Gracias a un poderoso microscopio con doble foco, la doctora Bambrila "libera" el rostro original de Jesucristo pintado por Leonardo da Vinci hace 500 años de las sucesivas capas de pintura y barniz que se habían ido añadiendo.
LEONARDO PINTÓ LA ÚLTIMA Y GRANDE cena del Renacimiento, en Milán, y estuvo mucho tiempo eligiendo las viandas que debiera haber sobre la mesa. No es tan fácil elegirle un menú a Cristo. Al final sólo puso frutos secos y verduras. Una comida de ermitaño, claro. Y lo más importante, el pan y el vino. Dice el filósofo que Leonardo es algo así como el proyecto fracasado de crear un ángel. O más bien de crear un demonio. Toda su pintura es enigmática, por la sonrisa o por el tiempo.El tiempo. Sutiles humedades, radiografías de siglos, horas depositadas como polvo, secretos corrimientos de los colores, lo complejo y no siempre afortunado de la técnica: he aquí un cuadro eterno y fugaz, lo fugitivo dentro de lo permanente. Ahora terminan 21 años dedicados a la restauración del lienzo. Ha quedado mejor o peor, pero el misterio de Leonardo seguro que se ha volado. A Leonardo no se le toca porque se despluma.
Por Francisco Umbral Fotografía de Eric Vandeville
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