Cartas a La Revista



Usted escribe sobre... ¿comercio tradicional o centro comercial?.

La Revista propone un tema a sus lectores. Las Cartas que publicamos hoy se refieren al comercio tradicional y a los centros comerciales. Esta semana la pregunta es: ¿Son felices los niños españoles. Escriban a Pradillo 42. 28002 Madrid. Fax (91) 586 48 62. Correo electrónico: larevista@el-mundo.es


Ciudad muerta
Ahora está de moda ir de compras a grandes almacenes. Te asalta la televisión, el correo, los buzoneros. Encuentras de todo, desde un martillo hasta una chaqueta. Y ves a la gente que sube y baja escaleras mecánicas a velocidades de vértigo, se equivocan de piso, de sección; comprando lo que no iban a comprar, "porque estaba a buen precio", se dejan de comprar lo que les interesaba, porque no lo han encontrado. No me opongo a la libertad de empresa ni a toda forma nueva que suponga una mejora en la variedad de ofertas que se le pueden ofrecer al consumidor, pero soy una sentimental y sigo anclada en mis viejas costumbres. ¿Alguien concibe una ciudad sin tiendas, sin escaparates, sin rótulos y luces? Si hacemos desaparecer eso, nos encontraremos con una ciudad muerta.

María García Broto
Zaragoza

Los dos
Está claro que la tienda de la esquina nunca podrá competir en precios con una gran superficie. De nada sirve que reivindiquemos románticamente el trato humano de las tiendas de antaño, al fin y al cabo el mercado es el que manda y no debemos olvidar que tanto la pequeña tienda como el hipermercado son negocios. Lo que van a necesitar las tiendas que quieran sobrevivir a la marea de las grandes superficies es imaginación y especialización. Desengañémonos: nadie va a pagar un 20% más por un kilo de arroz a cambio de recibir atención personalizada, sin embargo sí acudirá a la tienda cuando ésta le ofrezca un producto o servicio que requiera un conocimiento o dedicación que el centro comercial no pueda ofrecer.

Rafael Ricoy Olariaga
Alicante

Libertad de elegir
Me siento culpable por hacer mis compras en un centro comercial ya que dicen que contribuyo a la desaparición de las pequeñas tiendas y a aumentar las cifras del paro en favor de cualquier multinacional de capital extranjero. Pero odio que un dependiente evalúe con su mirada mi intención de compra y me hace sentir como un gusano si después de haber perdido su tiempo conmigo, dudo a la hora de elegir algo. Pero lo peor es su política de devoluciones: las admiten, a cambio de que compre allí mismo otro artículo que tampoco me gusta demasiado o en los mejores casos me dan un bono para posponer la compra, cuando lo que de verdad deseo es no volver a poner mis pies en semejante lugar. Por eso adoro los centros comerciales: no creo que sean siempre más baratos ni que oferten mayor calidad, pero ante todo, valoro la libertad de elegir, de equivocarme y de rectificar. ¿No es cierto que el cliente tiene siempre la razón?

Almudena Ruiz de Angulo
Vitoria

Sábado por la tarde
Centro Comercial, por supuesto. Sí, ya sé que el más cercano dista 28 km; que para aparcar tengo que dar más vueltas que un burro alquilado; que una vez dentro me encuentro más carros que personas; que si compro un televisor, tengo que subirlo a mi carro, transportarlo hasta mi coche e instalarlo. Y también sé que siempre acabo comprando más de lo que necesito y más caro que en la tienda de la esquina, pero es que está muy anticuada, pues hace 20 años que veo a los mismos dependientes. Porque, si no hubiese centros comerciales, dígame usted qué hago con mi mujer, mis hijos y mi suegra un sábado por la tarde antes del partido.

Antonio José Máinez Rodríguez
Arcos de la Frontera (Cádiz)


Game boy Las cartas más interesantes serán publicadas y ganarán este Game Boy de Nintendo. Deberán llegar antes del próximo jueves, no superar las 15 líneas mecanografiadas e indicar en el sobre el tema.

Cartas a la revista


Escriban a la sección cartas a la revista de el mundo. Calle Pradillo 42. 28002 Madrid. Fax 91 586 48 62. Correo electrónico: larevista@el-mundo.es. Las cartas no deben superar las 15 líneas mecanografiadas.


Anorexia
La próxima vez que me pregunten cuándo fue la última vez que lloré, diré que leyendo un reportaje desgarrador sobre la anorexia. He llorado tanto y tan de veras, que aún me arden los ojos y no he podido terminar de leer, porque, desgraciadamente todo esto me suena a letra de canción tristemente ya conocida. Tengo 18 años y mi hermana es anoréxica desde hace 7, para mí esta enfermedad ha sido, y es, el pan de cada día con todas las consecuencias que esto trae. No tengo mucho sitio para decir todo lo que pasamos los que tenemos un familiar con esta enfermedad. Con esta carta tan sólo quería poner de manifiesto que las cifras de los que "padecen" anorexia son mucho más elevadas de las que reflejan las estadísticas: detrás de cada enfermo están los familiares, que son testigos mudos de esta muerte a cuentagotas que es la anorexia y no pueden hacer absolutamente nada, porque ya ni los médicos pueden. No sé si esto tendrá cabida en el corazón de alguien que no lo esté pasando, el que sí, que desgraciadamente son muchos, gritará conmigo.

C. C.
San Sebastián

Deseo agradecer a La Revista el reportaje realizado sobre la anorexia. Me pareció una visión muy objetiva. Necesaria para concienciar a la población española de este grave problema. Soy una joven de 25 años. Licenciada en Filología Hispánica, que quedó atrapada en ese círculo vicioso. Gracias al doctor Morandé y a su equipo conseguí salir. Creo que mereció la pena. Soy feliz. Desde aquí quisiera decir a la protagonista: "No le des más vueltas. Estás perdiendo la juventud que ya no volverá. Sal cuanto antes de esa pesadilla. Vuelve a la vida. Abandona el infierno".
Por último, quiero felicitar al doctor Morandé y a todo su equipo por la gran labor que están llevando a cabo.

Sonia de la Iglesia
Toledo

Soy un adolescente que considera el comer como un placer. Vuestro artículo sobre Diario de Sandra me dejó espeluznado. Dicen que en el libro de los gustos no hay nada escrito, bueno, pues yo tengo la osadía de escribir en él. Estoy harto de ver a esqueléticas modelos, con caras de zombis en las fotos de moda. Basta ya de tanto 90-60-90, de medir 1,80 y pesar 50 kilos. Cada mujer es diferente, desde rellenas a delgadas y desde muy bajas hasta muy altas. Yo personalmente prefiero a las mujeres de antes, como Carmen Sevilla (en sus tiempos) o Sofía Loren. ¡Ésas sí que eran mujeres! En aquellos tiempos una tía maciza es como indica la propia palabra, maciza.

Manuel Gómez Roldós
Puerto Real (Cádiz)




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