y casi siempre adquiría las obras a través de catálogo.
Así, consiguió colecciones como la Crozat de París
y contrató los servicios de arquitectos y artistas de renombre.
La primera colección del Ermitage apareció en 1764.
Pronto el palacio no sólo se convirtió en la galería
particular de Catalina sino también en el lugar donde se
recibía a los amantes de la cultura. Al principio Catalina
llegó a declarar que sólo admirarían sus obras
sólo «las ratas» y ella misma. Luego permitió
la entrada a algunos eruditos, a los que exigía ausencia
de protocolo.
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Geografía: La ciudad es la unión
de 42 islas que rodea el río Neva. Limita con Finlandia al
norte y Estonia al sur.
Población: La segunda ciudad del país tiene
algo menos de 5 millones de habitantes.
Clima: Los inviernos son muy fríos (los termómetros
pueden llegar a alcanzar los -18ºC) y los veranos muy calurosos
(con unos 25ºC).
Idioma: La lengua oficial es el ruso. Algunos hablan algo
de inglés.
Moneda: El rublo, que equivale a unas 7 pesetas al cambio.
Diferencia horaria: Con respecto a España, hay dos
horas menos de diferencia.COMO LLEGAR
La compañía aérea rusa, Aeroflot (vuela tres
veces por semana desde Madrid y Barcelona dirección Moscú.
Una vez allí, se puede viajar toda la noche en tren. El tren
sale desde la estación de Leningrado (Komsomolskaya pl.,
3. Metro Komsomolskaya).
ALOJAMIENTO
Uno de los más antiguos y lujosos de la ciudad es el
Gran Hotel Europa, situado en la movida perspectiva Nevski. Un poco
alejado del centro de la ciudad, hotel Púlkovskaya (Tfno.
123 51 22). De dos estrellas está el hotel Moskvá
(Tfno. 274 30 01).
RESTAURANTES
Si lo que desea es tomar auténtica comida rusa, uno
de los restaurantes más refinados de la ciudad es el Adamant
(tfno. 311 55 75). Un restaurante apacible y bohemio es el Polonaise
(tfno. 235 46 66). Si se tiene el tiempo justo para comer, Layma
(tfno. 315 55 45) es el sitio ideal para tapear.
DOCUMENTACION
Para entrar en Rusia hace falta un visado. Generalmente las
agencias de viajes se encargan de este trámite. Los que viajen
solos tendrán que enviar una carta o fax que certifique la
reserva en el hotel. Además, hay que presentar el pasaporte,
tres fotografías y contratar un seguro médico. El
visado para un mes cuesta 9.000 ptas. (54,09 euros) y tarda unos
10 días. Si se quiere el mismo día hay que pagar 25.000
ptas. (150,25 euros). El pasaporte debe tener una caducidad no inferior
a 6 meses.
CUANDO IR
Cada estación tiene su encanto. Los mejores meses para
viajar son enero y febrero. Aunque haya nieve y haga frío,
es soportable. Además, es ideal para los que quieran conocer
un San Petersburgo de cine.
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