HOY ESCRIBE: JOSEP-VICENT MARQUÉS

Unas luces de regalo

¡Qué cosa es el miedo! Recordaba yo mal la anécdota, pero la frase de respeto por una emoción humana vale igual: qué cosa es el miedo o qué cosa es el sueño, como dijo Pancho, general, Villa. Una noche de los últimos sesentas tuve el honor de cenar con uno de mis compatriotas más insignes y significados Pepe Martínez Guerricabeitia, ejemplar editor de Cuadernos de Ruedo Ibérico en París. Esos Cuadernos y no sólo los otros, aquellos para el Diálogo, son imprescindibles para los jóvenes que quieran conocer por qué luchaban aquellos de sus padres y abuelos que luchaban. Contó Pepe Martínez algunas anécdotas sobre Pancho Villa y en particular se me quedó grabada ésta: recorría Villa los puestos de guardia cuando encontró un centinela profundamente dormido. Mandó que lo fusilaran y quedó ensimismado, quieto y encerrado en un prolongado mutismo ante el desasosegado grupo de oficiales que componían su estado mayor. Finalmente, moviendo ligeramente arriba abajo la cabeza como si empatizase con el centinela condenado, exclamó "¡qué cosa es el sueño!".

O qué cosa es el miedo (quizás el centinela se durmió de puritito miedo, de deseo de no estar allí). El miedo de una mujer golpeada a denunciar los malos tratos de su marido o compañero, miedo que el otro día un contertulio televisivo parecía no entender. Miedo sobre todo a que él se vengue, pero también a que su intimidad salga a los cuatro vientos, a que pueda pensarse que hay algo de culpa suya por no ser una mujer tradicional y resignada, miedo a que compañeros de trabajo, vecinos o amigos piensen que ha perdido la dignidad por no haberlo denunciado antes... Habíamos estado hablando de esto Luis Bonino, Teresa Segarra, José Ángel Lozoya, algunos más y yo con Jorge Corsí, un competente especialista argentino en violencia doméstica.


"No entender el miedo de las mujeres a denunciar es una forma, no digo que voluntaria, de continuar escurriéndose, de echarles a las propias mujeres la culpa"


Se habló de cómo romper la complicidad o pasividad masculina con la violencia sobre las mujeres. Recuerdo que también se habló de esto en unas jornadas de una ONG próxima al PSOE y que yo redacté y envié un manifiesto pedido por las y los asistentes del que nunca más se supo.

No entender el miedo de las mujeres a denunciar es una forma, no digo que voluntaria, de continuar escurriéndose, de echarles a las propias mujeres la culpa de lo que les pasa. Hay que entender ese miedo para poder echar una mano, para poder decir que a pesar del riesgo vale la pena denunciar, acompañada preferentemente, acompañada de una amiga o de alguien de una asociación de apoyo, bien específica o bien que atienda agresiones sexuales (a menudo la paliza hogareña concluye con una reconciliación sexual unilateral). Llame al 900 10 00 09, al 96 394 30 69, al 90058 08 88, a alguna asociación combativa o feminista, a la vocalía de mujeres de una central sindical, acuda a una librería feminista o a alguna abogada, etc. El miedo, señora, señorita, niaminianadieleimporta su estado, amiga, colega, es en buena parte soledad. Saber que no se está sola es empezar a vencer el miedo.



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