La buena vida  

Mesa y Mantel


Se lo dan al comprador de "supervinos"; ¿se lo darán las bodegas?

La botella, oscura y de alargado diseño italiano, llegaba desde una bodega riojana, aún sin su etiqueta definitiva. Pero bastaba verla para determinar: "Este vino se va a llamar 5.000, 6.000, 7.000... o 10.000". El vino, efectivamente potente y concentrado, carecía evidentemente de definición de aromas y sabores, y su equilibrio no era el que uno espera en un vino que debe tener larguísima vida y desarrollo para justificar su precio. Más significativo aún: el ex enólogo de la bodega revela que, al abandonar ésta hace dos años, este vino en particular (de la añada 1995) no existía en ella. ¿Qué significa esto? Es evidente que, sobre la marcha, los bodegueros hicieron una selección de barricas que iban a ser para algún Reserva de la casa (de los que se llaman 2.000 o 2.500...), y la reconvirtieron sobre la marcha en supervino (o vino de alta expresión, dirían los burócratas cursis), de ésos carísimos. Sencillamente, habían visto lo que hacen hoy tantos de sus vecinos, los ojos empezaron a hacerles chiribitas dolarizadas como al tío Gilito (¡$$$$$!) y se apuntaron al carro.

Mesa y mantel

Este cronista nunca ha dejado de extasiarse ante un Vega Sicilia o un L'Ermita, aunque cuesten 25.000 pesetas. El vino verdaderamente grande se justifica por sí solo. Pero muchos de estos vinos de 5.000 o 10.000 carecen de justificación. No son grandes. Desde luego, la mayoría no son superiores a algunos supervinos de precio más modesto (entre 2.500 y 4.000) pero excelente calidad. (Dos buenos ejemplos: el San Vicente de los hermanos Eguren y el Finca Valpiedra de los hermanos Martínez-Bujanda, cuyo 1995 supera incluso en equilibrio al 1994 inaugural).

Muchos avariciosos bodegueros que quieren darnos el golpe (en un momento de incipiente recesión en el mercado internacional, además) deberían reflexionar ante la experiencia de Australia, donde han pasado cosas similares: ahí dicen que cualquiera puede poner un precio escandaloso a un vino, pero que otra cosa muy distinta es cobrarlo un año sí y otro también, y sólo dos vinos australianos, con varios decenios de presencia y de prestigio, han demostrado que pueden: el Penfolds Grange y el Henschke Hill of Grace. ¿Cuántos lo lograrán aquí? ¿Cuántos se darán el tortazo?


Ilustración: Julio Cebrián




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