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"Cuando hago el amor en el plató me siento como una prostituta"

ROBIN WRIGHT INCORPORÓ EL APELLIDO Sean Penn al suyo el día de su boda, hace dos años, tras ocho de tumultuoso romance y dos hijos. Tan intensa como reservada, con una oscuridad interior que contrasta con su luminoso rostro, esta actriz diferente e impredecible ofrece en Londres una de sus escasísimas entrevistas por el estreno de Mensaje en una botella, película que acaba de llegar a España y en la que comparte estrellato con Kevin Costner. Su rara belleza, torturada intensidad y arriesgadas elecciones han convertido a esta actriz prodigiosa, profunda y enigmática en el secreto mejor guardado de Hollywood.

Pregunta.-Defina a su personaje, Theresa Osborne.

Respuesta.-Es una mujer herida, que descubre su vacío vital y se desliza por el alambre de la desconfianza. Intuye el romanticismo, le alcanza un gigantesca ola de expresión amorosa y la encuentra en un alma gemela.

P.-Y en una botella. Si usted encontrara una, ¿qué mensaje le gustaría leer?

R.-Hhmmm... "La receptora de este mensaje tendrá garantizada de por vida toda la ropa que necesite de Prada" (risas). ¿No es el sueño de cualquier chica?

P.-A propósito de sueños femeninos. ¿Es distinto rodar una escena amorosa con Kevin Costner, John Travolta o Sean Penn?

R.-Las escenas amorosas son una pesadilla, lo peor del mundo. Y cuando le hago el amor en el plató a alguien que no es Sean, me siento como una prostituta: una mujer que cobra por fingir que hace el amor.

P.-Sus diálogos con Paul Newman son muy sexies, y él la amenaza con acosarla si tuviera 150 años menos.

R.-¿Sabe? La que deseaba realmente que Paul tuviera 150 años menos era yo (carcajada). Es un hombre verdadero, de una pieza, como hecho a prueba de balas.

P.- Nos ha acostumbrado a personajes torturados e intensos. ¿Es fácil vivir con usted durante un rodaje?

R.-Mucho, porque no me llevo el trabajo a casa. Al final del día, sólo soy una mamá, que hasta las seis de la mañana siguiente no tiene que encarnar a nadie oscuro u obsesionado. ¡Afortunadamente!

P.-¿Nunca ha ido demasiado lejos?

R.-Cada día, en el plató, me arranco el corazón y lo pongo encima de una mesa para que lo diseccionen. Después, lo recupero y me voy a casa con Sean y los niños. Ellos me liberan de convertirme en una larva dentro de un capullo de autofijación. Y, además, soy demasiado perezosa para convertirme ahora en una persona obsesionada.

P.-¿Ayuda el no haber querido ser actriz?

R.-¡No lo quería en absoluto! Me gustaba mi carrera de modelo. Pero no sabe lo tremendamente persistente que pudo llegar a ser mi agente. No pude resistirle.

P.-¿Cuándo despertó la pasión?

R.-Ya en el rodaje de mi primera película, La princesa prometida. Ahora es como un hambre incontrolable.

P.-Desde aquella princesa Buttercup, ha elegido personajes diferentes que desafían convenciones.

R.-Mis personajes son entidades separadas de mí, espectros que me permiten flotar en un cierto olvido de mí misma. Pero, también, reconozco un elemento muy personal que consiste en ir contra las convenciones. Me gusta experimentar desafíos en mi vida y nadar contra la corriente principal.

P.-¿Cómo ajusta la complicada agenda de su matrimonio, la maternidad y el cine?

R.-Sean y yo no tenemos problemas ajustando nada, porque cada uno se ocupa de los niños cuando el otro rueda. Ellos prefieren que se quede él porque es un auténtico "rey conseguidor", el "super-papá". Lo que ajustamos son nuestras elecciones: hacer únicamente lo que queremos. Todo resulta así más sano y evitamos las decepciones.

P.-Su marido deja la interpretación. ¿Le apoya?

R.-Del todo. Sean no debe seguir en algo que le produzca hastío. Yo tampoco podría.

P.-¿Por qué se adosó el apellido de su marido, cuando ya había logrado ser conocida por sí misma?

R.-Es una tradición que me gusta. En mi país, cada "María" cambia su apellido de soltera por el de su marido, para mí, es una declaración de amor incondicional. Si yo no fuera actriz, sería tan sólo Robin Penn.

SIN DESCANSO.
Las películas comerciales -"Forrest Gump", "Mensaje en la botella"- son una rareza en la carrera de Robin Wright Penn. Tras ser atracada junto a sus dos pequeños hijos en Los Ángeles, se ha mudado a San Francisco, donde construye una casa. "Necesito mucho dinero", sonríe lacónica, para justificar una película que lleva cuatro semanas en el primer puesto de la taquilla norteamericana.

Por eso, tras enamorar a Kevin Costner en el drama romántico "Mensaje en una botella", ha encadenado sin descanso rodaje tras rodaje. En su próximo estreno, "HurlyBurly" -previsto en España para el 9 de abril-, será Darlene, un personaje carente de escrúpulos creado por el dramaturgo David Rabe. Su galán, el amoral Eddie, es interpretado por su marido, Sean Penn, en un trabajo que le valió la Copa Volpi al mejor actor de la última Mostra veneciana.

Por Beatrice Sartori. Fotografía de Robert Erdmann




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